Pluritemática - 21 noviembre, 2024
La Cenicienta y el ballet
por Irene Macek

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Los cuentos infantiles perduran a través del tiempo, pasando por las modificaciones de los lugares de donde proceden y de cada época. En general todas las versiones resultan de narraciones orales, que más tarde son escritas, acerca de un mismo contenido.

Cuento y estilo.

En el caso de La Cenicienta, dentro del mundo occidental, se tiene conocimiento que el primero en escribir y publicar sobre este tema fue el napolitano, Giambattista Basile que llamó a su obra: “La gatta Cennerentola”, seguido por el francés Charles Perrault, cuyo título fue: “Cendrillon ou la petite pantoufle de verre”, ambos relatos guardan muchas similitudes, a pesar que difieren de su antiguo origen oral. Más tarde, aparece este argumento en una colección de cuentos de hadas escrito por los hermanos Grimm, quienes modifican el texto a través de su mirada alemana. Por otra parte, las descripciones de Perrault y Grimm, fueron las que más se popularizaron, con el agregado de Walt Disney que la llevó al cine, suavizando las escenas sangrientas y crueles -por considerar a la audiencia infantil- dejando plasmado para siempre, en los rostros de la madrastra y las hermanastras, la acritud y el color de la envidia.

Rastreando el origen del cuento, la primera trama se encuentra en Egipto, luego aparece entre los romanos, seguido de los chinos, donde se introduce por primera vez el “pie pequeño”, dado que Yeh Shen –o sea nuestra Cenicienta- enamora al Emperador, no sólo por ser hermosa, sino por el tamaño de sus pies, ya que en la dinastía Tang comienza la admiración por los “pies de loto”, cuyas medidas no exceden los10 cm. de largo.

Los cuentos infantiles con la diversidad de enunciaciones, todos tienen un motivo principal, una línea moral qué, al admitir varias lecturas, se podrá aprovechar. Un ejemplo lo tenemos con la manzana de Blancanieves –esta fruta aun sirve de modelo a los padres- para que alerten a sus hijos explicando: “no deben aceptar nada de ningún desconocido”. Aunque en el caso que nos interesa, se refiere a otros valores morales, donde el bien siempre triunfa.

Zapatitos y otras diferencias.

Tanto el calzado de la protagonista, como los lugares donde se gesta la narración, está sujeto a las distintas sociedades y a su tiempo. Perrault, tiene un hada, una calabaza-carroza, aunque su núcleo está en recoger los sentimientos latinos, cristianos y benevolentes de los franceses; ya que Cenicienta perdona a todos. Es tan amplia su generosidad, su misericordia y capacidad de perdón, que sus hermanastras se casarán, a través de su influencia, con aristócratas donde todos vivirán felices comiendo perdices.

En otro orden actúa el texto de los hermanos Grimm, aquí no existe un hada, el destino   lo cumplen, el pájaro -que habita- el árbol, que resulta mágico; cultivado en la tumba de su madre, donde la joven lo riega a menudo con sus lágrimas. Los autores señalan el contacto que el personaje tiene con las palomas, aves que también fueron acompañantes de Afrodita. Por otra parte, enumeran episodios jocosos-sangrientos, donde sus hermanastras se cortan los dedos de los pies y los talones con tal de calzar el famoso zapatito. Las palomas son quienes alertan al Príncipe sobre estas argucias. (La intervención de las aves está muy presente en este tipo de relato. En la narración egipcia, es un águila que roba la sandalia de pedrerías y la lleva al Faraón). Los hermanos Grimm, dentro de una tónica religiosa, protestante, castigan a las envidiosas,   malvadas, hermanastras, con los pájaros, picándole los ojos y dejándolas ciegas para el resto de sus días.

Sobre los zapatitos surge las diferencias, se nombran dorados, de cristal, de oro y en el caso de la leyenda china, es de seda primorosamente bordado. Esto ocurría porque las mujeres trabajaban en la “ruta de la seda”, que se introdujo en Europa; allí creaban cuentos, historias, para que su trabajo no fuera tan tedioso. Con todos estos elementos, llegados al continente euroasiático, no es de extrañar que, para Perrault era un zapatito de cristal, para los hermanos Grimm de oro, y luego fueran incorporadas las zapatillas de ballet.

