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Este trabajo procura utilizar la intensidad de las imágenes de Kubrick en dos películas, jugando a interpretar sus escenas como fantasías inconscientes y su accionar pulsional en lo atemporal del aparato psíquico, ayudando en cierta medida a discernir algo de lo obsesivo.
De este modo nos adentraremos en dos triangulaciones en el cine de Kubrick El Resplandor de 1980, WB Pictures (de ahora en mas ER) y Ojos Bien Cerrados de 1999, WB Pictures (de ahora en mas OBC). La primera adaptación de la obra homónima de Stephen King, 1978 y la segunda de Traumnouvelle de Arthur Schnitzler, 1929. Brevemente resumiremos ambas historias para dar pie al objetivo de este ejercicio, pero sin duda las citas y referencias, especialmente visuales y fantásmaticas hacen necesario familiarizarse con estos filmes. No procuramos una reseña cinematográfica, sino una herramienta para entender cómo lo que en psicoanálisis denominamos la escena primaria[1] se descubre en el mundo de las imágenes de Kubrick. Así como también señalar el lugar que el séptimo arte ocupa como aquello especular que nos interpela a la hora de intentar entender al otro.
Ambos, psicoanálisis y cine son hijos del siglo XX y sus encuentros están allí donde se los quiera encontrar. ¿Por qué triangulación especular? Porque a pesar de que estas películas pivotean en torno a la escena primaria, frente a lo siniestro, o frente a lo extranjerizante, es lo que producen frente a la imagen del otro cuando las estamos viendo; y es el ojo de un otro el que las interpreta. Frente a una película de autor nunca hay que olvidar quién está detrás del lente que nos interpela. Kubrick no fue un gran guionista, adaptaba novelas, las usaba como medios para transmitir una visión del hombre, haciendo girones con la mayoría de ellas.
Es en al análisis del Hombre de los Lobos[2], donde Freud desarrollo el concepto de la denominada escena primaria, es decir, dedujo que la contemplación del coito entre los padres por un niño pequeño se constituía en un trauma psíquico por la imposibilidad del niño de entender la verdadera naturaleza de ese acto. También sirvió a Freud para enunciar la naturaleza infantil de la neurosis y las transformaciones que recorren las formaciones del inconsciente desde su primitiva forma infantil hasta la neurosis adulta. Por último, Freud propone algunas fantasías y teorías infantiles respecto al embarazo, el parto y la castración. A esto podemos agregarle que esta escena, real o fantaseada, en el cine nos lleva a un instante voyeur donde se ve lo deseado y repudiado a la vez. Al igual que en un accidente de tránsito, donde tememos el dolor y la destrucción pero resulta difícil que no nos detengamos, en una mirada o que por el contrario cerremos bien los ojos y nos tapemos los oídos. Es la mirada entre otras cosas presente en estos filmes, la que nos da pie para pensar en clave psicoanalítica. Vernos e interpelarnos desde las más siniestras representaciones como en El Resplandor, o su ordenamiento ajenizante en Ojos Bien Cerrados.
La Mirada: Esta mirada detona al Doctor Hartford frente a la fantasía relatada por su esposa Alice en OBC “si ustedes los hombres tan solo supieran”.
A partir de aquí no podrá dejar de ver, imaginar, fantasear con aquello que le es detestable, en apariencia al menos, a nuestro pelele héroe. En ER están las imágenes que Tony como agente representante de lo inconsciente le transmite a Danny, y hacen carne en la aniquilación. Vemos también aquí que el baño de lenguaje hace que en la primera película, el juego de palabras y la mirada sostengan cierta estructura, mientras que en la segunda, al igual que la sangre, nos invaden desde lo siniestro sin posibilidad de mediatizarlas.
Misma Escena, dos registros: En toda película algo va a pasar, es lo que suelen denominarse arcos narrativos, intuitivamente lo percibimos, por lo general con el esquema de tres arcos: Introducción – Desarrollo – Desenlace. Lo peculiar del cine de Kubrick es que la extensión del arco siempre resulta incierta, y difusa. A pesar de la inminencia de los eventos en estos dos ejemplos; con pocos personajes, en la intensidad de su cercanía, en el cuadro de su hogar o su cotidianeidad, en la intimidad de los vínculos conscientes e inconscientes. El arco se extiende en letanía, monotonía, desde el punto de vista narrativo se puede resolver en minutos, pero el director en su despliegue de imágenes hipnotizantes quiere mostrarnos el “entre”, mas alla de lo predecible del final.
