Revista #2 - Lo publico, lo privado | 6 marzo, 2018
¿Qué sujeto para el siglo XXI?: articulaciones de lo íntimo y lo público
por Marcelo N. Viñar

https://www.youtube.com/watch?v=q0cpj5pktGQ

… … A los psicoanalistas se nos llama a opinar sobre los problemas de  la  sociedad:  el  aborto,  la  procreación  asistida,  la  violencia,  el  terrorismo,  la adopción, la corrupción, la filiación en parejas isosexuales, el racismo y la xeno- fobia. ¿Cómo hacerlo de modo autárquico, desde nuestra tribu? O, ¿no tendremos que aprender a pensar también en la multidisciplina y la interdisciplina?

Para empezar a decirlo de modo simple y casi pueril, ¿cómo articular al sujeto de la experiencia freudiana (en los laberintos de su intimidad) con el sujeto que anda por el mundo, sumergido en sus vicisitudes cotidianas y las de un mundo inestable y cambiante? ¿Cómo se recorta el sujeto de la experiencia analítica con el que transita por la vida consciente y sus conflictos ciudadanos? Antonin Artaud(5) dice:

«Vivimos sobre un odioso atavismo fisiológico, que hace que aun en nuestro cuerpo, y solos, ya no somos libres, porque cien padres y madres han pensado y vivido por nosotros antes que nosotros. Y lo que podríamos en un momento dado, en la edad llamada de la razón, encontrar de nosotros mismos, la religión, el bautismo, los sacramentos, los ritos, la educación, la enseñan za, la medicina, se han apresurado a sacárnoslo».

Lo oficialmente específico del psicoanálisis es un eje de comprensión explorado por muchos autores psicoanalíticos, es el del sujeto de la marmita de pulsiones e identificaciones, buscadores de los objetos en los que anhela la satisfacción. Este sujeto autárquico recorre desde el sincretismo y la indistinción primitiva (o simbiosis originaria) hasta la discriminación de los objetos y la conciencia de sí mismo, donde  reconoce  al  objeto  como  distinto  e  independiente.

Esta  dimensión,  aunque importante y necesaria, es la más trillada en la experiencia analítica. (Las nociones de proyección, identificación proyectiva e introyectiva, son vicisitudes de ese itinerario madurativo.) El riesgo sería confundir la parte con el todo y pensar que esta perspectiva es exhaustiva. Cierta lectura de Freud  los kleinianos empuja en esta dirección: afirmación de individuación, mitología de la autonomía del sujeto, del rentado, sexualidad, ocio y placer, descaecimiento del orden patriarcal y del Estado nación, para mencionar sólo algunos. Soy consciente de que reúno con rapidez vectores que afectan a veces al sujeto de la intimidad y otras, al de la vida pública, ciu- dadana. Pero es que esta misma frontera está convulsionada.

Como señala desde la sociología Manuel Castells, la mundialización del comercio y la información ha traído por contraste la exacerbación de los particularismos identitarios étnico-raciales, religiosos o nacionales, y un resurgimiento de los fundamentalismos.

La libertad de la orientación sexual está actualmente consagrada. La homo sexualidad no es hoy ni delito ni enfermedad, y una figura de derecho consagra es- tas uniones, aunque sin legitimar la descendencia y la procreación asistida.

La profusión e instantaneidad mediática de la globalización llevan a uniformar estilos discursivos o a un galimatías donde el mundo se vuelve indescifrable. Con la computadora se puede chatear más con el desconocido de Alaska que con el vecino de enfrente. Cuando niños, la Segunda Guerra Mundial era lejana, las de Irak e Israel se nos vienen encima. Sobre todo en las grandes urbes, donde lo local se vuelve anónimo y desleído. El estilo de convivencia se hace furtivo y confunde la plétora y la carencia. Uno conoce tanta gente que ya no conoce a nadie. Nos presentamos con el nombre de pila pero sin el patronímico, dando por sentado lo fugaz del contacto.

