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Escuela de Discapacitados Motores Nº1 del Distrito Escolar 15
Equipo MAP D. E. 19 / Docente en CENTES
Comencé mi trayecto como maestra de Educación Especial en la Escuela N°1 de discapacitados motores, allá en Belgrano, en el año 2012.
No puedo negar que me impactó sensorialmente el cuadro visual de aquellos niños, niñas y adolescentes que, sentados en sus sillas de ruedas, algunos con serias dificultades para hablar, otros con pronósticos desfavorables, andaban por la vida sobre los rieles del mismo borde de lo inexorable.
Sus visitas frecuentes al instituto de rehabilitación psicofísica IREP Ramsay, y algún compañero que se había ido ya para siempre, eran parte de aquel escenario de la urgencia, que se presentaba puro ante nuestros ojos, naturalizado y en tiempo continuo, y que, día tras día me interpelaba como docente, hacia la creación de narrativas artísticas como parte esencial de cada andamiaje de contenido escolar. Narrativas que servían de cierto velo poético ante “eso” innombrable e irrepresentable que se imponía en la rutina institucional.
Encontré en la música la función inevitable, capaz de investir de magia las sensaciones que irrumpían desde lo real.
La guitarra acompañó el desempeño de mi rol docente en aquella salita de adolescentes, tanto en actividades de enseñanza y aprendizaje en el aula, como también en los recreos y especialmente en los saludos a la bandera, en los que cada mañana nuestra almita anunciaba, entre húmedos parpadeos entrelazados a los acordes de la canción “Sube bandera del amor”, el inicio de un día más para estar en la escuela y aprender juntos.
Nuestra vida escolar transitaba en un clima agradable, entre sacudones reflejos provocados por las risotadas desenfrenadas de aquellos adolescentes, y nuestro deseo como docentes, de estar apostando no sólo a la creación de configuraciones de apoyo curriculares y de acceso, sino que se trataba de una posición de asombro sostenida desde la falta, actitud que facilitaba complicidad entre colegas y equipo de conducción, haciendo escuela desde lo posible transformando situaciones escolares en acontecimientos de inclusión.
En el año 2013 me tocó el acto del 12 de Octubre, Día del Respeto por la Diversidad Cultural. No sabía qué hacer. Contaba con la sólida permanencia de nuestro ritmo diario incorporado. Se me ocurrió tomar la canción “Sube bandera del amor” porque la cantábamos cada mañana, era parte de nuestra vida escolar, ya la conocían.
Le propuse a mi pareja pedagógica presentar a conducción un proyecto Efeméride para el acto del 12 de Octubre, utilizando la canción de la bandera intervenida, esto es, dándole una significación relacionada a la diversidad cultural, en la que cada actor de la escuela represente a su sector. Por ejemplo: que la vicedirectora representando al equipo de conducción elija un género musical con el propósito de que cante una estrofa de la canción desde dicho género. Que cada actor institucional interprete un estilo diferente, de modo que la canción presente una diversidad de ritmos resonando la multiplicidad de culturas, y a su vez dando cuenta de las semejanzas que nos identificaban como comunidad educativa de la escuela Nº 1.
No se si esto se llamará inclusión, lo que tengo clarísimo es que la pasión empezó a circular por la escuela siendo afectada por una casi revolución, revitalizada en su libido, alterada en su temporalidad.
La escuela se invistió de Eros multiplicando y fortaleciendo lazos y los efectos fueron inconmensurablemente embriagadores.
Primero hicimos una reunión – ateneo- para contar la propuesta, a la que se fueron sumando, un auxiliar A en coros; un auxiliar B en guitarra eléctrica y voz haciendo estilo Rock Metal; un auxiliar C en performance de baile; la vicedirectora en canto estilo Melódico; la profesora de música en piano, acompañamiento, acordes; el profesor de música en guitarra criolla haciendo ritmo reggae, en charango ritmo carnavalito y también en vocalista; mi pareja pedagógica representó a las maestras de grado haciendo solo de voz en balada, también acompañando en la técnica y monitoreo de alumnas que realizaron los solos vocales; los alumnos realizaron los coros, contravoces y percusión ejecutando chinchines, triángulos y bombo; yo estaba en dirección artística general y guitarra acústica; la maestra facilitadora y otros docentes colaboraron con el aspecto técnico y de edición del video que se encuentra en las plataformas digitales.
Trabajé individualmente con el profesor y la profesora de música en los intersticios institucionales, luego de terminar alguna actividad del aula.
