Revista #2 - Lo publico, lo privado | 29 diciembre, 2017
Baudelaire y sus cartas a la madre: un estudio desde lo autobiográfico
por Leticia Collazo Ramos

https://letralia.com/ciudad/barbarito/140725.htm

 Mi querida mamá, mi mamá buena, no sé qué decirte, y tengo un montón de cosas que decirte. En primer lugar, siento una gran necesidad de verte. 16 de julio de 1839

Según Mansberger, un joven y tímido Charles de dieciocho años encabezaba, de este modo, una carta a su madre desde la casa del Dr. Lasségue, su profesor particular, donde había sido enviado con miras a prepararse para el grado de Bachiller.[1] (1993; p.31).

Este trabajo parte desde el concepto de la autobiografía en tanto desciframiento de una vida en su unidad y conjunto a lo largo del tiempo, para reconocer en Las cartas a su madre de Charles Baudelaire, un ejercicio de escritura del yo, además de su indudable pertinencia al género epistolar.

La destinataria de las cartas predetermina además el tono, forma y discurso de un yo atormentado por un marcado dualismo[2] de sentimientos, lo que no invalida, sin embargo, su aspecto testimonial. La naturaleza epistolar de estos textos posibilita una comunicación personal con su madre, donde Baudelaire reclama, recrimina, ruega y narra desde la subjetividad de su yo atormentado, algunos detalles de su vida. No hay aquí narración lineal cronológicamente construida entre 1833 y 1866, sino un testimonio del “yo” (autos) a partir de la escritura (graphe), que narra partes de su vida (bios) narración alternada, además, por reflexiones metacognitivas del autor.

La relación de la epístola con la carta es evidente, pero esta última posee el sentido de correspondencia e intercambio[3], como en este caso. Dice Carmen Agulló Vives[4] que al escribir una carta, el autor más que dirigirse al destinatario se dirige a sí mismo:

Cuántas veces se han dejado caer pensamientos en un papel, como lágrimas por las mejillas, por puro desahogo del ánimo, enderezados más que al destinatario al consuelo del autor mismo. Es esta la forma esencialmente privada de la carta, la privadísima.

Si bien los hechos contados en estas cartas se contextualizan en el presente del autor, las escasas reminiscencias al pasado pueden leerse como: “la recapitulación de las etapas de la existencia, de los pasajes y de los encuentros me obliga a citar lo que yo soy en la perspectiva de lo que he sido” [5](Gusdorf p.13). A través de estas cartas pueden reconstruirse momentos de su vida y su identidad, explicándose de algún modo lo que es -en aquel presente enunciativo- en virtud de lo que fue, cuestionando el amor y el conocimiento que la madre tuvo de él, e intentando explicitar lo que entendió su guignon o sino trágico.[6]

La oscilación afectiva entre la demostración verbal de cariño filial, y el duro reproche por la tutela económica están en la raíz de la ambivalencia en la relación con la madre. La conformación del imaginario femenino recreado en la obra de Baudelaire, puede entenderse a partir de estas cartas en tanto doble vivencia: la mujer que  rechaza y desplaza (idea surgida tempranamente en el poeta), pero que reclama fuertemente-a su vez- cuidados y amor.

Es aquí problemática pero no imposible de aplicar la idea de pacto autobiográfico[7], cuestionando la credibilidad del poeta y su escritura. Más allá de la veracidad de los sentimientos aquí expresados, la escritura del yo nos muestra la persona en su intimidad, no tal como fue o tal como es sino como cree y quiere haber sido. (…) (Gusdorf; p.16), y desde allí es dable creer y pactar con el autor.

El hecho de que Baudelaire firmase sus cartas como Charles, o con sus iniciales CB o BD, en ocasiones incluso como Baudelaire Dufays (apellido de su madre) le confiere a sus escritos el sello de quién es: es hijo, es Charles, es Baudelaire Dufays. La escritura vuelve a la matriz, su espejo, la madre es quien cimenta su identidad de escribiente[8].

11 de setiembre de 1856: siempre echaré de menos a esta mujer

Apasionamiento: contracara de la culpabilidad.

