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Encontrar un artista a quien admirar es una de las mejores experiencias dentro de las posibilidades que nos da la vida. Experiencia posible de replicar muchas veces, considerando que nuestro complejo mundo, que alberga, exhibe y expone a los seres humanos a horrores extremos, también contiene y ofrece maravillas naturales y muchas otras producidas por seres humanos, que desde las diversas formas del arte contribuyen a tramitar, y ayudan a soportar y a veces entender algo de las tragedias y dolores que nos alcanzan en nuestro breve pasaje por aquí, por este pequeño planeta que es nuestro mundo, el único que muy fragmentariamente conocemos.
Tener entonces posibilidad de “descubrir” la obra de un gran artista es siempre una ocasión de alegría y satisfacción. Y tratándose de un escritor, contamos, en estos tiempos -dentro de lo que podemos contar como bueno- con la posibilidad de acceso a traducciones y versiones de las obras en formato digital, además de la disposición de libreros solidarios que tienden redes para conseguir títulos más o menos perdidos, o insuficientemente difundidos.
Cuando me encuentro felizmente impactada por un libro de un autor que no conocía previamente, me lanzo a la búsqueda de otras obras suyas, anteriores y posteriores y, en general, gracias a la tecnología y los libreros, puedo incorporar a mi biblioteca ese nuevo amigo del alma que he conocido a través de su escritura y que a veces, cuando lo encuentro, ya está muerto. Eso me sucedió, por ejemplo, con Frank Mc Court, de quien leí su maravillosa novela “Las cenizas de Angela”, en el año 2023, sin haberme enterado antes de su existencia. Frank Mc Court, escritor y profesor irlandés-norteamericano, murió en 2009, el día de mi cumpleaños. El, en ese momento tenía 79 y había obtenido fama considerable especialmente en base a la mencionada novela, por la que obtuvo el premio Pulitzer en 1999. Yo tenía “Las cenizas de Angela” en formato digital, desde el año 2015 o 2016, en ese rincón del desorden que los acumuladores de libros solemos tener en tantos formatos como existan.
El motivo para “encontrar, desempolvar y leer” “Las cenizas de Angela” este año, fue la lectura previa, reciente, de algunas de las obras de Maggie O’Farrel (1972) autora a quien refiere el título de esta nota, y a quien prefiero pensar (también) como “irlandesa”, aunque la siempre fanáticamente correcta Wikipedia ubica como “autora británica, nacida en Irlanda del Norte”. Sería muy aventurado decir que el lugar de nacimiento determina algo (talentos o falta de ellos) pero el fuego joyciano marcó a sus lectores con una emoción que no decae y que, tal vez, esperamos reencontrar en otros escritores provenientes de aquellos territorios.
Conocí a Maggie O´Farrell con su novela “Hamnet”, de 2020, en la que ficciona parte de la historia familiar de William Shakespeare. Hamnet fue el único hijo varón del famoso dramaturgo y murió a los once años. La tumba de Hamnet se encuentra en Stratford, ciudad donde nació y vivió su temprana infancia, con sus hermanos –entre ellos Judith, su hermana melliza- y ambos padres. Cuando sus hijos eran aún pequeños, William Shakespeare se trasladó a Londres en busca de trabajo, e inició su vida como dramaturgo.
Hamnet es una novela dolorosamente exquisita, que sume al lector en una ficción, que a la vez, brega por poner “realidad” a las tradicionales biografías de Shakespeare, en las cuales -según Maggie O’Farrel ha declarado- se omite la mención de Hamnet, el primer y único hijo varón del dramaturgo, y también se omite, según la autora, un retrato fiel de quien fue la esposa de Shakespeare, Anne (o Agnes) Hathaway. La escritora se encargará en esta novela no solo de reivindicar sino de ensalzar las virtudes y capacidades de Agnes: muy atractiva, sagaz, fuerte, inteligente y con algunas dotes especiales para atraer la pasión del futuro dramaturgo.
El relato está impregnado de un afán de investigación, que la escritora despliega en Hamnet y que impregna también sus otras obras. O al menos todas las que he leído hasta el momento.
Me referiré ahora a otra novela de carácter histórico, que es la última publicada, la más reciente y en mi impresión la más difundida en nuestro medio, después de Hamnet.
La novela del año 2022, se titula “El retrato de casada”. En esta, la autora ficciona, sobre datos de base histórica de mediados del S.XVI, la vida de Lucrecia de Médicis, hija menor del Conde de Florencia, cuyo acordado matrimonio con el príncipe de Ferrara, Alfonso, tuvo una breve duración, ya que Lucrecia murió al poco tiempo.
