Pluritemática - 10 junio, 2021
Haceres, decires.
por Juan Carlos Capo

Lola Bloom

Es curioso como trabajan los que escriben, revisan viejos diarios, visitan viejos sitios, se entrevistan a viejos vecinos. Los admiro, pero no me veo en esas. Será la soledad, los años, el tener tiempo libre para inventar. Pensar que cuando uno se quejaba de no tener tiempo, no se daba cuenta que la excusa era una coartada. Por ejemplo, ahora es tanto el tiempo libre que no alcanza para nada el tiempo. Bueno, me enredo en el decir, que en esta malla, uno siempre se entrevera, no importa, no borro, sigo. Ahora se puede dudar entre afeitarse, tomar una taza de café con leche, o sentarse a escribir.

Gana el prestigio del automatismo en la escritura, se siente uno respaldado porque algo va a salir, los espectros de los surrealistas, capos del automatismo en la escritura, se acercan, te dan golpecitos en la espalda, sabes que te alientan y eso es un alivio, como es alivio para el que sufre, porque al escribir se va el dolor. Es uno de los mejores y más baratos fármacos tanto para el dolor de cabeza, de los huesos, o del alma.

Recuerdo cuando no me había jubilado, una mañana temprano cuando iba al consultorio, escuché el grito o canto de un pájaro y me dije que era un zorzal, se me hizo cierto, yo que nunca vi uno, solo sé del zorzal por lo que de él dice Gardel. Es inexplicable lo que a uno se le hace cierto y se pregunta de dónde le viene. Algunos dicen de la palabra intuición, lo que me parece atendible, porque en recuerdo de liceo, le dije a la profesora de filosofía, que me inclinaba por la vía de la intuición al hablar de Kepler que sostenía que las órbitas de los planetas son elípticas y excéntricas y ella asintió. Y eso me hizo bien.

También la hondura de una cantera o de una laguna honda y negra, se me impone. ¿Cómo vinieron esas imágenes a ponerse en la estantería, como algo que estuviera desapercibido y de pronto uno se encuentra, mágicamente, asomado a la orilla de la cantera alucinada? De los gatos solo se algo ahora por Charlie, gato negro, castrado, lustroso, que viene a almorzar conmigo como un camarada infaltable, y es más puntual que la gente, sabe que mi caricia y el mirar es leve, lo reconoce, es un remanso en la prisa. Porque la soledad no aleja la prisa, en realidad, hasta pueden articularse y llevarse bien. Soledad, prisa, realidad. Quisiera escribir, leer por una peregrina tesis de que todos tenemos un invernadero, donde se alojan una gran cantidad de orquídeas, quiero decir en los acodos del tronco del alma, como brotes matriciales y uno de esos brotes, se hacen descubrimiento, una revelación mejor. De esta manera esto se ilustra hermosamente en las Escrituras con el derribo de la cabalgadura de Saulo de Tarso, luego de la transformación-revelación y pasar a ser conocido como San Pablo. Temo haber metido la pata pero sigo, quiero decir, que cada uno puede encontrar o no su camino a Damasco, o pensar que fue aquel, al mirar atrás y hacer visible, decible, escribible, pero no, no fue aquel, porque el camino a Damasco te quedó como un utrículo que no se expandió, pero  el camino a Damasco es una bella sentencia poética, esquiva, imprescriptible, irredenta, indelegable, y no se agota. Hay más de un camino a Damasco, quizá. O no debamos pensar nunca que tiene que haber solo uno. Como también en reportaje a Borges que leí en youtube y recomiendo, dice cuánto ama Borges la lengua inglesa, que no el castellano, que le parece larga, tediosa; en cambio dijo una sentencia persa, él la dijo en inglés y era «la luna es espejo del tiempo».

También dijo que tener un hombre en prisión era tan cruel que lo llevaba a concluir que era libertad brindarle la opción de la muerte. El camino a Damasco entonces no excluye la muerte. Al contrario hace posible pensar en ella.

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