La carta del 6 de mayo de 1861[9]  tiene un antecedente que vale la pena revisar: la fechada el  jueves 11 de setiembre de 1856 (en el capítulo V de Mansberger y el original). Aquí lo más importante en relación a la hipótesis del trabajo es cómo Baudelaire reconstruye, desde la escritura epistolar, su ruptura con Jeanne, y la dimensión afectiva que tuvo esta relación para su vida:

Mi relación, relación de catorce años con Jeanne, se ha roto. He hecho todo lo humanamente posible para que no se produjese esa ruptura. Este desgarramiento, esa lucha ha durado quince años. Jeanne me ha respondido siempre sin inmutarse, que yo tenía un carácter intratable, y que un día yo mismo le agradecería esta decisión. He aquí la burda sabiduría burguesa de las mujeres. Por mi parte sé que cualquiera que sea la aventura agradable, placer, dinero o halago que me suceda, siempre echaré de menos a esta mujer. (p.134)

En ninguna otra carta Baudelaire es tan abierto y expresivo como en esta. La importancia que Jeanne tuvo en su vida queda de manifiesto y la burda sabiduría burguesa que atribuye a las mujeres será después expresada ya como invalidez del pensamiento, o tibia racionalidad infantil abarrotada por el sentimiento. Distracción, placer y complicidad: estas tres categorías definen lo que representa la mujer para el autor. El desprecio por lo burgués es un aspecto central del pensamiento baudeleriano, y la mujer y su universo entran en ese mismo desprecio.

 la mujer es (…) para quién y por quién se hacen y deshacen las fortunas (…) por quien los poetas y los artistas componen sus joyas más delicadas es una divinidad, un astro que preside todas las concepciones del cerebro masculino (…) es una reverberación de todas las gracias de la naturaleza condensadas en un solo ser (…) Es una especie de ídolo, estúpido quizás, pero deslumbrante (…)[10]

Cada una de las metáforas ven anulada su significación positiva al final de la cita. La sentencia de que nada ni nadie podrá colmar este yo herido por el abandono se redobla cuando dice

(…) le confesaré que yo había depositado sobre su cabeza todas mis esperanzas, como un jugador: esta mujer era mi única distracción, mi único placer, mi único compañero, y a pesar de toda la agitación interior de unas relaciones tempestuosas, jamás había tenido la conciencia clara de una separación irreparable (ibídem) Aun ahora –y sin embargo me siento completamente tranquilo,- me sorprendo al pensar, viendo un determinado objeto bello, un hermoso paisaje (…): ¿por qué ella no está conmigo? Ya ve usted que no trato de ocultar la herida. (p.134)

La añoranza de la compañía de Jeanne esta mujer era mi única distracción, mi único placer (incluso el llamativo gesto de masculinizarla, único compañero) es parte de esa ambivalencia espiritual, pero la ruptura acarrea y proyecta el terror de la muerte materna. Es entonces cuando resulta evidente que una construcción vincular (con la madre) lleva a traspolar el vínculo a la amante (Jeanne):

(…) se me hizo evidente que estaba de verdad ante lo irreparable. (…)Yo no podía ni siquiera sacar consuelo de mi orgullo. Pues todo esto había sido por mi culpa; usé y abusé; me divertí martirizando y a la vez fui martirizado. Entonces me acometió un terror supersticioso, me imaginé que usted estaba enferma. (Ibídem)

El sinceramiento del 6 de mayo de 1861

Un texto clave para este trabajo es la carta de Baudelaire a su madre fechada el 6 de mayo de 1861(ubicada por Mansberger en el Capítulo VI; en el original también).

Es esta la etapa de mayor decrepitud física y emocional del poeta. Se ha trasladado a Bruselas por una serie de conferencias que nunca terminaría de dar y que nunca le pagaron completamente. Acuciado por la miseria económica, avanzada la sífilis, vivió casi hasta el final de su vida -cinco años- en un país para él hostil, en el Hotel Miroir.

En el comienzo de la carta -que como muchas se encabeza con Querida madre- el poeta ruega su presencia, y de forma explícita le dice “ven por mí”. La preeminencia del amor a la madre se condensa en la exclusividad del vínculo tal como lo siente el autor, “tú, el único ser de quien depende mi vida”, (p.217). Esta dependencia del amor maternal –constante en la vida del poeta- se refleja asimismo en la relación con su amante, a veces dependencia de su parte, otras, asfixia de Jeanne.

La mujer es un ser amado y temido, necesitado y rechazado. La vida y la muerte están indisolublemente vinculadas a la relación con la madre que se desea viva y sana, pero se teme enferma y, peor aún, muerta:

Cada vez que tomo la pluma para exponerte mi situación tengo miedo de matarte, de destruir tu débil cuerpo. Y yo estoy sin cesar, sin que tú lo sepas al borde del suicidio[11].

