Pluritemática - 1 julio, 2022
Medea: la tragedia del Himeneo
por Irene Macek

John William Waterhouse, “Boceto para Medea”, óleo sobre tela, 1906-1907. Colección privada Stephen y Linda Waterhouse

Conozco el fondo, /…/ lo conozco con mi honda raíz primaria/Yo no le temo: Ya he estado allí. /…/El amor es una sombra/cómo te arrastras y lloras después. /Escucha estos son sus cascos, ha partido como un caballo. /Toda la noche cabalgaré así, irrefrenable. / Hasta que tu cabeza sea una piedra, tu almohada un puñado de hierba. / Retumbando, retumbando. / ¿O debería traerte el sonido del veneno? /…/He padecido la atrocidad de los ocasos. /Quemados hasta la raíz. /…/Ahora me rompo en pedazos que vuelan como estacas. /…/Un viento de tal violencia / No tolerará la quietud: debo aullar/La luna, también, es despiadada: me arrastraría / Con crueldad…/Estoy habitada por un grito. Nocturno, se agita/ Buscando, con sus garfios, algo para amar. Me Espanta esa cosa oscura/ Que Duerme en mí/ Todo, El día siento, como plumas, su rodeo suave, su malicia. / ¿Son aquellos los rostros del amor, pálidos, irrecuperables? / ¿Por ellos mi corazón se inquieta? /No sé más / ¿Qué es esto/ este rostro/ Asesino en su ahogo de ramas? / Su acritud de serpiente besa. / Petrifica el arrojo. Estas son las solitarias, lentas faltas/ Que matan, que matan, que matan. “Olmo” Sylvia Plath.

La tragedia y peripecia de Medea ha recorrido todas las artes. Es el modelo de bruja, de hechicera, de maga; rasgo que le otorga autonomía, coraje e independencia, poco frecuente en su época, sólo representado por Calipso y Circe. En ellas se reitera el tema de la mujer solitaria que asiste al héroe perdido, desorientado, confuso, al que “ayuda” con su cualidad y calidad –habilidades femeninas que aún persisten- junto a “virtudes” inherentes al “sexo débil”.

El germen de esta tragedia fue alcanzado por Eurípides, quien le dio su valor oficial y la llevó a la posteridad con singular discurso. Todas las artes cayeron bajo la seducción de este tema que encontramos, en la ópera, el ballet, el teatro, la pintura, la escultura y las ramificaciones literarias de este suceso.

Eurípides.

El más sugestivo de los tres grandes trágicos griegos, ([1]) fue Eurípides. Era melancólico y reflexivo, formado por los sofistas. En su escritura no se advierte la posición que adopta frente al problema planteado, y de ello surge que lo llamaran, el “filósofo de la escena”. Cabe señalar que, emplea el arte de la dialéctica en las extensas y porfiadas discusiones de sus personajes, donde estos con frecuencia se salen de su papel.

Sócrates tenía predilección por sus dramas, ya que en ellos se menciona, todo. Lo más destacable: el orden político, social, religioso, y la relación del hombre con la divinidad; el Estado, la esclavitud, la pobreza versus riqueza, la educación espiritual y corporal de la juventud, así como las aspiraciones femeninas a la cultura y emancipación.

Los mitos se le hacían cada vez más inciertos, tanto, que la manifestación de un parlamento, puede tomarse como su propia opinión. Sus intérpretes están despojados de características heroicas, ya que descienden a la esfera común, habitual y ordinaria. Por esta razón, Nietzsche dijo que él, “había llevado el espectador a la escena”. Es un autor con inclinación a los enredos, donde crea dramas de intriga. Su realismo fue tal, que, por primera vez se vio a niños actuando en sus obras. En otro orden, se destacó por el disfraz de sus protagonistas.

Eurípides es el poeta de la pasión y sin ningún asidero se lo trataba de misógino, no obstante, él fue pionero en presentar dentro de la escena, las buenas y malas cualidades de la mujer. Esto, aparece en una serie de figuras femeninas: Medea, Fedra, Alcestis e Ifigenia, y   desde entonces pertenece a la literatura universal. Se sabe que representó ochenta y ocho dramas, de los cuales se han conservado dieciocho: diecisiete tragedias y un drama satírico.

