Pluritemática - 4 marzo, 2021
La fotografía y su espejo
por Carolina Barrós


“…el sencillo propósito de esta nota ha sido llamar la atención  sobre aspectos estéticos del psicoanálisis. No importa

 que no sirva para nada: sus rituales, sus aristas absurdas,  sus tiros en la noche, sus metáforas, su solemnidad  son elementos que un verdadero artista

 no debería desechar jamás.”  Alejandro Dolina.

 

Este trabajo intenta plasmar un acercamiento a la teorización del Estadio del Espejo planteada por J. Lacan, utilizando como disparador el arte fotográfico que, a su vez, permite reflexionar sobre el trabajo analítico. Elegí un par de fotos de un viaje que realicé al Sur Argentino en enero del 2017, donde puede observarse el Lago Espejo y su entorno, en dos tiempos y perspectivas diferentes. Dos Fotografías que dan lugar a reflexionar sobre lo visible y lo invisible, sobre la naturaleza del hombre y el ambiente, que suele no pertenecerle.

 

«…para ser artista hay que pagar un alto precio. Debe uno resignarse a estudiar las arduas cuestiones técnicas. Debe uno sufrir y hacerse mala sangre allí donde otros pasan de largo. Debe uno aprender a ver secretas señales donde
nadie ha visto nada.” Alejandro Dolina.

En el intento de comprender la complejidad de los planteamientos del autor, surgió en mí, la posibilidad de realizar una analogía entre la Fotografía, -que lleva siempre su referente consigo, como una dualidad posible de concebir, pero no de percibir- y las experiencias que forman un psicoanálisis, donde el sujeto analizante, desconoce esa imagen que presenta con su conducta cuando evoca el recuerdo revelado en ella. El mismo intenta tomar conciencia de unidad de la imagen fragmentada de su ser, mientras que el analista, al igual que el fotógrafo, procede de un modo único e irrepetible oscilando entre la interpretación y la transferencia.

Continuando con la analogía planteada, J. Lacan, en el texto Escritos 1, hace referencia a la acción terapéutica como resolución de una ilusión, es decir, como un doble movimiento a través del cual la imagen, inicialmente difusa y fraccionada, regresivamente se va asimilando para ser gradualmente desasimilada de lo real, de modo que, es restaurada en su realidad propia. (p.79) Es decir, mediante el interjuego de construir y deconstruir, se produce una nueva imagen que brota en cada uno de los encuentros analíticos. Por otro lado, en el seminario 11, refiere a la esquizia entre la mirada y la visión, describiendo históricamente al psicoanálisis guiado por una mira particular, definida por la elaboración de la noción de sujeto y su inevitable dependencia significante. La cuestión está en poder diferenciar lo visible de la preexistencia de una mirada donde se manifiesta la pulsión a nivel del campo escópico.

¿Acaso no es esto lo que se pone en juego cuando una fotografía se presenta ante los ojos de un sujeto? Teniendo en cuenta las dos fotografías adjuntas, ¿es posible que la vivencia imaginaria por la que transita un sujeto en un análisis, se asimile al efecto que se produce en los distintos reflejos del lago? Es indiferente el orden en que miremos las fotos, siempre una va a continuar a la otra, existiendo esos dos momentos y muchos más que podrán, o no, ser registrados en una imagen.

En la función del estadio del espejo que J. Lacan desarrolla en Escritos 1, trasluce un caso particular de la función de imago, es decir, la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen, creando así, una relación del organismo con la realidad: del Innenwelt con el Umwelt. (p. 89) Plantea:

“…es un drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia a la anticipación; y que, para el sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial, maquina las fantasías que se sucederán desde una imagen fragmentada del cuerpo hasta una forma que llamaremos ortopédica de su totalidad. Así la ruptura del círculo Innenwelt al Umwelt engendra la cuadratura inagotable de las reaseveraciones del yo” (p. 90)

Son interminables las realidades psíquicas que surgen mediante la imagen especular existente por el umbral del mundo visible, provocando una dependencia inagotable del ojo del vidente: del sujeto mirado y la del mirante, quienes llevan consigo una emoción.