La idea del suicidio se ostenta permanentemente, en lo discursivo es iteración de los últimos escritos. El cuerpo débil de la madre anciana tiene su reflejo en el cuerpo que Jeanne Duval le ha ofrecido, enfermo y castigado; la corporeidad de las dos mujeres está contaminada. El amor apasionado del niño Charles se confiesa traicionado por la presencia de Aupick Yo, de niño te he querido apasionadamente: más tarde, obligado por tus injusticias, te he faltado el respeto[12]

Véase la connotación del adverbio “apasionadamente”, marca sémica fundamental del amor por su madre. Esta actitud de Baudelaire expone en la escritura todo un carácter, confesándose: “Ya no soy aquel niño ingrato y violento”. Sin embargo, la forma en que este yo se expresa es de una urgencia infantil, de una orfandad esencial. Dice Gusdorf que “(…) el hombre que recuerda su pasado hace tiempo que ha dejado de ser el que era en ese pasado.” (…)[13] Baudelaire ya no es el niño Charles, al menos en edad.

La propia culpa reconocida y la culpa de la madre son expuestas, Pero en resumidas cuentas el mal ya está hecho, hecho por tus imprudencias y mis faltas. El tono sentencioso que se deduce de sus expresiones de amor filial se intensifica y aparece la idea del guignon (destino trágico) que sintió siempre sobre su vida: Es evidente que estamos destinados a querernos, a vivir el uno para el otro, a acabar nuestra vida lo más decorosa y lo más tranquilamente que sea posible.[14]  

Otra iteración en este discurso es morir-matarse (tuer), en tanto construcción del lenguaje queda evidencia de qué tipo de relación marcó a madre e hijo -producto de todas las condicionantes históricas, su familia y su carácter- pero también de una estructura psíquica y de una escritura autobiográfica (producto de una mirada sobre sí mismo) cargada de tragicidad,

(…) estoy convencido de que uno de nosotros matará al otro, y de que terminaremos por matarnos mutuamente. Después de mi muerte tú no podrás seguir viviendo, eso está claro. Yo soy el único motivo que te hace vivir. Después de tu muerte sobre todo si murieses a consecuencia de un choque causado por mí, me mataría, eso es indudable. [15]

El vínculo predeterminado por lo trágico, por el amor y el desprecio, conforma la matriz que le hizo buscar a Jeanne, y los excesos que marcaron su vida. El suicidio -isotopía general de las cartas- se aborda desde la ironía, desde el deseo de atormentar y atormentarse, a la vez que revelando uno de los aspectos del carácter baudeleriano: su excesiva prolijidad a la hora de pensar en sus trabajos: (…) hay algo que debe tranquilizarte. No puedo matarme sin dejar en orden todas mis cosas. [16]

Muy pocos son los recuerdos felices del pasado: Hubo en mi infancia una época de cariño apasionado hacia ti (…) Largos paseos y mimos continuos. (1993; p. 219)[17] Es aquí cuando el autor se autointerpreta. Repárese que en el francés se habla de amour passionné, y en la traducción de cariño, lo cual implica connotaciones bien diferentes. Aunque escasos, estos recuerdos pertenecen al paraíso perdido del yo, y confirman las palabras de Gusdorf: “(…) El escritor que evoca sus primeros años explora un dominio encantado que solo a él le pertenece. (p.13)”[18] (…) “la tarea de la autobiografía consiste en primer lugar en una tarea de salvación personal.” (Antropos; p.14)

Las mujeres serán representadas en su obra como símbolos, a veces como apertura a nuevos mundos que la trascienden[19]; pero otras como un vehículo para la ansiada estabilidad, aunque en la realidad representara todo lo contrario:

(…) dedicaré a Jeanne la renta del capital restante y ella se irá a algún sitio en que no esté en soledad absoluta. Esto es lo que le ha sucedido: su hermano la metió en un hospital para quitársela de encima y cuando ha salido ha descubierto que le había vendido una parte del mobiliario y de su ropa. (1993; p.223)

Al igual que con su madre, Baudelaire siempre hizo expresa la responsabilidad de sostener de algún modo la vida de ambas. Te pido la felicidad tuya y te pido la mía (…) Te lo suplico, paz, dame paz, dame trabajo y un poco de ternura. (pp. 221; 223)

No es estrictamente la última frase de la carta, pero sí podría serlo: paz y voluntad, ese “rico metal”, son ausencias que atraviesan la visión de su propia vida. Finaliza la carta: Sé que esta carta te afectará dolorosamente, pero en ella hallarás a buen seguro un tono de dulzura, de ternura e incluso de esperanza (…)

La idea de la culpa, de la responsabilidad sobre la vida de ambas mujeres es parte de la concepción de lo femenino en el poeta. He ahí la notoria ambivalencia.

