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Sinopsis[1]
Leo es un sesentón, padre, viudo, de una familia mexicana con hijos adultos que vive en el campo, en el Valle de Guadalupe (norte de México), al frente de una empresa familiar, un rancho de olivos con un pequeño establecimiento de procesamiento, que es de su propiedad, heredado de generaciones anteriores. En el rancho vive él con Benny, su hijo menor Down y ocasionalmente se queda allí su pareja, Clara. Leo realiza una convocatoria a las tres hijas que no viven con él, anticipando una semana la reunión familiar que tienen mensualmente, lo que alerta a las hijas de que algo importante comunicaría.
En el almuerzo, estando toda la familia reunida en torno a la mesa, Leo, desde la cabecera, comunica que hay una gran empresa china, una “corporación extranjera”, que está comprando todos los campos de la zona y que está interesada en la propiedad de ellos habiéndole realizado ya una oferta de compra concreta.
Leo cuenta la oferta que recibió e informa que, en caso que se resolviera vender, el dinero sería repartido en partes iguales entre él y sus 4 hijos.
La noticia impacta, ninguno se muestra en principio contento, activando recuerdos del lugar y del rancho en el que crecieron y donde se localizan, además, los recuerdos de su difunta madre. La complejidad de las relaciones van apareciendo en las conversaciones, a través de la risa, las confesiones, tristezas y enojos. Las opiniones sobre la venta se dividen.
La película va desplegando las características y las problemáticas de cada uno de los miembros, atravesados por la historia y mostrando el funcionamiento familiar, haciendo foco especialmente en la paternidad vista, a su vez, desde diferentes ángulos.
Comentario
Tomaré a la película como un pretexto para que nos ayude a pensar la parentalidad en el contexto actual, al estilo de lo que hacemos con una viñeta o situación clínica. Pero sabiendo que no es una situación de nuestra práctica. Acá no hay una consulta (habría que preguntarse si esta familia debería consultar). Ellos, a pesar de que están muy movilizados por la situación a la que se ven enfrentados, no apelan a un tercero externo para tramitarla. Buscan si miradas alternativas, diferentes, pero todo dentro de los mismo protagonistas.
Mi intención ahora es señalar algunas de las líneas que, como psicoanalista, se me destacaron de las muchas que propone la película.
Lo primero que me entusiasmó de la película es que nos presenta a una familia ubicada y afectada por su época, que es la nuestra. No es una familia atemporal.
La familia, como institución, no es nada que forme parte del orden de lo natural, es una creación cultural y por lo tanto, muta. No es algo estable pasible de ser abarcable en una definición estática. Esto es importante a tener en cuenta cuando, como analistas, tomamos contacto con familias. Porque existe el riesgo de que nos aproximemos con un modelo de familia en nuestra cabeza que nos hace ver como desviado o enfermo aquello que no se acomoda a nuestro modelo. En ese caso pasamos de analistas a moralistas y lo peor es que esto ocurre sin darnos cuenta. Ningún analista se va a definir a sí mismo como moralista, pero los hay.
El impacto de la época aparece de manera clara en el mismo problema que esta familia tiene que resolver. Una empresa multinacional, movida por una lógica capitalista, viene a colonizar territorios del tercer mundo, empujando a las pequeñas empresas a su desaparición y obligando a migrar de su tierra a los campesinos. Esto es una situación exterior que genera una crisis que la familia tendrá que procesar y de esto trata la película.
Las crisis familiares también pueden tener causas internas. Por ejemplo, ciertos momentos vitales ligados a fases históricas: el final de la vida laboral de Leo, el padre, que está asomando. El alejamiento de una de las hijas, que se irá a vivir a Chicago y que, para informarlo, tiene que recurrir a la desmentida, “Seguiremos viniendo regularmente”, dice. El embarazo avanzado de una de las hijas. Este punto merece algunas consideraciones en sí mismo por lo que lo dejo para más adelante.
Está muy linda presentada, la adolescencia y la madurez sexual de los nietos que los lleva a compartir en la familia, con total naturalidad, alternativas de exploración de su sexualidad que hace un tiempo solo aparecían en los divanes. Esto, además de mostrar cambios en la sexuación[2], está mostrando cambios en las relaciones intergeneracionales.
Kaés dice que las crisis evocan también la presencia de la muerte. Recuerden cómo se actualizaron varios aspectos en relación con la muerte de la madre así como las especulaciones sobre la futura muerte del padre y entonces, quién se hará cargo del cuidado de Benny, el hermano Down. A quién le tocará esa parte de la herencia.