En Medea, Eurípides describe al tipo de mujer herida en lo más hondo de su ser, dispuesta a la más cruel de las venganzas: el infanticidio. Aquí se observa la invención del poeta, que reproduce de manera conmovedora en su heroína, la lucha entre el amor vengativo y el amor maternal, que transforma en rabia, furor y violencia.

Medea en la música.

La contundente figura de Medea, ha irrumpido en todas las artes, por ende, no es extraño que en la música haya dejado más de una evocación. Eurípides transforma, él estuvo a punto de convertir la tragedia en ópera por el número de arias (monodias) y dúos que introdujo. El coro pierde mucho, y en su lugar predomina sobre el diálogo las partes lírico-musicales. Todas las piezas de Eurípides comenzaban con un prólogo monológico, que contenía la exposición.

En el rubro ópera, la obra más conocida, es Medea de Cherubini, aunque antes abordaron este tema: Charpentier, Salomon, Benda y Naumann, además de Brahms. Concitó varios y distinguidos admiradores, pese a que se representó con diálogos hablados. Después de varios avatares, estos diálogos fueron intervenidos por Franz Lachner, que los sustituyó por recitativos, quedando así, la posibilidad de representarla en alemán o en italiano. Más adelante, en 1953 se arregló una versión para María Callas.

Es una ópera que requiere un gran control vocal, razón por la cual no es común contar con descollantes intérpretes. Callas encarnó este papel hasta el comienzo de la década del 60, inclusive acompañada por Leonard Bernstein. Abrazó este personaje de tal modo, que se obligó a bajar su peso corporal, porque quería un mentón anguloso y pronunciado. Ella declaró en una entrevista: “Esta ópera no es bel canto, sino recitativo y teatro”. Los especialistas concuerdan que, la fuerza en el tema de Cherubini está en los recitativos y no en las arias. Si bien Callas actuó con esta obra en1961, en el Teatro Epidauro, la escenificación más famosa fue, la que su partenaire Jasón, lo interpretó el canadiense Jon Vickers. En la actualidad es una ópera poco representada.

En 1969 el cineasta Pier Paolo Pasolini filmó Medea con María Callas, las opiniones fueron diversas. Allí, Medea y la Callas se amalgaman como mujeres sagradas, pero también perdedoras, puesto que aquí la diva, ya había menguado su voz y comenzaba su declinación.

Medea en la dramaturgia.

Eurípides organiza su Medea, en torno a las reacciones sicológicas de esta mujer -cuyo enfrentamiento traspasa las situaciones límites- que los griegos catalogaban como actos de   barbarie. No ocurre lo mismo con los planteos del francés, Jean Anouilh, dramaturgo fecundo, que entre los textos conocidos como “Piezas Negras”, se encuentra Medea. Anouilh, toma este mito como algo inherente a la condición humana, donde la razón, aún por su ausencia, desempeña un cometido importante. La Medea francesa, se comporta diferente a la griega, no implora ni ruega, admite que tiene terror a la soledad, esconde su rencor como un arma para sentirse libre y ejercer su voluntad sin límites. Va a destruir todo lo que se oponga a sus propias reglas, necesita sangre -aunque sea parte de ella misma- como recurso purificador, para calmar su odio, y poder renacer a través de la venganza.

Las fases de Medea.

La Medea de Eurípides comienza con un ataque, ella y sus dos hijos son abandonados por Jasón. Este personaje, en el contexto de esposo y padre, queda perfilado como un arribista al intentar casarse con la hija del rey Creonte, quien tramó esta boda. Creonte ordenó el destierro de Medea, a quien consideraba una mujer peligrosa y sabia. Pero hay un matiz importante -aún hasta nuestros días- y es la división entre la sabiduría y el poder en las clases sociales. Es claro el parlamento que Eurípides pone en boca de su heroína: “Si eres considerado superior, por poseer conocimientos variados, parecerás a la ciudad persona molesta.

Ella es fuerte, hábil, astuta, por esta razón, es amada por unos, pero respetada y temida por todos.