Maggie O’Farrell recrea el argumento en un despliegue detallista de la intimidad del personaje de Lucrecia, una jovencita aislada de las realidades externas a los muros de los palacios, pero dotada de una sensibilidad excepcional, que se expresará tempranamente en su vida y se manifestará en su particular capacidad para comprender y reaccionar a los hechos de su entorno cercano. Actos y razones que incluyen las decisiones acerca de su futuro. Lucrecia conoce a quien será su marido, cuando era aún una niña y Alfonso, por entonces, era el prometido de su hermana mayor. Cuando esa hermana muere, inesperadamente, Lucrecia es designada y preparada para suplantarla, puesto que era muy conveniente del punto de vista económico y político la alianza de Florencia y Ferrara
Es admirable la capacidad de la escritora para transmitir el contraste entre las imposturas de la realidad a las que la protagonista está destinada y la posibilidad de la fantasía como expresión de libertad interior. Estas pocas palabras no hacen justicia al delicadísimo bordado de la protagonista que la autora logra, sin intentar desnaturalizar las circunstancias que enmarcaron el personaje, que realmente existió y vivió en sus prisiones de oro.
En la re-creación/invención de un personaje histórico, la escritora propone a sus lectores (puesto que en la ficción todo es posible) ser partícipes de la modificación de la narrativa del pasado. Tanto en “El retrato de casada” como en “Hamnet”, ella parece impulsar su escritura desde un deseo intenso de habilitar que determinados personajes sean (más allá de los datos con base en fechas, acontecimientos y geografías) re-conocidos y recordados por el retrato literario, pleno de matices y posibilidades.
La narrativa de Maggie O’Farrell exhibe un virtuosismo inusual para la captación de la sensibilidad que adjudica o descubre en sus personajes junto a una gran capacidad y libertad para sostener tramas diversas que se entrecruzan y que pueden converger en puntos cruciales de la narración. Esto es especialmente observable -como expresión de ese talento para llevar más de una trama en simultáneo, sin forzamientos – en una novela que lleva como título “La primera mano que sostuvo la mía”. Esta novela, que alterna capítulos y personajes ubicados en dos épocas diferentes, apuesta a la curiosidad del lector, atrapado en la magia y atractivo de su escritura, para sostener la tolerancia al enigma, que se develará magníficamente en el recogido final de los hilos desplegados previamente.
“La primera mano que sostuvo la mía”, ubica en la trama aspectos de la vida de la escritora (hechos dramáticos, fragmentos traumáticos de la historia personal) que desplegó en primera persona en un libro posterior, que puede considerarse biográfico o de auto ficción, titulado “Sigo aquí”.
“Sigo aquí” lleva el subtítulo “Diecisiete roces con la muerte” y está dividido en capítulos, cada uno de los cuales refiere una situación de riesgo personal vivido por la autora, o momentos de intensa angustia en relación a situaciones de peligro vividas por sus hijos. Más de uno de los “roces” con la muerte se enlazan con secuelas de una grave encefalitis que tuvo la autora siendo una niña, hecho que aparece subrayado en los datos que incluye la Wikipedia . En “Sigo aquí” aparece de manera explícita, referido a experiencias personales, la vivencia de no haber sido advertida de los efectos posteriores que podrían manifestarse luego, como consecuencias tardías o secuelas de aquella enfermedad padecida en la infancia. En este libro, los episodios auto biográficos resaltan esa sensación de soledad por la falta de preparación y advertencia en relación a esas secuelas, que pueden manifestarse de forma imprevista, con un carácter muy perturbador y ominoso. También acontecen otros hechos accidentales o casuales, a los que cualquier persona puede exponerse o estar expuesta sin saberlo, pero son aquellos que podrían haber tenido cierto nivel de prevención en los que la autora insiste. No solo en “Sigo aquí” sino que también aparecen, a través de otros personajes, situaciones asimilables a las propias, especialmente en “La primera mano que sostuvo la mía”, y también en “Tiene que ser aquí” y en “Instrucciones para una ola de calor”. Situaciones ficticias en las que alguno de los personajes tiene que aceptar vivir vidas limitadas por variadas y a veces enigmáticas discapacidades.
Para terminar me gustaría acentuar la fluidez de la prosa de Maggie O´’Farrell, que hace de su lectura una experiencia estética, íntima y sumamente recomendable.
Obras de Maggie O´Farrel citadas, en español. Entre paréntesis año de primera edición en inglés:
Hamnet –(2020) Libros del asteroide 2021
El retrato de casada-(2022) Libros del asteroide 2023.
La primera mano que sostuvo la mía –(2010) Libros del Asteroide 2018
Sigo aquí-(2017) Libros del Asteroide 2019
Instrucciones para una ola de calor (2013) Ed.digital 2018
Tiene que ser aquí (2016) Ed.digital 2019
*Publicado originalmente en Relaciones 476/7, 2024.
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