No procuraremos adentrarnos en la vida del cineasta y en sus míticas obsesiones, rescataremos solamente el pensamiento obsesivo del Kubrick creativo, un cine en movimiento, que nos recuerda el pensar obsesivo, filmes con guiones que ofician de apuntalamiento a las imágenes, verdaderas protagonistas del cine de este autor. Las escenas, el fotograma, el proteccionismo e hipnotismo visual y sonoro de las mismas. Lo que intentaremos es articular sobre lo mencionado en dos familias, los Torrance (Jack, su esposa Wendy y su hijo de 5 años Danny en ER) y los Harford (El Dr. William “Bill” Harford, su esposa Alice y su hija de 5 años Helena en OBC)
Nos centraremos en cómo la insinuación que interpretamos desde el psicoanálisis como escena primaria opera de pivote en el discurrir de ambas historias. Estas escenas apuntan directamente a lo experiencial donde el poder del lenguaje aun no es suficiente. El Resplandor comienza en movimiento, mientras que Ojos Bien Cerrados en danza. El movimiento como representación del estado yecto del ser (Heidegger).
El Resplandor relata la historia de la familia Torrance. Jack, el padre, esposo, y escritor frustrado obtiene un trabajo como cuidador de un gran hotel, el Overlook, durante el invierno, período en el cual éste queda aislado. Es una enorme construcción caracterizada por su inmaculada perfección, al igual que sus personajes, vestidos como caricaturas de familia perfecta a pedido del cineasta. La historia nos cuenta cómo el padre comienza a perder la razón, obsesionándose con el hotel -que es un cuarto personaje, cómplice del espectador- y los fantasmas de su psique desbordando los diques de la realidad, enloqueciendo en imágenes que lo llevan a querer destruir a su familia y quedar Jack inscripto en la fantasmática del hotel para siempre, siendo una ecuación donde es el hotel quien solicita esto a cambio del regalo de ser parte de él para siempre.
Ojos bien cerrados retrata la historia de un matrimonio neoyorquino de clase alta con una vida sumamente rutinaria y ordenada. Un médico medianamente exitoso, y una curadora de arte medianamente frustrada, con una hija presente en su ausencia. Aquí, más que caricaturas se presenta el estereotipo del “sueño americano intelectual”, frente a la gran mirada de la cuidad; lo que se espera de una familia así, de un matrimonio así. Es la confesión de una fantasía de Alice a su esposo y el sueño que se da a continuación lo que nos lleva a un viaje de dos noches donde el Dr. Hartford se verá enfrentado a la amenaza de ruptura, a la duda de quién o quiénes son los que están a su alrededor.
Rodeado de un erotismo histérico, impactante en imágenes pero donde nunca el doctor se aventura en sus tentaciones llevándolo a la duda constante, agotadora, sobre qué hacer frente a la “simple” fantasía de su mujer con un marino que disparó un viaje onírico de la sexualidad. La duda definitivamente, la sincinesia de su pensar lleva el tempo de este film. Aquí como plantea Panceira existe la “Duda como expresión de la ambivalencia pulsional (…) la impersonalizada, la tendencia a la generalización y a la desafectivización de los vínculos…”[3]
En ER, la escena desborda desde el inicio, mientras el movimiento asciende, el juego entre los ascensores con sus gargantas de sangre es eso que no se puede nombrar, ni describir, Danny solo ve, Toni solo le muestra frente al espejo, lo terrible y fijador de esta situación, la agresión, la destrucción, la fuerza aniquiladora. Súbitamente nos vemos rodeados de reiterados ritos sin sentido, que no logran más que dilatar una fragilidad extrema, el golpe de la pelota, el tipeo reiterado de la misma frase en la máquina de escribir, hasta el sonar de las ruedas del triciclo entre los pisos y la alfombra. Después de todo, en El Resplandor estamos frente a una historia de fantasmas imaginarios que se fracturan en reales alucinaciones y pasajes al acto. La paternidad ha reactivado la amenaza en Jack. La otra escena sucede dentro de la habitación 237, la prohibición del ingreso y el deseo de hacerlo, desde donde lo sexual y lo repugnante se conjugan en un juego alucinatorio cargado de destrucción. Aquí la duda sucumbe a la acción.
La Mujer: La visión de Kubrik de la mujer es muy particular y ha sido atacado por presentarse como misógino, dejando a sus personajes femeninos como lábiles victimas, o imágenes siniestras. Quizás Wendy sea un buen y mal ejemplo, irritable, quejosa, no puede esgrimir su ley como tal, dispuesta a someterse a todo tolerando lo intolerable y justificándolo en todo momento, Wendy se hace pegar, pero Wendy va a matar.
