Pluritemática - 29 mayo, 2019
Fragmentos de Elegía al Canon de Harold Bloom
por Juan Carlos Capo

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“Las sombras se alargan en este ocaso y nos  acercamos al segundo milenio, esperando que las sombras crezcan  aún más”.

Introducción. En la contratapa se puede leer que el autor, nacido en Nueva York, es un gigante de la crítica literaria, erudito impar, sostenedor de la tesis que la literatura sostiene y se yergue por el hecho de que hay lectores y escritores, preocupados primordialmente por escribir y leer bien, más allá de consideraciones extra-literarias, como la ideología, la protesta social y  la reivindicación feminista.

Elegía al Canon. El curioso y perezoso lector tiene derecho a saber que “El Canon occidental”, en su original inglés, vio la luz en Nueva York, en 1994, con el título The Western Canon, y fue editado en Anagrama, con traducción de Julio Vivas, en 1995.

El reseñador prefirió detenerse en este capítulo, pórtico del libro de Bloom, y opta por entresacar algunas sentencias que le parecen valiosas o muy valiosas. Comienza por preguntar Bloom a un imaginario lector: “Qué debe intentar leer el individuo que todavía desea leer en este momento de la historia.” Luego agrega: “el que lee debe elegir, puesto que literalmente no hay tiempo suficiente para leerlo todo, aun cuando uno no hiciera otra cosa en todo el día. El magnífico verso de Mallarmé: -“la carne es triste, ay, y ya he leído todos los libros”-se ha convertido en una hipérbole”.

Los buenos y los malos libros y su influencia sobre el carácter. “Reseñar malos libros, señaló una vez Auden,  es malo para el carácter. Al igual que todos los moralistas dotados, Auden idealizaba a pesar de si mismo, y debería haber vivido la época presente, en la que los nuevos comisarios nos dicen que leer buenos libros es malo para el carácter, cosa que me parece cierta”. “Leer a los mejores escritores—pongamos a Homero, Dante, Shakespeare, Tolstói—no nos convertirá en mejores ciudadanos. El arte es absolutamente inútil según el sublime Oscar Wilde, que tenía razón en todo”.

“¿En qué fecha de la escritura profana se comienza a hablar de poemas o relatos inmortales? El concepto está en Petrarca, y lo desarrolla maravillosamente Shakespeare en sus sonetos. Ya es un elemento latente en el elogio que hace Dante de su propia Divina comedia (…) Ernst Robert Curtius, el eminente erudito medievalista, pone énfasis en que Dante consideraba que sólo  dos víajes al más allá antes que el suyo  eran auténticos: el de Eneas, en el Libro 6 de la epopeya de Virgilio, y el de San Pablo, tal como lo narra en Corintios 2, 12:2. Curtius, siempre alerta a la fortuna de las metáforas canónicas tiene un excurso titulado “La poesía como perpetuación” que remonta el origen de la eternidad de la fama poética a la Ilíada (6. 359) y a las Odas de Horacio (4, 8, 28), donde se nos asegura que es la elocuencia y afecto de la Musa lo que permite que el héroe nunca muera”.

“La estética es un asunto individual más que social”. En la práctica, el valor estético puede reconocerse o experimentarse, pero no puede trasmitirse a aquellos que son incapaces de captar sus sensaciones y percepciones. Reñir por eso nunca lleva a nada”. (…) “Muchos salmodian la letanía de que la mejor manera de explicar la literatura es decir que se trata de una mistificación promovida por las instituciones burguesas. Eso reduce la estética a ideología, o como mucho a metafísica”.

“La frase de Freud, ‘Angst vor Etwas’ define la ansiedad o angustia por lo porvenir” (…) “Eros, presumiblemente la más placentera de las expectativas, provoca sus propias angustias en la conciencia reflexiva, lo cual es el tema de Freud”.

“Las angustias más profundas de la literatura son literarias; de hecho, en mi opinión, definen lo literario y se identifican con ello”.

“La retórica de la inmortalidad, (por el contrario) es una  psicología de la supervivencia y una cosmología”.

“En la retórica de la anticanonicidad, Bloom coloca a Antonio Gramsci, quien niega en Cuadernos de la cárcel, que cualquier intelectual pueda estar libre del grupo social dominante.”

“Desertar de la estética o reprimirla es algo endémico en las instituciones de lo que todavía se considera una educación superior”.

“El misterioso poder estético de Shakespeare es un misterio para cualquier ideología”.

“Uno solo irrumpe en el canon por fuerza estética, que se compone primordialmente de la siguiente amalgama: dominio del lenguaje metafórico, originalidad, poder cognitivo, sabiduría…La injusticia  última de la injusticia histórica es que sus víctimas no precisan otra cosa que sentirse víctimas. Sea lo que sea el canon occidental no se trata de un programa para la salvación social”.

Quienes se ganan el derecho de estar incluidos inamoviblemente en el Canon, son John Milton: su Paraíso perdido es una agonística lucha contra el cristianismo al que Milton abominaba, pero Bloom comparte el juicio crítico de William Epson, “con su crítica observación de que El Paraíso Perdido le parecía tan bárbaramente espléndido como ciertas esculturas africanas primitivas”.

Bloom continúa con su inventario de quienes obligadamente tienen que incluirse en el Canon ( que no ignora que es un vocablo religioso): las principales tragedias de Shakespeare, La divina comedia de Dante, la Torá, los Evangelios, Don Quijote de Cervantes, las epopeyas de Homero.

“Leer al servicio de cualquier ideología, a mi juicio, es no leer nada”. “La verdadera utilidad de  Shakespeare o de Cervantes, de Homero o de Dante, de Chaucer o de Rabelais, consiste en contribuir al crecimiento de nuestro yo interior”.

“La causa debe estar al servicio del poema y no el poema al servicio de la causa”.

“El diálogo de la mente consigo misma no es primordialmente una realidad social”

“Lo único que el canon occidental puede provocar es que utilicemos adecuadamente nuestra soledad, esa soledad que, en su forma última, no es sino la confrontación con nuestra propia mortalidad”.

(recensión fragmentaria)

 

 

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