Pluritemática - 23 octubre, 2019
Los mercaderes del templo
por Juan Carlos Capo

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El joven director uruguayo Federico  Veiroj ha ofrecido en pocos años, films de  buena factura.

Se citan sólo tres: “El apóstata” (2010): historia de tema religioso y su resolución; “La vida útil” con la mostración de la cadena de los días en una pareja (2015), que toman café en las cercanías de la Biblioteca nacional, y van a  Cinemateca; mientras que  “Belmonte”: navega por el río de la pasión creadora en un pintor solitario (2018), con la compañía de su pequeña hija y sus grandes cuadros.

Se ha valorado el cuidado formal y la temática original de sus narraciones, la adecuada sintaxis y gramática fílmica, y ahora ésta “Así habló el cambista”, con nubosa fotografía de Arauco Hernández. El conjunto se inspira en gruesa novela del escritor uruguayo Juan E. Gruber, fallecido hace años, novela descubierta por Hendler, quien se entusiasmó con el proyecto de llevar esa historia al cine.

Humberto Brause es el protagonista: un joven cambista algo distinto, algo original: Hendler soporta esta intervención  prostética en su macizo facial: en su nariz, hasta dejarla con algo de hocico de tapir, un diastema en incisos centrales, que lo obligan a comer y beber con dificultades o a estar  boquiabierto, ofreciendo un aire mezcla de tahúr y de abombado, que no capta lo que tiene entre manos ( pero ¡sí que capta este cambista, y cómo!) más un espeso bigote, que lo envejece y el espectador pierde la apariencia identificatoria que la memoria albergaba. Humberto muestra una personalidad desusada, le gusta concurrir a los coros, cantar en reclusiones episódicas forzadas y solas; así  se identifica con grandes solitarios: Beethoven,  Mahler, en momentos en que su existir tambalea, y él no sabe para dónde agarrar.

El film comienza con unos compases de tango, que golpean justo y golpean bien. Humberto conoce más de cerca a su jefe, un capitalista de origen alemán, quien termina por contratarlo; el empresario tiene una hija Gudrun, la muchacha toca la flauta, y ofrece un yermo paisaje en su vivir, quizá por un arriscado carácter, quizá llevada por  la inexistencia de su amor a Humberto. Pero el cambista Brause tiene planes, quiere ascender en la escala social,  mira a Gudrun, mira al padre y se empeña (ciegamente) , en la conquista de la muchacha.

El film muestra una opacidad, un uso de la elipsis, que avanza demasiado rápido  trozos de historia de Brause y de Gudrun: así su matrimonio, así el advenir de los hijos, así como Humberto maneja muy pronto los resortes del poder silenciosa y mansamente, en escaso tiempo  de narración. El film se hace opaco, “frío”, quizás. Esta distancia, sin embargo,  no le hace daño;  por el contrario, impregna al film de un toque minimalista, con momentos paradojales de humor, pero también muestra picos de horror, de crueldad y violencia, propios del cine negro.

Los juegos de los actores, además, también contribuyen a que el film se sostenga muy bien: la soterrada hostilidad de Gudrun hacia Humberto (jugada bien por Dolores Fonzi) , la rectitud germánica del robusto capitalista, jugada muy bien por Carlos Machín, y la original tarea actoral llevada a cabo por Hendler, que muestra un estrafalario cambista de sombrero de copa alta, una marcha torpe, un temor cerval a la violencia, que culmina sus acciones en actitudes y orientaciones ridículas, o en confidencias que no debe hacer, porque él mismo sostiene “que creen que miente cuando dice la verdad”.

El film ubica a su protagonista en los  años de plomo, en ambas orillas del Plata, los cincuenta, los sesenta, los setenta, pautados por dictaduras, corrupción política, marasmo institucional. Veiroj injerta en la red de su trama dos flashes sincrónicos, que muestran la expulsión de los mercaderes del templo, ante los latigazos de Jesús, y la caída de los bienes del irreverente chamarileo, desparramados en la feria.

Humberto  consigue flotar en estas turbulencias peligrosas, más allá de ostentar  un aire a lo Stan Laurel, llevar a cabo torpezas por doquier, pero en momentos decisivos, juega y juega bien,  porque en ello le va la vida, a pesar de haberse mostrado falaciosamente como una mariposa, como una marioneta indefensa e impotente.

Pero así no habló el cambista.

 

Así habló el cambista”. Uruguay, Argentina, Alemania. 2019. Dir: Federico Veiroj. Con: Daniel Hendler, Dolores Fonzi, Carlos Machín.

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