Par de botas. Vincent Van Gogh,1886.
“Entonces Sutpen no imaginaba la existencia de semejante vida, ni la deseaba, ni sabía que existían tantos objetos codiciables en el mundo, ni sospechaba que los poseedores de esos objetos no sólo miraban por encima del hombro, despectivamente, a quienes no los poseían, sino que contribuían a esa actitud (…) los mismos desposeídos, que sabían que jamás llegarían a tener tantas riquezas.
En efecto, allá en su patria, la tierra era de todos y de cualquiera. Y quien se tomara el trabajo de erigir una valla que encerrara una parcela y dijese: “Esto es mío”, estaba loco. En cuanto a objetos, nadie tenía más que otro, pues cada uno era dueño de cuanto su energía y su valor le permitían obtener y conservar, y solamente un demente se tomaría el trabajo de reunir más de lo estrictamente necesario para comer o canjear por whisky y pólvora.
Por eso no adivinaba la existencia de una región minuciosamente subdividida y limitada, habitada por gentes cuidadosamente subdivididas de acuerdo con el color de sus respectivas epidermis y la importancia de sus posesiones, un país donde un puñado de hombres posee no sólo el poder de vender, cambiar, dar muerte o vida a otros, sino una muchedumbre de seres humanos que ejercen los oficios inferiores, las acciones interminablemente repetidas, como el escanciar el whisky de la botella y colocar el vaso en la mano del bebedor, o quitarle a uno las botas para irse a la cama; las cosas que el hombre ha hecho por si mismo desde el comienzo del mundo y hará hasta la consumación de los siglos; las cosas que nadie hace con gusto, pero nadie tampoco pretende evitar, como no podemos evitar el esfuerzo necesario para masticar, respirar y deglutir.”(…) “Le bastaba pensar que algunas personas vivían en un lugar, otras en otro, por mero azar, a unas les tocaba ser ricas (las afortunadas, en su opinión), a otras no, y (según confiaba a mi abuelo) no depende en nada de nosotros la elección. Por ello no hemos de entristecernos.
No se le había ocurrido una sola vez la idea de que alguien despreciase a sus semejantes por un ciego azar, como es el de tener autoridad. No sospechaba la existencia de semejante mundo hasta que se vio en medio de él”.
William Faulkner
¡Absalón, Absalón!
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