Esta familia está atravesando una crisis (gracias a esto está la película) pero ojo con la idea de crisis de la institución familiar o del peligro de su desaparición, como a veces se escucha, cuando, en realidad, a lo que nos estamos enfrentando es a los cambios y a las nuevas formas de establecer lazos sociales.
Cambian las familias pero fueron y son necesarias para que el humano se desarrolle como tal, a partir de su desamparo inicial. Siempre habrá un lazo familiar alrededor del nacimiento. La familia es el lugar privilegiado de subjetivación. Y, a pesar de sus cambios, sigue siendo el lugar donde se encuentra lo que no se debe tocar, los objetos con el sello de lo prohibido y por lo tanto con la ley y sus interdicciones. La ley que pide a cada uno de nosotros la renuncia a algo con la promesa de su reencuentro posterior. Vemos en la película a cada una de las hijas y de los nietos, cada cual con sus recursos, tramitar de manera diferente la renuncia que, en ese momento, aparece representada por la casa de referencia familiar que podrían perder, el lugar del goce cargado de recuerdos. Cuando no opera esta renuncia nos encontramos con los nostálgicos eternos de aquello que una vez fue y ya no lo es. Esta tensión está también planteada en la película.
Cuando uno piensa y organiza el material de una familia que consulta e intenta una aproximación comprensiva utiliza algunos ejes para orientar su pensamiento. Por ejemplo, el motivo de consulta, la sintomatología expuesta, el sufrimiento, etc.
A falta de estos elementos, para seguir pensando en el material que nos propone la película, voy a recurrir a un ordenamiento artificial y por tanto, discutible.
Se me ocurre pensar en un eje vertical donde entraría la dimensión transgeneracional y dentro de ella, lo edípico. Y un eje horizontal donde se encuentra el complejo fraterno.
La dimensión transgeneracional en una familia es ineludible y está desde el vamos. En la medida que nos constituimos desde el Otro, las marcas del Otro nos constituyen. Esas marcas son el lenguaje, la oferta de sentidos, en fin, todo lo cultural.
Ahora, que las marcas de la familia sean constituyentes y determinantes de nuestro psiquismo, no significa que, cuando reconocemos alguna de ellas en los pacientes, se le pueda otorgar un poder predictivo sobre el sujeto ya que siguen vías inconscientes que cada cual procesará o procesó a su manera. A qué me refiero. Muchas veces se dice “Y bueno, con los padres que tiene o tuvo….” como si pudiéramos establecer líneas de causalidad.
Con respecto al ordenamiento generacional podríamos citar también el “contrato narcisista”[3] de Piera Aulagnier
Pero volviendo a la película encontramos muchas referencias a lo transgeneracional, incluyendo los secretos y tabúes. Voy a mencionar solo algunos.
El padre de la película es un eslabón de una cadena generacional (aquello que plantea Freud en Introducción del Narcisismo) heredó de su padre, un español alcohólico, malo en los negocios y gay de closet, según una de las nietas, el rancho familiar y debió hacerse cargo del negocio desde muy jovencito (¿éste sería el sueño no realizado de su propio padre?). Esto fue determinante para él y de alguna manera está pesando en su posición frente a sus hijas y la posible venta del rancho. Ahora, además de padre ya es abuelo y se encuentra desafiado por su propio nieto a quién en un lapsus le llama “mi único hijo varón”
Por su parte Julia, vía identificación, pretende ser escritora como lo fue su madre, aunque ella reconoce las diferencias con su antecesora. Se sabe con menos recursos. Dice “a veces pienso que me hago la poeta, nada más, para impresionar a mi mamá”.
En todas las familias hay repeticiones (por represión o compulsión) de cosas que no forman parte de los recuerdos manifiestos familiares. Nombro, aunque no reconozco en la película, elementos de la transmisión transgeneracional de acontecimiento traumáticos pasados que quedaron sin tramitar y que funcionan como indecibles en una generación y, en las generaciones siguientes aparecen como innombrados y finalmente ocasionará impensables en los nietos.
Pero, en otro nivel, si aparecen secretos o cosas de las que no conviene hablar.
Un fantasma importante, en este sentido y muy presente a lo largo de la película, es todo lo que gira en relación con la muerte de la madre en un accidente hace 6 años. Según dijo la abuela paterna, la madre idealizada, habría tenido un romance con un pintor, un tal Charlie Vega.
Si ahora, siguiendo con el eje vertical, pasamos a lo edípico, nos encontramos con muchos elementos de los que voy a seleccionar solo uno.