  1. Los cambios son muchos, y más que sumirnos en una contemplación abrumada y nostálgica, nos compete trabajar los hechos nuevos en su impacto sobre la subjetividad y la psicopatología.

Estima Manuel Castells que estos hechos son cruciales y modifican los procesos habituales de construcción de la identidad colectiva (nacionalidad, etnia, barrio), y producen fenómenos reactivos de exaltación identitaria (fundamentalismos religiosos y étnicos que han alcanzado su auge en las últimas décadas). Cómo opera todo esto en los meandros de una vida íntima es un nuevo desafío que los ana- listas debemos asumir: en la producción y sujeción del sujeto a las figuras del Otro (sus maneras de pensar, hablar, creer, trabajar, comer o cantar), que probablemente siguen carriles diferentes de los de las generaciones que nos precedieron.

¿Cuáles son los procesos de subjetivación y de creación de lazo social que se fomentan y se proscriben en el mundo humano del tercer milenio?

¿Derrumbe o transformación? ¿Desmoronamiento o marcha ineluctable de la historia, que transita por caminos no predecibles? Tal vez un poco de ambos, y, más que hacer pronunciamientos catastrofistas debemos, de buen talante, tratar de leer con sagacidad, para ver qué es lo que cambia y qué es lo que permanece.

Es  probable  que  los  referentes  simbólicos  de  hoy  sean  más  rizomáticos  y menos coherentes que los de antaño, y nuestro deber es ser porosos ante esta innovación, lo cual, al menos en mi caso, no es sencillo. Poder digerir y asimilar los códigos  gestuales,  musicales,  de  indumentaria  y  comportamiento  de  las  nuevas generaciones, su relación con el consumo de objetos y drogas no es nada sencillo. Y el gesto defensivo de llevar la valoración a pautas autocentradas y autorreferidas fija  como  momento  ideal  aquella  fecha  en  que  yo  era  Superman,  disfrazado,  por modestia, en la timorata figura de Clark Kent (ya ven si estoy fuera de moda). Pero  sobre  todo  la  relación  con  las  palabras  y  con  el  tiempo  interior.  Desde  leer  a Proust, Román Roland o García Márquez, al videoclip, hay un abismo de estilos cuya extrañeza recíproca cabe interrogar. La disponibilidad de descentramiento y asombro ante lo inédito es una consigna cada vez más urgente en nuestra práctica cotidiana.

El tema de anudar avatares y destinos personales y colectivos fue antaño contaminado por veleidades revolucionarias y me llevó, entonces, a explorar el desierto del freudismo-marxismo, aunque la lectura de Bleger, Lefort, Althusser, Henríquez, Nancy y Lacoue-Labarthe sembró algunas inquietudes y conocimiento.

La actualización del tema del sujeto público vuelve como problema de reflexión y debate por vía de los pacientes y de las instituciones. No sólo la analítica, con la disminución de aspirantes a analizarse, sino el derrumbe de los recursos destinados a educación y salud, tan contrastante con el de hace pocas décadas. Aun más, el cambio de los referentes sociales -continuos y constantes en la historia- se ha acelerado de tal modo que se habla de vértigo civilizatorio. Desde la revolución informática y la instantaneidad globalizada de la comunicación y las finanzas, hasta los procesos productivos, de automatización y robotización, que merman la importancia de la mano de obra humana en la elaboración del producto terminado. Este proceso ha devorado millones de horas de trabajo, con lo cual la referencia del tiempo laboral rentado como referente social se pulveriza cada vez más. Este cambio ha comenzado hace pocas décadas y está en ebullición.

La familia, durante milenios unidad básica de la sociedad, que ordenaba prescripciones y proscripciones en el orden moral y sexual, se modifica por tasas de divorcio en crecimiento constante, familias monoparentales y filiaciones y parentescos mucho más diversos que los del legítimo y el bastardo de la sociedad tradicional. Una relación con el ocio, el placer y la sexualidad sin pautas claras, maniqueas; el peligro de hoy es una ambigüedad difusa de los límites entre lo permitido y lo prohibido.