Música y danza.

Prokofiev, está considerado dentro de los músicos más importantes del siglo XX. Fue un creador incansable, donde se destacan siete óperas, ocho ballets, siete sinfonías, conciertos: para piano, violín, violonchelo; más nueve sonatas para piano.

Diaghilev detectó enseguida sus aptitudes y le encargó que escribiera algunas obras para su compañía de Ballets Rusos. Aunque a Prokófiev le interesaba más la ópera, el éxito que cosechó con estas producciones. “Chout”, “Le pas d´acier” y “El hijo pródigo” lo animaron a seguir apostando por el ballet. Después de la Revolución de 1917 Prokófiev se instala en EE. UU. Donde se casa con una joven española, Carolina Codina -de esta unión nacieron dos hijos- pero las oportunidades de trabajo disminuyeron con la Gran Depresión (1930) y retorna a su tierra natal en 1936 junto a su familia. Allí es donde compone con virtuosismo: “El teniente Kijé”, “Pedro y el lobo”, “Alexander Nevsky”, las “sinfonías Quinta y Sexta” “En guardia por la paz”, las “Sonatas para piano Números 6-8”, más los ballets “Romeo y Julieta” y “Cenicienta”.

Las versiones del ballet “Cenicienta” han sido variadas, esto nos lleva a recordar el concepto de Danto – norteamericano, crítico, teórico e historiador de arte- cuando sostiene que, una persona, al apropiarse de una historia cuyos contenidos y símbolos son originalmente de otros lugares, hace que el “artista” lo haga suyo, para otorgarle un contexto de resignificación. Dicho de otro modo: es apropiarse de “un tema”, que ya es “una realización”, donde lo puede cambiar de contexto o no, para darle un significado renovado y lograr una nueva realidad, a partir del bagaje original. Sin duda es una cadena de símbolos y significantes. En este caso, de la exposición oral se pasa a la escritura, estas publicaciones llevan a la música, más las ramificaciones que siguen; ellas pueden ser: ballet, teatro, cine y las aplicaciones que se pueda tener con el uso de las nuevas tecnologías. Estas últimas avanzarán, frías y perfectas, pero nunca podrán abolir la sensibilidad y las emociones humanas.

El Ballet Nacional del Sodre (BNS) presentó la versión de Cenicienta por la coreógrafa brasileña Marcia Haydée y el coreólogo uruguayo, radicado en Chile, Pablo Aharonian –cabe señalar que es el único latinoamericano- que domina esta especialidad. La coreología es relativamente nueva, (1940) surgió de la alianza de la bailarina Joan Benesh y el matemático Rudolf Benesh. Es un método que registra los pasos y movimientos de cada bailarín junto a las emociones que transmite cada integrante y el clima escénico que propuso el coreógrafo. Con esta singular ayuda, Marcia Haydée se asegura la fidelidad de su obra.

Marcia Haydée es una “joven” figura, nacida hace 87 años en Niteroi, Brasil, su primer profesor fue Vlaslav Veltchek, quien también dirigió el antiguo SODRE. Con su buena formación, partió a los 15 años para bailar en el Royal Ballet School de Londres. De ahí en más, estuvo en las grandes compañías, de Maurice Béjart, John Neumeier, Kenneth Mc. Millan, el Marqués de Cuevas y John Cranko, al que sucedió en la dirección del Ballet de Stuttgart, cuando falleció en un accidente aéreo.

A pesar de los escollos que Haydée tuvo que superar, le tocaron siempre ballets hechos a su medida, donde bailó con grades figuras, como Nuréyev y Baryshnikov. Cranko fue muy importante en su carrera, de hecho, ella fue su musa para crear versiones tan disímiles como: “La fierecilla domada”, “Romeo y Julieta” (emblemático ballet de Prokofiev, con excelente lucimiento masculino) Onegin y Carmen.

