Sartre, J.P. Huis Clous. Folio

Pienso en recientes diálogos y derivaciones. Es en otro contexto, en el psicoanálisis, donde se dirimen diferencias o se registran, y es útil que se testimonien y queden registradas.

Una opción para la acción terapéutica es escuchar. Los efectos de sentido se comprobarán a posteriori. En un tiempo, allá por los sesenta, determinado fuertemente por la vía husserliana de la fenomenología y por un eterno recomenzar, se acuñó la fenomenología existencialista, donde Sartre y Simone de Beauvoir con novelas y tratados, marcaron esa época, y por extensión el ambiente cultural y científico y en fin, el «campo psi». Cundió la «interacción» de la pareja analítica, el «aquí y ahora», la dualidad, la simetría, la transferencia, la contratransferencia. También se la conoció como la «intersubjetividad». Restos de aquellas referencias conceptuales persisten aún hoy, aunque con menos fuerza que antaño. Hegel con su frase «Cada conciencia persigue la muerte de la otra», impactó a Sartre y a la Beauvoir, que la hicieron suya, como «buque insignia de su pensamiento». Un efecto fue la puesta en escena de la obra teatral de Sartre, «A `puerta cerrada», donde se describía el infierno como ese lugar, que eran «los demás».

A esa dualidad, a esa simetría, se le interpuso un nuevo paradigma, donde se acudía como referencia propedéutica (auxilio de enseñanza), que tomaba en cuenta a San Agustín, con «De la Trinidad», el ternario del Padre, del Hijo (Filioque) y del Espíritu Santo, alternativa paradigmática ante anteriores Concilios que se quedaban en el dualismo de Padre y Espíritu Santo.

Se sellaba el ternario como práctica, como método, como giro epistémico, dijera Bachelard.

En 1953, Lacan se lanzaba a navegar, en una balsa, como navegante  solitario, con su recién nacido ternario:  el Simbólico, el Imaginario y el Real