17 de marzo de 1862: Lo que está claro para mi es que las mujeres solo resultan interesantes cuando son muy viejas

La femme est naturelle, c’est-à-dire abominable[20]

El comienzo de la carta del 17 de marzo de 1862 difiere de las otras, es abrupto y responde fríamente a algún reclamo en la carta de respuesta que le enviara su madre: No necesito tus consejos sobre la honradez (…) (p.243). Luego expone su defensa ante la supuesta acusación de barbarie:

(…) (Confieso que la mujer era hermosa, se puede sospechar que mi indulgencia era muy interesada) pero cuando la enfermedad y la vejez la afectaron ¿qué hice durante tres años? Hice lo que el egoísmo de los hombres no hace generalmente. Incluso en la caridad puse en contribución el entusiasmo del orgullo. (p.243)

La hermosura es afectada por la enfermedad y la vejez. La internación de La Venus negra fue un hito doloroso y oneroso en la vida de Charles. La mujer es percibida desde la visión androcéntrica como una criatura inmadura y caprichosa, lo que está claramente planteado en estas palabras:

Así son las mujeres; así son los niños; así son los animales. Los animales, sin embargo no tienen libros, ni filosofía, ni religión, ni por lo tanto honor. Por ello, son menos culpables. (p.243)[21]

Resultan notorias las ideas del poeta acerca de una minoría de edad de la mujer, para usar términos kantianos[22], en tanto definición de su estado espiritual y mental, incluso igualándola al niño. Esa idea puede responder a la visión de la época, pero la comparación con los animales es reflejo del dolor que decantó en desprecio profundo por la mujer. Hay, además, un hecho narrado a su madre que humilló profundamente a Baudelaire y a su amigo Poulet-Malassis

Que venda los recuerdos que todo hombre deja en la casa de la mujer con la que ha vivido largo tiempo, me es igual. Pero es la humillación de verme obligado a darle a mi editor unas vagas explicaciones como las que tú me obligas a darte hoy. (p. 244) Esta ofensa por la venta de sus libros y grabados tiene otra cara en la carga de agresividad con que interpela a su madre en un juego verbal tan interesante como descarnado:

¿Acaso crees que si yo quisiese no podría arruinarte y hundir tu vejez en la miseria?¿Ignoras que tengo la suficiente astucia y elocuencia como para hacerlo? Pero me contengo, y a cada crisis nueva, me digo: ‘No, mi madre es vieja y pobre, hay que dejarla en paz; tengo que sacar de mi mismo la habilidad necesaria para salir adelante’. (p.245)[23]

La virulencia contra Jeanne se vuelca sobre la madre: el desdoblamiento verbal del yo resulta una manera perversa de amedrentarla. Las mujeres exigen (¿merecen?) su piedad, su sacrificio, incluso el abandono de su salud y bienestar. De allí que la actitud de Baudelaire ante ellas ha sido tanto de adoración como de abominación y su construcción del concepto de lo femenino es, básicamente, negativo.

De las tres mujeres que conforman la creación verbal del imaginario femenino en Baudelaire (Jeanne Duval, Mme Sabatier y Marie Daubrun) es Jeanne Duval – con sus atributos exóticos y su adicción suicida- quien encarna más claramente la idea de lo femenino:

No sé de nada más estúpido que el puro sentimiento, que es la única inspiración de las mujeres y los niños. (…). Perdona que me haga el pedante y el misántropo contigo. Estoy convencido de todo lo que afirmo. (…) Lo que está claro para mi es que las mujeres solo resultan interesantes cuando son muy viejas. (p. 245)[24]

Quien suscribe estas cartas es claramente un dandy y un artista consciente de su “pose”, de allí la dificultad de la autenticidad que caracteriza lo autobiográfico como signo de tal: me haga el pedante y el misántropo contigo.

