Pluritemática - 2 junio, 2022
María Taglione: un mito para recordar
por Irene Macek

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Si bien Noverre/la danza revolucionó/ Marie Taglioni/ la ennobleció. / Ella tan diminuta, creó el tutú orlado en/ diáfano tul, más/transparente puntilla/e inició la dura punta/en el raso de su zapatilla. / En Nijinsky, el Fauno /sus pasos, marcó /y de modo oportuno/así lo endiosó. / Pavlova y el cisne/el ritmo innova. / Nureyev altivo/en su ballet fue un divo/ Y ahora, la Zakharova/ deslumbra con un Jeté furtivo. IMF.

La familia Taglioni fue un referente dentro del ballet, específicamente en el período del Romanticismo. La pareja de bailarines formada por Filippo Taglioni y Sophie Karsten -quienes además estaban casados en la vida real- llegó a ser muy reconocida en toda Europa. De este matrimonio nacieron Marie y Paul, ambos se formaron como bailarines de ballet, aunque la estrella de este núcleo fue María.

Las figuras que se transforman en mito, tienen un halo de misterio, llevan una nebulosa que los envuelve para que, a través del tiempo, alberguen zonas indescifrables. Así, como el origen de Gardel es incierto, el secreto de Marie Taglioni es sorprendente; dado que nace en Estocolmo, Suecia, el 23 de abril de 1804 y muere en Marsella el 22 de abril de 1884, pero su tumba fue un inexplicable enigma o una extraña confusión. Durante muchos años los bailarines depositaban sus zapatillas como ofrenda sobre una lápida, en el cementerio de Montmartre, donde supuestamente estaba María, pero quién allí reposaba, era su madre. La muerte de María ocurrió en Marsella, donde pasó los últimos años junto a su única hija, quien tomó la decisión que ella fuera enterrada –aunque esta elección presenta dudas- en el Cementerio de Père-Lachaise, en París, en el panteón de su ex marido, el Conde Gilbert de Des Voisins. Su matrimonio duró aproximadamente doce años entre idas y vueltas. Se casaron en 1832, cuando llegó a la cúspide, con el ballet que la consagró (La Sylphide). La buena vida conyugal duró sólo un año, ya que su marido exigía que dejara la danza y ella optó por esta última.

Se dice que era tan famosa en Rusia, que después de su última representación en este país, un par de sus zapatillas fue vendido, en doscientos rublos, para saciar la avidez coprofílica de sus grandes admiradores, puesto que su finalidad era, cocinarlas en salsa y comerlas.

Otro trazo que constituye el mito es, que María actuó en San Petersburgo y cuando regresaba, su carruaje fue interceptado por una banda de ladrones. Ella, asustada, ofreció dinero y sus joyas, pero el jefe de la pandilla lo rechazó, diciendo que sólo quería verla bailar. Extendieron unas mantas en el camino y sus acompañantes tocaron el violín e improvisaron un “temeroso recital”. El bandido, sólo se quedó con las mantas como recuerdo y liberó a la bailarina junto a su comitiva, sin exigirles algo más.

Secretos y desafíos.

El ballet acuñó el nombre de María como un hito, dado que cambió los parámetros de la danza.  No ocurrió lo mismo con su compatriota la pintora Hilma af Klint (Suecia 1862-1944) quién fue la precursora del Arte Abstracto; mucho tiempo antes que tomaran esta orientación, Kandinsky, Mondrian, Braque y Hoffmann entre otros. Por timidez y pensar que ese tipo de expresión no tenía valor, Hilma af Klint ordenó, que esta parte de su obra no fuera conocida hasta veinte años después de su muerte.

En el caso de María Taglioni, ella desató una transmutación que se mostró en el momento. Comenzó sus primeros pasos bajo la tutela de Jean François Coulon, aunque a los doce años fue su padre, el maestro y guía de su futuro. Se sospecha que María no tenía “le phisique du rôle”, puesto que su espalda era redondeada, por una escoliosis que la hacía inclinar hacia adelante, lo que acentuaba la forma distorsionada sus proporciones. Esto trajo cierta limitación a sus movimientos y la obligó a trabajar con intensidad, para disimular sus frágiles condiciones físicas.