Al igual que Alice llevan a estos hombres a la activación de la brutal rivalidad frente a la triangulación. Ambas películas son prístinas, monótonas y repetitivas como para querer traernos a algo de lo cotidiano, están en un registro onírico. La fractura desorganizativa tiñe la sala de bailes del prístino Overlook, y da pie al deseo filicida/parricida en Jack Torrance. La triangulación frente a la relación de su hijo con su madre no son aceptadas, se reniega de ellas y se abre paso a la aniquilación, a la defusión pulsional.
El movimiento: Es en una sala de baile donde veremos a los Harford. La danza nos lleva de lleno a un matrimonio cuyas rutinas y rituales están desafectivizados, son pensados, donde lo que se ve es acopio, retención: de regalos, de suntuosidad, de luces de navidad, así como lo vemos en la hipnótica escena donde el cocinero describe a Wendy Torrance la plétora de alimentos que lleva en sus entrañas el hotel. Así como el Overlook (mirador) nos invita a cerrar los ojos, OBC bien podría ser un sueño donde no hay cabida para parpados. Mientras que en ER podríamos decir que Kubrick oficia de artista conceptual de la condición humana, en OBC el impresionismo, el mismo que abunda en los sets, dará cuenta de lo visto, lo aparente y lo escondido. En vez de pinceladas gruesas y en colores primarios, aquí Kubrick recorre el minuciosísimo y la escrupulosidad del impresionismo para crear varias capas de un sueño que pareciera no tener fin.
El Espejo: Probablemente en una de las escenas mas reconocidas de ER, mediante el encuentro de la mirada del otro en el espejo se logran decodificar las runas escritas en labial rojo al reflejar este triangulo trágico, dando vuelta los “roles”. Ahora el padre quiere eliminar a su hijo para quedar con la madre/hotel, impulsado por la destructividad pulsional. El juego pivotante dual/triangular entre Jack, Danny y Wendy es el mismo espejo que cambia los roles en la triada edípica. Podríamos leerlo de este modo “…se puede agregar que la agresión defusionada por la regresión pulsional dará a la confrontación edípica una mayor cromaticidad, estando en juego no solo la castración sino la muerte misma del padre”[4]
Kubrick: Traumnouvelle, 1926, de Arthur Schnitzler fue una novela que fascinó a Stanley Kubrick, en la que basó su última película Ojos bien cerrados, un libro que Kubrick había leído por casualidad treinta años antes de filmarlo ¿De qué se trata aquello a lo que pudo darle forma recién sobre el final de su vida? ¿Qué es eso que lleva la vida misma a comprender – justamente por ser lo que se hace cada vez más incomprensible? Treinta años de matrimonio es la respuesta que nos ofrece Christianne Kubrick, esposa del cineasta, en el documental, “Stanley Kubrick, A Life in Pictures.”[5].
En la novela de Schnitzler la fantasía relatada a un hombre por su mujer, ese guión interior que generalmente se descarta o aparta con un gesto de desdén, es lo que la mujer le cuenta al hombre. El sutil recuerdo de la mirada azarosa de un tercero y el sueño de la noche posterior. Esa alucinación normal y cotidiana a la que solemos desatender pero que da la pista de la naturaleza del deseo humano: la apetencia más propia que, sin embargo, desconocemos, lo que queremos sin saber que lo queremos y por eso toma potencia de percepción “involuntaria”, el relato de la fantasía o la vida onírica.
Tanto Schnitzler, un apasionado por el psicoanálisis y contemporáneo de Freud, como Kubrick captaron la fuerza fascinante de lo que anhelamos sin conciencia y aún así destina nuestros afectos. A diferencia de El resplandor de Stephen King, donde Kubrick descuartiza el libro llegando a ser la película algo completamente distinto, respeta el núcleo de Traumnouvelle .
Puede entonces sucederle esta historia al matrimonio burgués de un médico en la Viena victoriana de principios del siglo XX o al de un médico exitoso en las altas esferas del poder en Nueva York, pero siempre será a un esposo que, por escuchar la fantasía y el sueño de su espsosa, se abrirá a una búsqueda misteriosa donde la mujer sexuada es un enigma inquietante. Así, el personaje va pasando desde la comodidad conocida del placer a la incomodidad desconocida del deseo a través de una serie de encuentros extraños, donde lo único recurrente, aquello que nos cobija, son las luces navideñas, nos hacen creer que aún seguimos despiertos.
El espectador queda capturado en una identificación inquietante con el personaje hasta la sorpresa de la escena en esa fiesta tan particular donde lo sexual se reduce a gestos teatrales, anodinos, estériles y anónimos. La invocación de la escena primaria se encuentra aquí, dentro de las entrañas de esta historia, esta orgía aséptica y mecánica retratada desde el lenguaje obsesivo, impactante, brutal al mismo tiempo que en un clima de catedral y liturgia, monótona y sin luces navideñas; e ahí, en el lumínico detalle, en su trasmudación en coloridas en impactantes máscaras venecianas lo ominoso de la misma.