Eurípides cuestiona la situación femenina de su tiempo:

“… nosotras las mujeres, somos el ser más desgraciado. Empezamos por tener que comprar un esposo con dispendio de riquezas y tomar un amo de nuestro cuerpo, y éste es el peor de los males. Y la prueba decisiva reside en tomar a uno malo o a uno bueno. A las mujeres no les da buena fama la separación del marido y tampoco les es posible repudiarlo”.

Como se adelantó, esta sentencia acerca de la mujer, conserva una vigencia intemporal. Se apoya en dos elementos, desde el punto de vista “histórico-social”, y “estructural” en lo singular.

“Dicen que vivimos en la casa una vida exenta de peligros, mientras ellos luchan con la lanza. ¡Necios! Preferiría tres veces estar a pie firme con el escudo que enfrentarme al parto una sola vez”.

Aquí, el alegato de Medea es sobre la condición de amo del hombre. Ella proclama, una opción universal: poder decidir sobre su cuerpo con libertad.

“Una mujer suele estar llena de temor y es cobarde para contemplar la lucha y el hierro, pero cuando ve lesionados los derechos de su lecho, no hay otra mente más asesina”.

De acuerdo a esta afirmación, es concluyente la frase de Medea que presenta argumentos innegociables, en el dominio personal, en su derecho a ser esposa y madre. Con estos elementos hace su arsenal de guerra.

El coro exclama ante el trato que recibía la mujer de la sociedad griega:

“Pero lo que se dice de la condición de la mujer cambiará hasta conseguir

buena fama, y el prestigio está a punto de alcanzar al límite femenino; una fama injuriosa no pesará ya sobre las mujeres”.

Este coro, predice, anticipa y da el dictamen de la sociedad; sobre las afirmaciones que se consideran un destrato a la condición femenina.

Sin duda, Medea traza el surco de separación entre el hombre y la mujer; aquel con el bagaje de la guerra y ella con la milicia armada para defender el orden de su lecho.

De ahí surge, que trame el regalo para su rival –una corona de oro y un peplo, que por simple contacto dan muerte- y por azar alcanza, a quien planeó el rechazo de su esposo. Cumple de este modo el fuego de la venganza con los dos agentes de su mal.

“No se distinguía la expresión de sus ojos ni su bello rostro, la sangre caía desde lo alto de su cabeza confundida con el fuego, y las carnes se desprendían de sus huesos, como lágrimas de pino, bajo los invisibles dientes del veneno”.

Luego de tomar esta decisión, contra los que urdieron la infamia; continúa con los frutos de su carne. Consumado el infanticidio Medea huye hacia Atenas, exclamando:

“¡Oh niños! ¡cómo habéis perecido por la locura de vuestro padre!

Pero no los destruyó mi mano derecha. / No, sino tu ultraje y tu reciente boda”.

Su desvarío, su sed de venganza y libertad, la conduce a erráticas acciones donde el crimen perpetrado contra sus hijos, lo enmascara con un manto de piedad. Medea supone, que la muerte es la mejor salida para los niños, antes que el pueblo los tome en represalia. En este sacrificio, se inmola una parte de ella y otra de Jasón. Deja así constancia, de su irrevocable renuncia, a su pasado y lazos familiares.

Repercusiones de la osadía de Medea.

El argumento de esta obra convoca a grandes desafíos, es por ello que persiste a través de las centurias. Los pintores han plasmado en sus telas diferentes episodios de esta trama. “Medea” de Carle van Loo (1760) transmite la ira, el cuadro de Eugène Delacroix, se llama muy acertadamente: “La furia de Medea” (1838). El lienzo de John William Waterhouse, presenta a Medea y Jasón (1907) donde ella prepara la poción mágica… es el comienzo de la relación, allí sus habilidades colman las expectativas de Jasón. La lista puede continuar, puesto que aparece hasta en el Art-Nouveau de Alfonso Mucha, (1898). No menos importante es su presencia en la escultura, con mármoles que la representan.

De todos modos, aun atravesando las centurias, los milenios, que nos hace crecer como seres humanos, los retos, enfrentamientos y competencias siguen presentes en el ámbito femenino. Aunque los valores se reivindiquen y la justicia se acerque mejor, es loable en no caer en los extremos, y el contexto feminista debería recordar, que el primero en defender la condición de la mujer fue Eurípides.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

([1]) Homero, Sófocles, Eurípides.

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