Marcia Haydée sabe, por experiencia, que los bailarines son especiales y hay que saberlos dirigir; por esa razón estuvo 17 años en Chile y 23 años en Stuttgart. Si bien   valora mucho la técnica –y reconoce que hoy los jóvenes están mejor adiestrados- necesita que sus bailarines “sientan”, se emocionen, puedan expresar sus impresiones y   sentimientos. Es por ello que, en sus declaraciones, habla del alma y del corazón, lugar que señala con su mano.

Las técnicas y las fantasías.

Montar un espectáculo nunca es fácil, si bien Haydée había realizado “La Cenicienta” en Chile, los desafíos son diferentes en cada lugar y con cada compañía. Este proyecto del BNS tenía de antemano la garantía de una coreógrafa, cuya figura es reconocida internacionalmente, por coordinar el ballet clásico con la danza moderna y la representación teatral; llegando así, a humanizar cada personaje, entrelazando con ello, la técnica junto a la música.

La impecable batuta del director brasileño, Tobías Volkmann, se fusionó a la coreografía de Haydée, dónde cada uno exhibió su arte y sensibilidad. Esto es el núcleo de la representación, pero el espectáculo es mucho más, necesita de los “artistas ocultos”, los que dan brillo, manejan los espacios e iluminan el escenario. En este caso, la escenografía y el vestuario, si bien están al servicio de la obra, constituye un hito a destacar, donde Hugo Millán trabaja la escena como un orfebre y el color como los pintores Impresionistas. Es importante decir, que esta conjunción se logra cuando escenografía y vestuario está confiado a un solo técnico. Aunque todo este trabajo –bocetos, realización- no luciría de este modo, sin el apropiado y hermosísimo diseño de iluminación de Sebastián Marrero. Ambos técnicos desarrollan un ambiente mágico, en un mundo fantástico, más allá de un cuento de hadas, de las proyecciones animadas que articula esta fanfarria y la meticulosidad de los realizadores, artesanos con destacados oficios que posee el teatro. Esta situación es más favorable, que acudir a la tercerización, ya que contribuye a consolidar un proyecto en toda su expresión.

El hecho de existir más de un elenco y que sean rotativos, nos exime comentar el desempeño de los bailarines; pese a ello la teatralidad está presente, no sólo en las desopilantes hermanastras, sino en el hecho que, Cenicienta conserva su calzado, pero pierde el antifaz; esto da lugar a que el Príncipe, mirando a Cenicienta a los ojos, se dé cuenta que, a pesar de su aspecto, ella es quien genera el motivo de amor, aun con la barrera interpuesta por la máscara.

Marcia Haydée ha declarado: estar orgullosa de su edad, que se debe hacer coreografías para bailarines “mayores” -citó el caso que en La Ópera de París a los 40 años hay que cederle el paso a los más jóvenes- y que el ballet es como la vida, fluye en sus acciones. Esto último no parecía tan pertinente, pero mientras redactaba esta nota llegan dos noticias, que cambian la mirada, una a nivel internacional, la muerte a los 39 años, de Vladimir Shklyarov, el mejor intérprete ruso de este momento, estrella del Teatro Mariinski, apodado “el bailarín de sangre azul”, a quien el Teatro Colón lo esperaba el año próximo para bailar Gisèlle. La otra es una noticia local, se trata de la renuncia de Ciro Tamayo al BNS. Tamayo llegó a Uruguay siendo un adolescente, tanto, que su madre tuvo que viajar para alquilarle una vivienda porque era menor de edad para las normas inmobiliarias. Este malagueño nos acompañó durante 13 años, si bien ya venía con sobradas aptitudes, formado en Londres en el Royal Ballet School y como pianista en Madrid; lo vimos crecer, manejar las técnicas de la danza con sus diferentes matices, en sus giros, piruetas, y más que nada sus saltos, utilizando su cuerpo y su máscara actoral en todos los personajes que le adjudicaron, especialmente los príncipes, puesto que él ya tiene sangre noble dentro del ballet. Desearíamos que su desplazamiento físico no sea tan lejano, para tener la oportunidad de seguirlo, pero como dice Haydée, esto se enmarca en el fluir de la vida… Es por ello que, desde aquí, le deseamos a Ciro Tamayo: ¡El mayor de los éxitos! ¡Y en nuestra memoria quedará grabado un chico rubio, como “El Principito”!

 

 

 

 

 

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