Pluritemática - 23 diciembre, 2021
Plumas sinfónicas
por Irene Macek

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Si nos preguntamos por el origen de la música, es probable que se asocie a un sonido con determinado ritmo o al canto de diversas aves. El comienzo es desconocido, porque no existían instrumentos musicales y los únicos elementos que estaban al alcance de los humanos eran, la voz, para imitar a los animales –desde el sencillo gorjeo y otros reclamos usados en el cortejo amoroso- el agua, con sus movimientos en los mares, ríos, lluvias y tormentas; además de las piedras, cuyo golpeteo se asemeja a un objeto de percusión.

De ahí, se puede deducir que la música está en la naturaleza, ya que mantiene constantes rítmicas –como son las estaciones- aunque a veces se vuelva sincopada y nos envíe, inundaciones, tsunamis, erupción de volcanes y más. Lo cierto es, que la tierra, el ecosistema subsiste, aún con el mal comportamiento de sus habitantes. Estos últimos tienen, como todo ser vivo, un espacio, un lapso limitado.

Según Darwin la música comenzó antes que la palabra, esto, los que saben, podrán dar el aval o no. Donde todos van a coincidir es que, al ser universal, sus raíces son primitivas y junto con la danza fue el primer medio de comunicación. Los datos más antiguos sobre este tema, aparecen en un pictograma egipcio, en el siglo. III. A.C.

En la civilización occidental, la palabra “Música” deriva de las nueve musas de los griegos. En sus comienzos estuvo ligada a la poesía, luego se escindió, y “Euterpe”, nombre que en griego significa: “La de buen carácter, o de ánimo placentero” quedó como protectora de esta manifestación artística. Cabe destacar, que las musas eran hijas de Mnemósina y de Zeus, famoso por sus conquistas amorosas.

Evolución.

A grandes rasgos se puede señalar que, en la Biblia, en el libro del Génesis se cita a Jubal, pastor al que se le atribuye una descendencia que tocaba la flauta y el arpa.

En otro orden, se le concede a Atenea la invención de la flauta. Este instrumento cayó en desgracia el día que ella vio su imagen reflejada en un río. Al advertir las mejillas distendidas, por soplar desgranando notas, se encontró deformada y decidió desechar su creación. Por este motivo, sólo quedó para las clases privilegiadas la música de cuerdas y el resto para los pastores, incluyendo –una flauta doble- el aulós.

La música fue evolucionando, la medieval tiene dos períodos, el romano y el gótico, donde se encuentra el canto gregoriano y la música profana; muy apreciada en las clases inferiores. En el Renacimiento aparece la novedad del contrapunto, la composición se hace más fluida por la consolidación del motete y los madrigales, estos últimos muy requeridos por Shakespeare para sus obras. En el período barroco la polifonía es muy variada, desde el tono más elevado al más picaresco. Se destacan por la aparición de la tonalidad, por contrastes sonoros, por distinguir a los virtuosos y permitir la improvisación; además del uso de voces de manera simultánea. Lo más importante es, que da lugar al nacimiento de la ópera, se forman excelentes orquestas y se sostiene el oratorio. Con esta base los géneros musicales se han desarrollado hasta nuestros días.

La magia de las aves.

El enigma de las aves y su vuelo, es uno de los catalizadores en la creación. Leonardo da Vinci, exquisito observador y defensor a ultranza de los animales, fue el primero en tratar de emularlos, puesto que diseñó “un escorzo sangriento”, de lo que hoy es un sofisticado avión.

Un cuerpo alado resulta fascinante en todas las ramas del arte, pero la música, y la danza, han acaparado toda la atención y tensión por esta cualidad. Los bailarines quisieran volar como los pájaros. Nijinsky dedicaba horas a observar el planeo de las aves y hasta se podría aventurar  que en más de una ocasión se identificó con ellas. Las alas que pueden plegarse y desplegarse como un abanico, se han representado con imaginación en: la pintura, escultura, poesía y hasta el cine ha caído en su seducción, y sirven de ejemplo, “Los pájaros” dirigida por Hitchcock, o “El cisne negro” por Aronofsky, donde se plantea la ambición y las competencias,juego de celos, de miradas, introducción del referente conceptual, del prójimo o semejante, pero también competidor o adversario.