¡Ay, las neurosis de antes ya no son lo que eran!, lloramos por momentos.

El tema de las nuevas patologías (y correlativamente, las nuevas normalidades), la merma de pacientes, es decir, de sujetos ávidos de padecer las peripecias que implica la larga aventura del diván, me empujaron a plantear el tema que propongo: ¿en qué sujeto pensamos para el siglo XXI?.

Esta preocupación viene ante todo de la práctica clínica, pero también de este discurso social en mutación y de lecturas de otras disciplinas que me han ayudado en la práctica clínica. Es casi obvio recalcar que tales cambios del mundo tienen que producir cambios en la mente, y sería un fundamentalismo dogmático pensar que en la experiencia analítica van a quedar intactos los parámetros fundacionales de su práctica. En la práctica diaria irrumpen a raudales los problemas del mundo y uno se  pregunta,  con  más  dificultad  que  antes,  dónde  están  los  conflictos  internos, aquello  donde  la  teoría  de  las  pulsiones  y  los  fantasmas  originarios  constituía  un referente suficiente.

Construir con pacientes jóvenes adolescentes un espacio analítico es una artesanía más compleja y penosa que hace un tiempo. No se lea esta reflexión como que- ja, sino como desafío, no como nostalgia de que todo tiempo pasado fue mejor, sino como desafío picante a develar lo que nos tiene atónitos y desconcertados. ¿Acaso no entender no es el sendero más frecuente que transitamos en el trabajo analítico?.

Que  lo  celebremos  o  lo  lamentemos  -pensaba  Serge  Leclaire (6)-,  el  mundo mediático (y ante todo la TV) es un elemento constitutivo de la cultura de masas de hoy en día. Un enorme cuerpo textual de imágenes y sonidos inextricables que circulan y dejan marcas en el fuero interior, mezcla de saberes, sugestión e hipnosis. El acontecer de hoy se escribe en el tumulto de informaciones diseminadas y anárquicas, «instantáneas» recurrentes de un bombardeo cotidiano; ¿hacen historia?, ¿la inscriben?.

¿Qué marcas quedan en el relato interior que cada uno debe inventar y tramitar? Desde la perspectiva del psicoanálisis, el sufrimiento está siempre ligado a las dificultades e impasses de la invención de nuestra propia historia. Las grandes coordenadas  del  espacio  biográfico:7   «el  peso  de  la  infancia  y  la  trama  familiar,  la fabulación  identitaria  y  la  representación  de  sí  como  síntesis  contradictoria  de experiencias que cristalizan; las creencias, los modelos de éxito y las estrategias de autocreación,  están  enmarcados  por  los  cambios  vertiginosos  del  mundo  que  nos rodea».

Las fuerzas sociales que impulsan estas coordenadas son hoy más que nunca ajenas al sujeto mismo y rebeldes a los saberes estatuidos, son enigmáticas respecto de  la  asignación de  sentido y  se  modifican  con  el tiempo y  el  ritmo  acelerado  del mundo de hoy, donde se dibujan, como telón de fondo, los campos de exterminio junto con la publicidad de Coca-Cola, de Mc Donald’s y de los cosméticos.

No se trata de desdeñar las coordenadas básicas del funcionamiento psíquico que son la herencia y el fundamento de nuestra disciplina, pero tampoco de desconocer los ejes inéditos que la invaden hoy día.

Es difícil -hoy y siempre-, en el quehacer del psicoanalista, sustraerse a las modas de éxito y adaptación, y buscar un sujeto que se desmarque de identidades miméticas para aventurarse a ser el agente y el destinatario de sentidos propios. Para ser viviente, estos sentidos tienen que tener algo de enigmático y, sin cesar, inventar con otros el próximo paso, que siempre será rengo… La historia de hoy, dice Leclaire,  ya  no  es  santa,  ni  épica,  ni  nacional,  sino  el  borroso  resultado  de  los progresos y del malestar en la civilización.