Los entornos familiares y sociales cuentan en la formación de una persona, aun cuando esta lleve actividades diferentes a su lugar de origen. Los Taglioni estuvieron muy vinculados a Viena, Munich, Stuttgart, donde la disciplina y el deber, eran más remarcables que en los ancestros milaneses de Filippo Taglioni.

Sólo basta recordar a una anterior María, en este caso, a quien fuera reina de Francia; la jovencísima austriaca María Antonieta, que a sus 14 años fue casada -por conveniencia de los Borbón y los Habsburgo- y fuera víctima de las burlas de la aristocracia francesa, qué para ridiculizarla, se refería a ella en estos términos: “L´autruche” (el avestruz) en lugar de, L´autrichien (la austriaca). Pese a todas las vicisitudes, María Antonieta, pudiendo huir de la guillotina, ya que su hermano le garantizó salvarla junto a sus hijos, cumplió con su deber quedando al lado de su esposo, Luis XVI.

A veces, era una tradición, que el grupo familiar siguiera las mismas actividades y comportamientos del jefe de la casa. No fue el caso de Gustav Klimt, que podría haber tomado la plaza -como lo hicieron sus hermanos- de la orfebrería; labor destacada de su padre. En este caso, es probable que Gustav fantaseara con los colores emitidos por la voz de su madre, ya que ella cantaba ópera de manera diletante. Klimt, no pudo desprenderse de la influencia que ejercieron sobre él los panes de oro, que conoció a través del trabajo paterno. Sus cuadros pueden recordar a los mosaicos bizantinos, pero están iluminados por el dorado aprendido y aprehendido en su niñez.

La vida es complicada, y esto los Taglioni, lo sabían, conocían las rivalidades, las competencias entre los bailarines, las diferencias entre otras, como María Camargo y María Sallés.

Pigmalión.

El conocido mito de Pigmalión, se podría aplicar a Filippo Taglioni con su hija. Es probable que la esperanza de tener una bailarina descollante, se empañó en los padres de María durante los primeros años de entrenamiento. (Si bien ella fue “el patito feo”, luego se transformó en cisne). Cabe preguntarse: ¿De quién fue el deseo? ¿El deseo de Filippo se concretó con “La Sylphide”?

¿Quién no ha tenido el deseo de Pigmalión? Los ejemplos abundan a través del tiempo y seguirán proliferando, porque es habitual imaginar buenas razones, para creer en la bondad de una causa.

En el caso de Mozart, no sólo sus dotes musicales estuvieron presentes. Su padre, Leopold, -un notable músico aclamado en toda Europa- fue quien exigió y modeló el talento de su hijo, desde que tenía tres años de edad y sus pequeñas manos apenas acariciaban el clavicordio.

Otro caso a citar es el de Margarita Cansino, que desde los trece años bailaba con su padre y luego se convertiría en Rita Hayworth. Al casarse con Orson Welles, él sería un verdadero Pigmalión en determinar su carrera de actriz. Ella, al igual que Marlene Dietrich, tuvo que extraerse molares para modificar el corte de cara y conseguir un óvalo. Además, quitarse por electrólisis parte del cabello, para conseguir una frente más amplia, y anular la raya al medio de su peinado. Debió cambiar su color de pelo negro y lacio, por una melena ondulada, a la altura de los hombros, rizada y roja. Más tarde, transitoriamente, se transformaría en corta y platinada, para la actuación de “La dama de Shangai”. Convenía borrar los ancestros latinos, del padre sevillano y resaltar las maternas raíces irlandesas. De ahí, que surgiera un adecuado símbolo, desde su mata de pelo de fuego.

Las letras han sucumbido a estos deseos y se han proyectado en algo más, caso de la obra teatral: “Pigmalión”, de Bernard Shaw -inspirada en Ovidio- donde el personaje del Prof. Higgins, trata de convertir en duquesa a una violetera. El texto llegó al cine con el musical: “My Fair Lady”, dirigida por George Cukor, Con Rex Harrison como profesor y Audrey Hepburn como la irreverente florista. En la misma línea se encuentra: “Educando a Rita”, obra teatral de Willy Russell, y film dirigido por Lewis Gilbert, con la actuación de Michael Caine y Julie Walters.