Las disculpas que pide a su madre pueden interpretarse como artilugios de una puesta en escena, de donde se desprende una actitud que oscila entre el suplicante y el sádico en cada carta. Entiéndase sadismo en tanto el deseo de ver sufrir al otro como logro de un ingenio propio, y sentir que sobre ese padecimiento se tiene un poder. En cuanto a la idea de que la mujer es más interesante en la vejez, puede interpretarse, una vez más, como el amor imposible por su madre (-No, mi madre es vieja, -(pág.244-).

 

Triste, solitario y final

tú eres el único ser viviente que me interesa

En el capítulo VII de la edición de Mansberger, tanto como en el original, se aprecian las últimas cartas que Baudelaire escribe y dicta para su madre, en las que se expresan las demostraciones verbales más explícitas de amor y devoción. Por ejemplo, el 11 de agosto de 1862 dirá (…) quiero afirmarte por centésima vez que tú eres el único ser viviente que me interesa. Me parece que puesto que te lo he dicho, debes creerme (p. 254).

 El amor que reclama ha dejado en el poeta un deseo insatisfecho, una permanente necesidad de ternura y cariño, y un hastío existencial permanente:

Pero la verdad es que me siento olvidado. Estoy triste. No sirvo para nada. Me aburro mortalmente (…) En este estado de somnolencia que se parece mucho al spleen, tengo, no obstante, que imponerme la obligación de escribirte a menudo. (lunes 13 de noviembre de 1865; p.323)

La enfermedad se contagia a la escritura, el discurso no está vacío, está enfermo, (…): Debo interrumpir mi carta. Contra las neuralgias existen una serie de píldoras (…). El horror que siento desde hace tiempo en relación con el opio me ha impedido usarlas (…) (diciembre 1865; p. 326). Dirá en la carta del sábado 23 de diciembre de 1865:

En fin querida madre, que siento un hastío mortal y que mi mayor distracción es pensar en ti. Mi pensamiento va siempre dirigido a ti. (…) pero de vez en cuando despierto y vuelvo a la realidad, y me digo con una especie de terror: ‘Lo importante es adquirir el hábito del trabajo y hacer de ese desagradable compañero mi única fuente de gozo. Pues llegará el día en que no tendré otro.’ [25]

Si como dice Gusdorf, la conciencia de sí es la “tierra natal de la verdad”, en estas cartas Baudelaire se define en primera persona y remite a su madre un conocimiento de sí mismo que es, dice el autor citado, el primer momento indispensable de una ética digna de tal nombre,[26] aun al final de su vida. Baudelaire muere en brazos de su madre el 31 de agosto de 1867.

Conclusión:

El concepto de mujer construido por Baudelaire responde a una idea de amante inaccesible y sujeta a los vicios que no pueden controlarse; lo femenino  es una presencia de decepción y fastidio.

Este concepto deberá contextualizarse en el marco de la burguesía francesa del siglo XIX durante el Segundo Imperio, cuya idea dominante era la domesticación y el silenciamiento de la voz femenina. En la base de esta concepción hay un reclamo de asistencia permanente

. En el caso de la madre de Baudelaire, lo femenino se constituye en una aproximación siempre peligrosa del deseo, sujeta a la mirada erotizada del jovencito huérfano de padre, en el que se deduce un trasfondo fuertemente edípico (desde lo freudiano), y ha traicionado (como Gertrudis a Hamlet) con otro matrimonio.

En el caso de Jeanne, desde su negritud -o al menos su aspecto exótico para la época- desentona fuertemente en el París modernizado de mediados del siglo XIX, y en la clase burguesa a la que se esperaba perteneciera el poeta y su esposa. Su vida errática de actriz, y su fatal adicción a las drogas y el alcohol la volvieron una marginada. No pudo ser ni esposa ni madre. No encajó en el esquema esperado de lo femenino. La ambivalencia afectiva amor/odio, atracción /alejamiento, marca las líneas generales de la relación de Baudelaire también con su amante.

En relación con la mujer querida, se reconocen dos posturas opuestas: una visión abominable, sometida a la naturaleza y esclava de sus instintos, o bien la mujer en tanto espejo de sensualidad que inspira el amor carnal, acceso “ilimitado y huidizo al infinito”.[27]

Dice el poeta en El pintor de la vida moderna: “Toda mujer es una divinidad, un astro, una especie de ídolo (…) una luz, una invitación a la felicidad (…).”[28]

La poesía de Las flores del mal deja esa mirada ambivalente y dual sobre lo femenino: La sirvienta de gran corazón ocupa el lugar que deja la madre, y Una pasante es preferible a una relación estable.