«El sujeto singular, habitado por una pluralidad contradictoria, tiene que inventar   la   marmita   donde   cocinar   las   narrativas   de   su   vida   y   sus   conjeturas identitarias.  Tenemos  que  clausurar  la  antinomia  individuo-sociedad  y  revelar  su intrincación profunda. La articulación de lo público y lo íntimo es a reformular.»8

La expansión tecnológica y el crecimiento geométrico de la urbe nos alejan de la experiencia íntima de las relaciones interpersonales. Anomia despersonalizan- te  o  su  expresión  reactiva  en  los  desbordes  de  subjetividad  de  particularismos identitarios: de las tribus urbanas a los fundamentalismos.

Arfuch afirma que, más allá de que los abordajes críticos del psicoanálisis y la historia evidencien el carácter ilusional de la autorrepresentación y la falacia de la unidad imaginaria del sujeto, por vía reactiva se busca acentuar la individualidad biográfica y de destino. Lo original como contracara o formación reactiva de la anomia.

El psicoanálisis ha construido durante un siglo la especificidad de su campo de práctica y reflexión. Algunos pensadores lo ubican como uno de los grandes relatos organizadores del pensamiento del siglo XX. Los paradigmas de la moderni- dad exigían a cada ciencia la obligación de precisar con rigor los límites de su campo, de su método y de su objeto. Hoy la zona de fronteras interdisciplinarias está de moda, no siempre para bien, promoviendo un conocimiento por yuxtaposición que suma frutas con tallarines, más productos de tienda y ferretería, y que, si bien nos da la ilusión de acumular datos para un saber enciclopédico, no tiene incidencia como transformador  de la realidad o generador de nuevos universos semánticos. No es esto lo que me interesa de la interdisciplina, sino su capacidad de generar espacios para nuevas preguntas y problemas. No en el nivel de la acumulación de enfoques múltiples, con la pretensión de que así sabemos más.

Si los referentes sociales y materiales que organizan nuestra mente han cambiado sustancialmente (familia, trabajo, dinero, sexualidad, placer, ocio); si por otra parte el mundo mediático quiere llevar al psicoanálisis al mundo de las psicoterapias, serias o triviales, lo que está en juego no es la especificidad, sino problemas de clientela o de marketing. Más allá de los problemas de mercado y subsistencia -para nada desdeñables- está el problema de cómo proceder en la construcción de un espacio analítico en la cultura actual cuando el procedimiento de confección de hace pocas décadas (venga cuatro veces, hable y pague) parece ser un modelo en crisis y ya inoperante.

  1. Mi atención flotante me informa (¿qué valor tiene esto, cuando cada uno de los miles de practicantes no tenemos ni el genio ni el valor de referencia del fundador?), mi atención me dice que hay cambios discursivos en el material que crean problemas «transculturales» graves entre las generaciones. Por ello, la creación del dialecto propio de la intimidad analítica lleva más penuria y esfuerzo que en las décadas precedentes.

La masividad de los problemas de la «realidad exterior» o social parecen un biombo o parapeto donde cada vez es más difícil leer el relato de la intimidad y la fantasía, lo propio del espesor de un sujeto (el que busca el psicoanálisis). Sujeto que actualmente nos parece sin espesor, derramado en el mundo, sin un foro interior reflexivo, autoteorizante de anhelos, proyectos y temores. Esto que no está o que está como hoyo, como vacante, hay que crearlo.