Los deseos son inagotables, y a veces contradictorios, como es el caso de “Pinocho”, libro del italiano Carlo Collodi, donde Geppeto, el carpintero que talla la marioneta, desea tener un hijo, pero aquí, es el muñeco que pide ser real. Otra variante es el ballet Coppèlia, basado en un cuento de Hoffmann, que tiene como agregado un efecto sensorial, donde se une la danza clásica, con la de carácter y la pantomima.

Legado.

María Taglioni ejecutaba sus ejercicios diariamente, en un extenso horario. A menudo, sucedía que entrenaba hasta desmayarse. En esos casos, su familia la atendía, quitándole la ropa, lavándola, y la vestía antes que volviera en sí. Ella realizaba movimientos exclusivos, en solitario, dado que tenía -creado por su padre- una especie de caballete o barra, en el medio de la sala, donde podía practicar ejercicios únicos en su género; que más tarde aplicaron en Moscú para formar coreógrafos, docentes y directores de ballet. En estas lecciones, además de mover con intensidad brazos, torso, cabeza, más pasos y posturas, terminaba con un saludo y elegante reverencia que todavía utilizan los bailarines rusos. Los movimientos se repetían de forma lenta, suave, a veces grave, que contribuían a desarrollar la elasticidad muscular en las piernas y los ademanes flexibles en los brazos, sin dejar de lado las cinco posiciones de la danza clásica.

De todas las invenciones y extenuantes clases impartidas por su padre, María encontró una manera de bailar singular y personal –donde él insistió en borrar rasgos de carnalidad- que cristalizó con el uso de las zapatillas de punta en “La Sylphide”.  Su padre confeccionó este calzado, ella colaboró ideando un tutú vaporoso -para remarcar la pureza etérea del personaje- al que le adosó en la espalda dos pequeñas y transparentes alitas, posiblemente para enmascarar la defectuosa curvatura de su columna vertebral. Se le adjudica también, haber iniciado el “Pas de Quatre”, donde se evidencia la técnica adquirida.

Las primeras zapatillas de puntas se hicieron con un relleno por dentro y un zurcido exterior, hoy en día se fabrican reforzando las puntas, con capas superpuestas plegadas y pegadas con cola. La habilidad reside en cada intérprete, las zapatillas ayudan, pero lo que hace posible estar de puntas es, el correcto entrenamiento de los músculos gemelos (interno y externo) que extienden el pie, el pedio, que estira las falanges, el peroneo corto que mueve y estira el pie, el peroneo largo, que extiende y lleva hacia afuera el arco del pie. Por otra parte, cuanto mayor sea el arco y más trabajado esté el empeine, más dura debe ser la punta de la zapatilla. Esto trae aparejado, que la bailarina sufra una deformación en sus pies, el “hallus valgus”, llamado vulgarmente “juanete”, o sea, un desplazamiento de hueso y tejidos en la articulación (del dedo gordo) metatarsofalángica. Se puede señalar, que no existe ningún impedimento, ni razón anatómica para que los hombres usen este tipo de zapatillas y emulen a las bailarinas; se trata sólo de una costumbre y que las mujeres al tener menor peso corporal resultan más gráciles y sutiles.

Jorge Donn, llegó a decir: “Entrar en la danza es como entrar en la Religión, pronunciar los votos es comprometer cada minuto de la vida futura”.

Se puede coincidir con este enunciado, sin olvidar lo importante que es el estímulo en la creación, puesto que despierta expectativas, culminaciones con resultados positivos sobre las habilidades y capacidades de cada persona. Cuando las ilusiones son grandes y la voluntad de cumplir con un sueño, están presentes, se emula a Pigmalión. La consecuencia de tantas aspiraciones, anhelos y trabajo apasionado, trae el éxito; junto a la coronación de una obra equivalente a Galatea. Así, lo hizo Filippo Taglioni, ya que no sólo ideó y corografió “La Sylphide”; lo extendió a la vida de su hija.

 

 

 

 

 

 

 

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