Mujer en guerra. Foto: Maco Cine
Es un film noble y sorprendente, tiene algo de relato violento (thriller) y también de lirismo de égloga en paisaje de piedra y lava. Es que Islandia es otro personaje en el relato. Los volcanes de la isla entran en erupción en cualquier momento. Las bajas temperaturas que allí reinan, más sus temblores de tierra y piedra, y de súbito, la salvación, un remanso de agua termal, que salva a la protagonista de morir congelada. Halla, la heroína es profesora de canto, pero también está en su juego de guerra. Sus recursos son de eximia mujer de acción que sabe como hacer caer torres de acero y cables de alta tensión en instalaciones millonarias de la industria pesada, que ya ha llegado para quedarse, y proseguir con la fundición de aluminio.
La persecución a ese fantasma saboteador y subversivo que se esfuma en el aire, está hecha de helicópteros, drones de visión nocturna, vallas policiales, pero Halla sabe como camuflarse una y otra vez, con el conocimiento que tiene de su tierra. La circunstancia del film es de estofa global (o antiglobal), el alegato es de discurso apocalíptico de cariño y adhesión a la naturaleza, de prevención ante los arrestos de la industria pesada. Esta no respeta límites ni consecuencias, ni tampoco desdeña acudir a recursos apocalípticos en su prédica de expansión. Halla, y su hermana Asa, son parecidas o gemelas, lo que aporta otro recurso ficcional que hace progresar la trama. Aquella es una mujer sola, independiente, su pensamiento social está en las antípodas de su hermana Asa. Aquella hace yoga, es una mujer-naturaleza, comulga con la tierra islandesa, la cuida, la protege del peligro que corre ese paisaje hermoso y secamente feroz.
La otra hermana sueña con emigrar a la India, para encerrarse en una pagoda, (“un convento” se burla Halla) pero además hay otro personaje, una niña pequeña Nika, ucraniana, huérfana y Halla quiere adoptar a Nika.
Unas palabras sobre la formalidad estética del film. No hay juegos interpersonales, si los hay son sobrios, sugerentes con un gesto, con un abrazo en silencio, con efectivos juegos de disfraces. Hay personajes simpáticos que proveen un fondo musical y brotan del paisaje en súbita aparición. Tambor y trombón anuncian con repiques ominosos un peligro, o un ritmo repetitivo, anuncia una nueva acción tensada por un riesgo inminente. Tres mujeres ataviadas como si fueran las tres Gracias, o un trío de Mamuskas, contemplan la acción y cantan. Aparecen y desaparecen en el aire al igual que los músicos. Juegan rol de cómplices de Halla que no duda en su gesta menor de emprender elecciones de senderos que se bifurcan.
“Mujer en guerra”. Islandia. Francia. Ucrania. 2018. Dir: Benedikt Erlingsson. Con: Halldôra Geirharosdôttir, Magnus Trigvalsson Elliossen
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