Profesora Leticia Collazo Ramos

GEA (Grupo de Estudios Autobiográficos, CFE, Dpto. de Literatura)

CeRP Suroeste Colonia Uruguay

 

 

[1] Mansberger Charles Baudelaire Cartas a la madre 1993 Grijalbo Barcelona

[2] Mansberger op.cit

[3] Diccionario AKAL de Literatura General y Comparada Akal Básica de Bolsillo Madrid 2006 p.111

[4]  Argulló Vives, C. El género epistolar de las “Cartas filológicas” del murciano Francisco Cascales al correo electrónico Albacete, España http://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/aepe/pdf/congreso_37/congreso_37_05.pdf

 

[5] , Gusdorf en Condiciones y límites de la autobiografía Revista Antropos p.13

[6] Lejeune, P. El pacto autobiográfico y otros textos 1975

[6] Lejeune, P. ibidem

[7]  Yves Bonnefoy en Sous le signe de Baudelaire (Gallimard 2011) Baudelaire al crear Les fleurs du mal es como si pariera una hija que a su vez tiene detrás la figura de la madre, como si Baudelaire pariera a Caroline. http://tracedepoete.fr/wordpress991

[8] Texto en el que explorará más este trabajo.

[10] El pintor de la vida moderna op.cit. Ed.  Mardulce, 2013; 241, 242

[11] En la edición en francés: “Toutes les fois que je prends la plume pour t’exposer ma situación, j’ai peur; j’ai peur de te tuer, de détruire ton faible corps. Et moi, je suis sans cesse, sans que tu t’en doutes, au bord du suicide” p.172

[12] En el mismo texto: “Moi, je t’ai aimée passionnément dans mon enfance ; plus tard, sous la pression de tes injustices, je t’ai manqué de respect”p.172

[13] Gusdorf, en Condiciones y límites de la autobiografía Revista Antropos págs. 13-14

[14] Nous sommes évidemment destinés à nous aimer, à vivre l’un pour l’autre, à finir notre vie le plus honnêtement et le plus doucement qu’il sera posible”

[15] (…) je suis convaincu que l’un de nous deux tuera l’autre, et que finalement nous nous tuerons réciproquement. (p.172)

[16] “Pour en revenir au suicide, une idée non pas fixe, mais qui revient á des époques périodiques, il y a une chose qui doit te rassurer.” p.173

[17] “Il y a en mon enfance une époque d’amour passionné pour toi (…)

[18] Suplementos Antropos/29 op.cit

[19] Gómez Mango, E. El poeta y el amor en Las flores del mal Selección, traducción y comentario E.B.O 2000 Uruguay

[20] Mon coeur mis a nu: La femme est le contraire du Dandy./Donc elle doit faire horreur./La femme a faim et elle veut manger. Soif, et elle veut boire./(…) La femme est naturelle, c’est-à-dire abominable.

[21] “Telles sont les Femmes; tells sont les enfants; tells sont les animaux. (…) sont donc moins coupables.” (p.201)

[22] Kant en Qué es la Ilustración?: «La minoría de edad significa la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro.(…) » file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Dialnet-RespuestaALaPregunta-4895205.pdf

[23] “Crois tu donc que, si je le voulais, je ne pourrais te ruiner et jeter ta vieillese dan la misére?(…) (…) ‘No, ma mére est vieille et pauvre, il faut la laisser tranquile. Il faut tirer de moi méme l’industrie pour me tirer d’affaire” (pp.202-203)

[24] “Je ne connais rien de plus stupid que le pur sentiment, qui est la seul inspiration des Femmes et des enfants (…) Ce qui est démontré pour moi, c’est que les Femmes ne sont interesantes que quand elles sont tres vieilles.” (p.203)

[25] “Enfin ma chére mére, je m’ennuie mortellement , ma grande distraction est de penser á toi. Ma pensé est toujours dirigie vers toi, je te vois dans ta chambre ou ton salón, travaillant, allant, agissant, maugréant et me faisant des reproches de loin (…). (p.278-279)

[26]  La theorie de la autobiographie de Georges Gusdorf

[27] Martínez de Merlo, L. y Verjat, A. Edición bilingüe y comentarios de Las flores del mal Edit. Cátedra 2009 Madrid

[28] Citado por Gómez Mango en p.67 op cit

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