Me parece, de lo que precede, que la búsqueda de complicidad de un código y un  lenguaje compartido es una prioridad para la instalación de un proceso analítico y que disciplinarse en la proscripción de hacer teoría aplicada es más urgente que nunca, sobre todo (como se sabe desde siempre) porque en la ignorancia y el desconcierto el recurso más habitual es recurrir a los estereotipos conocidos. Soportar la incomprensión y la ignorancia sin apresurarse a intervenciones de teoría aplicada es un consejo técnico conocido desde hace mucho, pero hoy más urgente que nunca.

Si el diálogo con la interdisciplina puede tener el riesgo de perder la especificidad del psicoanálisis y caer en una difusión de identidad, tenemos que dar crédito y fe a una identidad analítica consolidada por largos años de diván y supervisión y arriesgarse en los barrios vecinos.

Entre nosotros (uruguayos), Daniel Gil ha sido pionero en la exploración de los bordes y ha sido por ello castigado como hereje por la ortodoxia, con el anatema siempre eficaz de: «Esto no es psicoanálisis», como si la única manera de seguir siendo psicoanalista fuera una ortodoxia conservadora de los textos fundadores.

  1. Bion siempre enseñaba que la teoría en psicoanálisis hay que olvidarla para que resurja inédita en el material de la sesión. Cuánto hay de permanente y cuánto de cambio en este resurgimiento, debe surgir de la experiencia clínica y no de la adopción ideológica de  axiomas  de  partida  o  de  autores  consagrados  que  nos  llevan  a mimetizar un psicoanálisis.

Claro que es más tranquilizador ir acompañado por Freud u  otro  sabio  que  ir  solo  y  a  tientas,  corriendo  el  riesgo  de  extravíos,  balizando  el terreno  entre  colegas,  diálogo,  debates,  confrontaciones.  No  se  trata  de  tirar  la herencia  freudiana  por  la  borda,  tampoco  de  ser  un  conservador  y  catequista;  vaya uno   a   saber  dónde   está   el   punto   de   síntesis   creativa   de   estos   dos   extravíos empobrecedores.

 

(5) Artaud, A. Histoire vécue d’Artaud-mómo (Historia vivida de Artaud chiflado). Obra completa, pp. 172. (Traducción personal.)
(6) En: Una réplica a su participación en Psi-Show.
(7) Arfuch, L. El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2002.
(8)Arfuch, L, op. cil.

Puede leer el artículo completo en: http://fepal.org/images/2004REVISTA/vinar%202.pdf

 

Bibliografía

Arfuch, L. El espacio biográfico. Dilemas de la subjetividad contemporánea, Fondo de Cultura Econó- mica, Buenos Aires, 2002.

Artaud, A. Histoire Vécue d’ Artaud-Mómo (Historia vivida de Artaud chiflado). Obra completa – Apun- tes del Lycée Frangais de Montevideo.

Dufour, D. R. Les mystéres de la Trinite, París, NRF – Gallimard, 1990.

Feyeraband, P. La conquista de la abundancia, Paidós, Barcelona, 2001.

Freud, S. [1920], Más allá del principio del placer, 0. C, 18, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1976. Gil, D., y Núñez, S. ¿Por qué me has abandonado? El psicoanálisis y el fin de la sociedad patriarcal, Trilce, Montevideo.

Habermas, J. «El futuro de la naturaleza humana. Creer y saber.» En: Rev. Relaciones 221, 2002, Montevideo.

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Kristeva, J. «A quoi bon des psychanalystes en temps de détresse qui s’ignore?» En: La psiychanaliyse;

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Laplanche, J. Nuevos fundamentos del psicoanálisis, PUF, París, 1987.

Lewkowicz, I. Función paterna: invariante estructural o construcción histórica. Inédito, comunicación personal del autor.

Ricoeur, P. Le conflit des interprétations; essais d’hermenéutique, Seuil, París, 1969.

Roudinesco, E. La famille en désordre, Ed. Fayard, París, 2002.

Zygouris, R. ¿Semejante o enemigo? Editorial Trilce, Montevideo, 1998. (Compilado por Marcelo Viñar.)

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