Animal
El film responde, parcialmente, a expectativas signadas por disposición favorable. La trama gira ante el dolor de la gente que aguarda por un riñón providencial, que puede dar un giro a sus vidas, condenadas a una diálisis paliativa, y a una espera burocrática; el arribo de un sesgo milagroso en verdad, que infunda resultados y renovación de esfuerzos y más paciencia ante una terrible y larga lista de enfermos desgraciados, que no avizoran otro destino, sino un inhóspito silencio y, eventualmente, la muerte.
Antonio Decoud, ( está muy bien Francella en la construcción de ese personaje que responde en escenas de bravura, cuando la alienación exasperada de Antonio crece hacia un estallido casi criminal de locura); él es gerente de importante frigorífico en Mar del Plata, y no termina de poder salir de ese laberinto que interminablemente recorre, en pavorosa encrucijada de vida: del Centro de Diálisis a hermosa casa en el exclusivo barrio de Los Leños, con el consejo y la compañía de su mujer (Carla Peterson, muy bien en pequeño papel de apagada y paciente esposa), más la alegría que le depara el crecimiento de sus pequeños hijos. En esa espera, Antonio se está volviendo loco, lo obseden las preguntas a posibles donantes, las consultas en Google, el no poder contar con el riñón de su hijo mayor quien huye despavorido el día de la operación-trasplante acordada, pero que no podrá ser.
El otro escenario es el de la planta frigorífica monumental y roja y sangrante y visceral, donde Antonio como gerente de producción supervisa reses y medias reses, que en escenario desbordante parecen aplastarlo. Reducido, empequeñecido Antonio, dentro de sus botas de goma, teñidas de sangre. La trama de Bo y Guidobone aloja esas fantasmata, imágenes de cuerpos despedazados, que aluden a la llegada al fin de un riñón “con alas”, que prometen una segura escaramuza ante la imagen de una segura/incierta muerte.
Los antecedentes del director Armando Bo (nieto de Armando, hijo de Víctor) pesaban también en las expectativas auspiciosas: el libreto de “Biutiful” (2010); un film sobre vida de Elvis Presley, (“El último Elvis”, 2011); y de “Birdman” o “La inesperada virtud de la ignorancia” (2014) —el primero y el último fueron films del realizador Alejandro González Iñárritu, en los que Bo intervino como libretista.— El director se maneja con profesionalidad creativa, donde marca las señas de su estilo; en esta ficción inusual, violenta, con ribetes testimoniales, (la mala vida en madriguera del donante y su compañera), ora de terror, ora de suspenso, en que el título puede aludir a un básico instinto de conservación que flota sobre la vida de Antonio, y estalla en imágenes de abismo, de lluvia de sangre, en acto final de locura. Tomas abisales de la naturaleza, en embravecida costa, o en lluvia desolada que castiga una y otra vez a sus personajes ateridos de frío, un frío que viene de adentro, en simbología de hondas grietas del alma en sus acorralados personajes.
En la pareja de marginales, dispuestos a negociar —casa por riñón—destaca Federico Salle, en su personaje de Elías, pobre diablo, que sabe apretar desde su rincón pobre y sucio, donde abreva su astucia, su capacidad para la extorsión, su aptitud de ser un descarriado y un escurridizo canalla. Antonio, en la lucidez paradojal de su locura, entiende que de Elías solo podrá obtener algo si lo secuestra y se mete literalmente en su cuerpo, para desde allí, con ayuda de un cirujano amigo —no menos bribón que Elías— extraer la preciada víscera.
Una superlativa, precisa y ajustada banda sonora de Pedro Onetto, mezcla arias de ópera, canciones populares francesas, americanas, ruidos acompasados, crecientes, percutientes e invasores.
Quizá la decepción del espectador entusiasta derive en que el film tiene altibajos, secuencias fallidas, escenas logradas y otras que son pifias; el remate es opaco y fácil, en una suerte de anticlímax, que trae una calma inesperada, plácida casi, que contrasta con el barroco decurso precedente que anunciaba un final amargado y no tan armónico.
Quizá otra reflexión autoriza la lectura de un hombre que ha quedado solo, pero que, sin hacer más repetido inventario de altos costos, es un hombre solo que ya no espera.
“Animal”. Argentina. 2018. Dir.: Armando Bo. Con Guillermo Francella, Carla Peterson.
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