Maestras, alumnos, auxiliares y conducción tenían en papel la forma de nuestra versión de “Sube”, “la estructura de la canción”, escrita con diferentes colores en cada estrofa indicando la participación de cada uno.
Entonces… arrancaron los ensayos!
Si hubiésemos trazado un dibujo topológico, del desplazamiento de personas en la escuela hubiésemos registrado una otra morfología migratoria, durante “esa pausa”, apuesta[1] que duró aproximadamente un mes. A la hora de la cita del “ensayo”, los chicos parecían volar en sus sillas de ruedas dejándose deslizar por el pasamanos de los corredores, golpeaban la puerta de nuestra sala de adolescentes y me decían: – “Profe Bet hoy tenemos ensayo!-”
“La Banda de la 1”, nombre que identificó esta producción musical, requirió de encuentros individuales y grupales, ensayos de interpretación vocal, (aprenderse melodías, por ejemplo la introducción), ensayos de ejecución de instrumentos de viento, de cuerdas, de percusión.
La escuela se volvió loca de amor, cambiamos el uso de los espacios, intercambiamos aulas, surgieron nuevos pactos, permisos para salir de algunas clases y rearmar otros grupos de trabajo paralelos incluso en otras horas, alteración que reorganizó nuestras actividades en torno a aquella actividad sensible que, sin dudas fue vivida como una experiencia onírica.
La actividad musical, como trama simbólica e imaginaria, impactó el cuerpo institucional causando un recorrido pulsional vehiculizado por la voz como cuerpo de los alumnos, acotando la crudeza de lo real.
La música como sistema lingüístico, desde su temporalidad, entre apariciones y desapariciones de signos y símbolos, opera en los silencios – tiempos de escansión – intersticios – como función subjetivante;[2] significando, haciendo marca.
La frecuencia de alternancia, el ritmo como operatoria simbólica hace de legalidad a quien la ejecute, el tope que causa la música ordena al sujeto, quien debe ajustarse a los tiempos de la partitura o canción, incluyéndose en la serie de significantes como uno más respecto de la terceridad o función metáfora del sistema musical.
Parafraseando a Perla Zelmanovich cuando se refiere al texto “Gramática de la fantasía”[3] de Gianni Rodari, este movimiento fue como tirar “una piedra en el estanque” de la rutina escolar, un impacto para la trama de la fantasía de la institución, ya que su resonancia conmovió los vínculos, hechizando la Escuela de Discapacitados Motores Nº1 del Distrito Escolar 15, con un acto que, sin duda, fue una intervención Dionisíaca[4] en un marco de inclusión educativa.
Bibliografía
- Demarco, Fabiana. (2016) …// ¿Cómo opera un des totalizador? …// p. 23 La inclusión como efecto del colectivo. Cuaderno de diplomatura en inclusión escolar con orientación en TES. Coordenadas de lo posible. UNTREF Universidad Nacional de Tres de Febrero.
- Espiña, Yolanda. (1966). La música en el sistema filosófico de Hegel. p. 60. “El sonido como lo que suena es un aparecer y desaparecer contínuo de vibraciones sonoras que se producen en el espacio; esto es percibido como sensación por el sujeto que oye. Ahora bien, el yo obra como subjetividad en tanto que es lo que mantiene la unidad de la sensación en ese permanente aparecer y desaparecer de las vibraciones espaciales (exteriores), que él convierte de modo inmediato en temporales (interiores)…”. Universidad de Navarra.
- Rodari, Gianni. (2002) “Gramática de la fantasía” p. 9. La piedra en el estanque. Editorial Booket. https://es.wikipedia.org/wiki/Dioniso
[1] Demarco, F. (2016) ¿Cómo opera un des totalizador? p. 23 La inclusión como efecto del colectivo. Cuaderno de diplomatura en inclusión escolar con orientación en TES. Coordenadas de lo posible. UNTREF Universidad Nacional de Tres de Febrero.
[2] Espiña, Y. (1966). La música en el sistema filosófico de Hegel. p. 60. “El sonido como lo que suena es un aparecer y desaparecer contínuo de vibraciones sonoras que se producen en el espacio; esto es percibido como sensación por el sujeto que oye. Ahora bien, el yo obra como subjetividad en tanto que es lo que mantiene la unidad de la sensación en ese permanente aparecer y desaparecer de las vibraciones espaciales (exteriores), que él convierte de modo inmediato en temporales (interiores)…”. Universidad de Navarra.
[3] Rodari, G. (2002) “Gramática de la fantasía” p. 9. La piedra en el estanque. Editorial Booket.
[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Dioniso
@betinaruscelli
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