En algunas expresiones artísticas, se requiere del intérprete para definir y conectar con los espectadores, siendo su labor desarrollar su versión creativa y natural. La obra de arte como objeto, creación del hombre, provoca en sí misma y heterogéneamente emociones estéticas. Cuando se aprecia una fotografía, pueden intervenir factores de carácter sentimental y psicológicos que nada tienen que ver con la categorización comparativa de artes, autores u obras, sino que por la misma fragmentación que nos divide, somos capaces de utilizar los ojos para mirar y simbolizar lo percibido subjetivamente. Antes y después de fotografiar el Lago Espejo, me encontré contemplando el escenario a través de mis ojos y oídos, ante cada detalle y su Gestalt; el lago, el cielo, las nubes, las montañas y los colores, se mimetizaban entre luces y sombras, transformándose a medida que los minutos avanzaban en la madrugada del 28 de enero del 2017.

A medida que hojeaba distintos libros y observaba las fotografías elegidas para éste trabajo, recordaba lo vivido allí, plasmado como un retorno de lo muerto, atravesado por el presente constante que emerge, entre otras cosas, con la necesidad de que ese momento siga vivo, no solamente en mi ojo, sino también en el de los demás, por lo menos por un instante. Sostener el pensar en las perspectivas de las fotos, como sucede con un cuadro que se impregna en cada uno de los sujetos que miran, expone al sujeto-artista ante los demás, implantando su mirada del objeto producto del arte fotográfico. Por lo tanto, desde ésta perspectiva ¿Será posible pensar el trabajo del analizante-analista como la producción de una imagen fotográfica viviente?

Joaquim Sala-Sanahuja en el prólogo de “La cámara lúcida” realiza un planteo interesante que podría responder a la pregunta:

“La imagen fotográfica es la reproducción analógica de la realidad y no contiene ninguna partícula discontinua, aislable, que pueda ser considerada como signo. Sin embargo, existen en ella elementos retóricos susceptibles de funcionar independientemente como mensaje secundario. Es la connotación, asimilable en este caso a un lenguaje. Es decir: es el estilo lo que hace que la foto sea lenguaje.” (p.19)

Considero que el estilo del analista y del fotógrafo, acompañan sus lenguajes, sus modos de ver y ser vistos en una relación continua con el ambiente. Quizás en lo que refiere a las fotografías queda más expuesto el estilo del artista, mientras que en el analista solamente será posible conocerlo quienes formen parte de cada encuentro clínico. ¿Se podría decir que el analizante es quien puede interpretar el estilo del analista?

Teniendo en cuenta la consciente capacidad humana de espejarse desde distintas ópticas y espacios circundantes, fui conectando ideas que hacen sinapsis en mi pensamiento. Audouard plantea una pregunta en el Seminario 11 que resulta pertinente para este trabajo: “¿En qué medida, en el análisis, debemos hacerle saber al sujeto que lo miramos, es decir, que estamos situados como el que mira en el sujeto el proceso de mirarse?” (p. 85). J. Lacan, en Escritos 1, manifiesta que en el psicoanálisis se puede acompañar al paciente hasta el límite extático del “Tú eres eso”, pero no sería posible conducirlo hasta ese momento donde comenzaría su verdadero viaje. (p. 93) R. Barthes, describiendo lo que ve en una fotografía de André Kertész “El perrito” en París de 1928, comenta: “Él no mira nada: retiene hacia adentro su amor y su miedo: la Mirada es esto.” (p.170) Similar a lo que sucede en el encuentro clínico, donde el sujeto está atrapado y capturado en el campo de la visión del autre… y del Autre.

A modo de cierre de esta analogía planteada, se podría hacer una metáfora, el lugar del analista podría asemejarse a la acción del fotógrafo: ambos buscan resolver una ilusión. Es así que la cámara, como el ojo, permite congelar pensamientos en imágenes vivientes, mediante el uso de la luminosidad y las distintas perspectivas espaciales. El cuerpo-carne, en los dos casos, sostiene la existencia de ese lenguaje impregnado de mundo imaginario y simbólico. Por último y no menos importante, lo que se delata en las fotografías, representa a quien tenemos en frente, ese ser que mira y se refleja en su ambiente, en sí mismo y en el analista, es decir, el analizante, el paisaje cambiante.

 

Bibliografía:

 *Barthes, Roland (1980). La cámara lúcida, notas sobre la fotografía. Buenos Aires.  Paidós.

*Dolina, Alejandro (2003). Crónicas del Ángel Gris. Buenos Aires. Editorial Planeta.

*García, Fernando (1958). Teoría general del arte. Montevideo.  Medina.

*Lacan, Jacques (1971). Escritos 1. México. Galache.

*Lacan, Jacques (1964). Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.

Buenos Aires. Paidós.

 

 

 

 

 

 

 

 

Suscripción

Suscríbase para recibir las últimas novedades de TEND directamente en su casilla de mail.

» Ir al formulario