El Sacrificio: surge una mujer dispuesta a “rescatar” al Dr. Harford o a “redimirlo” como lo traduce Kubrick con una palabra profundamente religiosa, ofreciéndonos una interpretación clave del peligro en que se ha metido por introducirse engañando en el escabroso rito. La redención le brinda opciones, volver a su antigua vida, o tratar de vivir otra. El sacrificio Totémico del “Nigger” que quiere manchar el hotel porque escucha lo que susurran sus entrañas es imperativo para Jack. En tanto OBC es una película onírica, podemos decir: es un sueño dentro de otro. Súbitamente el cambio de vestuario, la iluminación y la ausencia de imágenes navideñas que aparecen hasta en la casa de una prostituta o en el negocio de un pederasta, desaparecen dejando al doctor en la encrucijada. Aquí la mujer se sacrifica por él, no puede destruir a su esposa pero puede fantasearlo de este modo y salir impune de sus más agresivas mociones. Sin lugar a duda el Dr. Harford se hace la pregunta del obsesivo en este momento: ¿amo u odio a mi mujer?, ¿quién es esa mujer que dice ser mi mujer?, ¿quiero saberlo?
Estos sacrificios abrirán otro enigma con su acto dirigido hacia sus protagonistas. Lo sustituirá en la muerte/sexo porque se ofrece a expiarse en su lugar. Un innegable acto de amor retoma el antiguo tema inconsciente de las condiciones que hacen posible el surgimiento del amor separado de la agresión.
Kubrick lo remata con algo que es necesario decir, ya que lo impactante de la imaginaria obsesiva ocultó. El Dr. Harford se resiste a las constantes ofrendas sexuales, como si un impermeable de moralidad lo recubriese todo el tiempo, recurriendo al dinero para que todo pueda ser controlado. Lo hace en la voz de Alice mientras compran juguetes para navidad con su hija “hay una última cosa que tenemos que hacer lo antes posible…coger” [6]y el Waltz número 2 de Shostakovich nos reconduce al inicio, cerrando el film solamente con música y sin imágenes, quedando la duda neurótica en el compás.
Igual de incierto es el destino de los Torrance, de forma opuesta es la imagen la que cada vez se va inscribiendo mas en nuestra retina, no sabemos si hay muertos y vivos, antes o ahora, la imagen congelada en el nevado laberinto reconduce a una fotografía dentro del hotel, estamos de nuevo ahí, y Jack siempre estuvo ahí, algo de eso siempre está ahí. Fijo, aquello que alguna vez nos fue familiar y ahora se nos presenta siniestro.
“En una película, uno no trata de fotografiar la realidad, sino de fotografiar la fotografía de la realidad”.[7] Stanley Kubrick, 1979.
[1] Freud, Sigmund, “Obras Completas”, Tomo 17, ED. Amorrortu, BsAs, 1999
[2] Ídem
[3] Panceira, Clínica Analítica, capitulo XIV, págs. 205, 206.
[4] Panceira, Clínica Analítica, Cap. IVX, pág. 209
[5] Jan Harlan, “Stanley Kubrick, a life in pictures”, Warner Video, 2000
[6] Kubrick, Stanley “Ewes wide Shut”, WB Pictures, 1999
[7] Jan Harlan, “Stanley Kubrick, a life in pictures”, Warner Video, 2000
Bibliografía.-
- Freud, Sigmund. (1950 [1918]) De la historia de una neurosis infantil (Caso el Hombre de los Lobos). En J.L Etcheverry (trad.), Obras Completas. (vol. 17) Buenos Aires, Amorrortu.
- Freud, Sigmund. (1950 [1908]) Carácter y erotismo anal. En J.L Etcheverry (trad.) Obras Completas (vol 9) Buenos Aires, Amorrortu .
- Freud, Sigmund.(1950 [1913]) La predisposición a la Neurosis Obsesiva. En J.L Etcheverry (trad.) Obras Completas. (vol. 12) Buenos Aires, Amorrortu
- Freud, Sigmund. (1950 [1919]) A propósito de un caso de Neurosis Obsesiva. Obras Completas (volumen 10), Buenos Aires, Amorrortu.
- Harlan, Jan. (2009[2000]) Stanley Kubrick: A Life in Pictures, Warner, Los Angeles.
- Panceira, Alfredo. (1997), Clínica Psicoanalítica, Buenos Aires, Lumen.
- Kubrick, Stanley. (2009[1980]) The Shining, Warner Video, Los Angeles
- Kubrick, Stanley. (2009[1999]) Eyes Wide Shut,Warner Video, Los Angeles.
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