Mariana está cursando su tercer trimestre de embarazo y fue a la reunión familiar, sin anunciarlo antes, con su novia reciente. Por los dichos de Benny sabremos que antes había llevado a varias otras. Dice Benny respecto a la novia actual “se ve igual que otras novias de Mariana”. Al padre, que parece aceptar con naturalidad la homosexualidad de su hija y recibe cordialmente a su novia, le costó, sin embargo, aceptar el embarazo, aunque ahora parece disfrutarlo. No obstante insiste en querer saber quién es el padre, dato que su hija mantiene en estricto secreto y él protesta “el poco valor que según tu tienen los hombres” Es evidente que algo especial circula entre padre e hija, algo que trasciende lo tierno. Ella, además se siente la preferida del padre. Y es la que más se interesa por la intimidad del padre, preguntando sobre su sexualidad y especulando a propósito de un romance mantenido por él antes de la muerte de la madre. Más adelante nos enteraremos que Mónica, la novia actual de Mariana, es hija de la novia anterior de Mariana. Es decir que Mariana pasó de ser novia de la madre a ser novia de la hija, desconociendo en esto a la diferencia generacional. En otra escena, cargada de dramatismo, Mariana se ve presionada por sus hermanas a confesar de quién es el embarazo y entre llanto, confiesa que fue producto de una relación ocasional con el Meno Bentancur, que es de la generación del padre y que es el competidor y enemigo más grande del padre. Por alguna razón, entrampada en el drama edípico-incestuoso, ella no ha podido más que actuarlo aunque esto le generare sufrimiento. Y esto, el sufrimiento, es lo que nos convoca a los psicoanalistas a intervenir; no, las formas nuevas de lazo. Tampoco parecía dispuesta a otras renuncias cuando contesta que si bien no le gustaban los hombres para una pareja, si para “una cogida y ya”. Es decir, presenta la tensión entre lo estable y las relaciones ocasionales. Esto, independientemente del género del partenaire. Porque a su vez ella no se cuestiona su actividad bisexual. “Me gustó y ya, pasó”, dice Todas estas son modalidades de vínculos y diversidades que estamos viendo en la consulta y que nos interrogan. Muy cerca del planteo de Mariana está el de las relaciones abiertas. La monogamia cuestionada. Que, me pregunto, si no será el planteo actualizado y blanqueado, de las clásicas infidelidades. Por lo que podemos ver en Mariana hay un desafío doble, a la diferencia entre los sexos y las generaciones. Para rematar el asunto, al despedirse del padre, le informa que el futuro hijo va ser varón y se llamará como él.
Si pasamos ahora al eje fraterno, es fácil reconocer en la película la fuerza que tiene el vínculo entre las hermanas y la existencia del pacto fraterno (concepto que toma Kaës, pero que ya está en Totem y Tabú) que les permite conformar una alianza, un frente común, frente al padre. Entre ellas predomina la corriente amorosa, pero no de manera pura, también está la rivalidad y la envidia que se deja ver en algunos comentarios y críticas que circulan entre ellas, claro que sin participar al padre.
Me detengo un poquito para precisar, siguiendo a Kaës y a Kancyper, que las relaciones fraternas, aunque tengan una estructura triangular, no son un simple desplazamiento del complejo de Edipo, tienen su propia especificidad. A su vez podemos diferenciar el complejo fraterno[4] de los vínculos fraternos y de las relaciones de la hermandad. La hermandad se genera aunque no haya vínculos de sangre. El complejo fraterno, a su vez, es independiente de la existencia real de los vínculos fraternos (lo encontramos en hijos únicos) es uno de los organizadores inconsciente del vínculo (familia, pareja o grupo).
Ya Lacan llamó la atención sobre lo fraterno que él teoriza como el complejo del intruso. El destino ulterior del intruso será transformarse en rival para, finalmente, ser reconocido como un igual a sí mismo.
Ahora, entrando específicamente en el tema del ciclo -la parentalidad- también encontramos muchas cosas para pensar. Partiendo de esta familia que tiene como base a una organización tradicional (padre, madre e hijos), se muestran elementos de su recomposición y aparecen diversidades varias, propias de la época, que coexisten con la organización tradicional de base.
Por un lado destacaría que hay varias referencias a parentalidades (madres y padres).
Ya dijimos que el padre de Leo era alcoholista y mal comerciante. El yerno nunca conoció a su padre y su madre era una adolescente dedicada a las drogas. El padre de Clara (la novia de Leo) estuvo ausente.
La madre fallecida de la familia es traída en su faceta idealizada y en voz baja se habla de ella como la infiel.
Siguiendo con la diversidad
Julia, la escritora, separa con contundencia el deseo de ser madre del goce sexual. Defiende el derecho a su disfrute sexual, aunque sabe que esto choca con el vínculo que estableció con su marido, al que no quiere dañar. Este es su conflicto que asume y que quiere resolver. Pero, separado de esto y sin conflicto, se considera una “buena madre”.
Clara (la novia del padre) y Mónica (la novia de Mariana) han optado conscientemente no tener hijos. Fenómeno que estamos viendo cada vez más frecuentemente, tanto en hombres como en mujeres, con argumentos variados y que tendríamos que interrogar, no juzgar.
Mariana enfrenta a su embarazo con miedo, plantéandose, la monoparentalidad. Recién hacia el final de la película se ve tentada a invitar, muy tímidamente, a su novia a conformar una familia que, en este caso, sería entonces homoparental.
Hasta aquí estamos hablando de procreación natural, que es lo que aparece en la película, es decir el acoplamiento carnal entre un hombre y una mujer. Roudinesco señalaba el rechazo que existía en algunos homosexuales que optaban por formar una familia, a plegarse a las reglas de la procreación natural.
Pero la aparición de la reproducción asistida hizo posible el engendramiento disociando sexualidad de la reproducción. Se puede ser padre o madre sin contacto físico e incluso con prescindencia del cuerpo del otro sexo: pensemos en los vientres de alquiler o los bancos de semen, donde puede haber incluso semen de hombres muertos. Todo esto obliga a repensar los lazos de sangre, el parentesco y la filiación. Filiación que está ligada a un orden simbólico y engendramiento que refiere al cuerpo biológico. El genitor nunca es padre espontáneamente, hace falta una atribución simbólica, una adopción, tanto del lado del padre como del lado del hijo, para que la función se sostenga en el genitor.
Termino comentando algo sobre Leo, el padre de la película, un personaje entrañable.
Se lo ve interesado en la vida de cada una de sus hijas, pero cuidando no meterse demasiado en sus decisiones. Es amoroso con sus tres nietos manteniendo con cada uno una relación singular. Disfruta de ser padre de Benny, otro personaje querible.
Por otro lado es firme y sabe imponerse cuando es necesario.
Pero fundamentalmente es humano. Se deja ver y se reconoce con fallas. Es un hombre barrado y no por eso claudica en sus funciones, las ejerce con firmeza. Y, enfrentando a las críticas de sus hijas, las retruca “no les gusta que yo sea un ser humano”. Claro, las hijas ya no lo idealizan, lo critican, pero tampoco le toleran que envejezca.
Lo cito.
“Todo el día me cacho pensando largo y tendido en mis padres. Pienso en ellos y en su impacto en mi vida. En las impresionantes torres que fueron para mí. Para bien y para mal. Los recuerdo como dos gigantes con 20 años menos de los que yo tengo ahora.
Los entiendo mejor que nunca, los quiero más que nunca y los perdono más que nunca.
De todo lo que hay que perdonar a los padres, sus contradicciones, impaciencia, sordera, sus tristezas”.
Y sobre sus hijas dice:
“Veo lo peor y lo mejor de su mamá y de mí en ustedes.
Encantadoras y complicadas
Sensatas y dramáticas
Elecciones de vida admirables aunque algunas veces espantosas
En todo caso sus rostros siguen siendo para mí el paisaje perfecto”
Film: García, R. (Director). (2023) Familia [película]. Netflix
[1] Padre: Leo. Hijas/os: Rebeca (médica), Julia (la escritora), Mariana (embarazada) y Benny-Mónica (pareja de Mariana); Dan (esposo de Rebeca), Clara (pareja de Leo), Alan (el hijo de Rebeca), Erika ( hija de Rebeca), Amanda (hija de Julia)
[2] Sexuación, intenta definir el modo como el sujeto asume su lugar en el reparto de los sexos. A diferencia de la sexualidad como condición universal, la sexuación es la solución alcanzada por cada sujeto frente al imperativo pulsional. La sexuación dice que nunca se es del todo lo que se supone ser al definirse como hombre o mujer. Asunción inconsciente de una posición en términos de deseo y goce. Braunstein: modo particular de posiciones de cada hablante ante la función fálica que está determinada no por la anatomía ni por la cultura sino por los avatares del complejo de Castración (determinante del saber inconsciente) y del deseo que resulta de ese complejo como expediente para la subjetivación de la falta en ser.
[3] El contrato narcisista es una operación simbólica que está vinculada al encadenamiento generacional.
[4] El complejo es “un conjunto organizado de representaciones y de investiduras inconscientes, está constituido de los fantasmas y de las relaciones intersubjetivas en las cuales la persona toma su lugar de sujeto deseante con respecto a otros sujetos deseantes”.
Complejo fraterno, es una organización intrapsíquica triangular de los deseos amorosos y de odio frente a ese “otro” que un sujeto reconoce como hermano o como hermana.
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