En la música el ruiseñor y el cuclillo han sido los preferidos, inspirando a Händel a escribir un concierto, a Schubert lieder destacadas, como: “A un ruiseñor” y “La muerte del ruiseñor”. En el caso de Stravinsky, luego del éxito con el ballet “El pájaro de fuego”, le siguió la ópera “El ruiseñor”. Beethoven en la Sinfonía Nº 6 representa: el ruiseñor tocado por la flauta, la codorniz por el oboe, y el cuclillo por el clarinete. Couperin, compuso: “El ruiseñor enamorado” y “El ruiseñor triunfante”. Vivaldi en “El Jilguero” representa a todas las aves, pero se centra en la flauta para imitar al pajarito que da nombre a su obra. En el concierto “Las cuatro estaciones”, más precisamente en “La primavera”, es donde se evidencian las variadas voces de las aves. En el caso de Rimski- Kórsakov, su obra es sobre un plumífero más terrenal: “El gallo de oro”.

Malher, toca este tema con ironía, en su obra “Alabanza del elevado entendimiento”. Allí describe la competencia entre el ruiseñor y el cuclillo, sobre quien tiene el canto más hermoso. Se acude a un juez neutral, en este caso un asno, quien sentencia –dado su elevado entendimiento- que el ganador es el cuclillo, por tener un canto muy regular.

Los artistas se han detenido en las aves por deriva simbólica, Picasso con su “paloma de la Paz ”, Edgar Allan Poe con “El cuervo”, y a Rossini le asaltó la idea de componer su ópera: con “La urraca ladrona”

La alondra es otro pájaro que ha suscitado la atención, y no sólo de los músicos. Shakespeare la utiliza a menudo, y una forma poética es, cuando Romeo deja a Julieta, “a la hora en que canta la alondra”. (Romeo y Julieta. Acto III Escena V).

Sibelius compuso: “El lenguaje de los pájaros”. Él vivió a orillas de un lago, estaba prendado de las grullas y de los cisnes. A estos últimos le dedica una obra, inspirado en un mito, en una leyenda finlandesa, “El cisne de Tuonela”. (Tuonela es el reino de los muertos).

Humano versus Cisne.

El cisne pertenece a la familia de los ánsares, al género “Cygnus”, habita en el agua y posee un tamaño considerable. Esta especie, al igual que los pingüinos, son monógamos; situación muy curiosa, puesto que la tendencia biológica está orientada a la poligamia. Los últimos datos, indican que un estudio de ADN en las aves, muestra que, entre el 20% y el 40% de las crías del nido, no descienden del mismo padre.

En los humanos la monogamia surge cuando trabajan la tierra y logran asentarse en un lugar. El hombre se hace agricultor, a instancia de la mujer que cuida el fuego y elabora la comida. Aquí la monogamia aparece como un peaje, para que la esposa e hijos queden amparados y no pierdan su lugar, un bien exclusivo, que es la propiedad.

El período de la agricultura fue un paso hacia la civilización, para rechazar las sociedades nómades, ya que se instala la pareja, un núcleo social y se asegura la herencia de la misma sangre. Los cazadores nómades compartían comida y sexo, porque vivían en grupos. Al establecerse en un sitio, la situación cambia, se instala una monogamia social; aunque naturalmente no exista una monogamia sexual. En la época de las cavernas no había ningún límite, estos aparecieron, según las costumbres fueron evolucionando. Este proceso llevó al bardo isabelino a decir: “…la costumbre puede casi cambiar el sello de la naturaleza y es capaz de domesticar al diablo o arrojarlo con fuerza prodigiosa”. (Hamlet. Acto III. Escena IV). No obstante, las pulsiones, los comportamientos, no siempre son reprimidos y hasta pueden ser comparados con las conductas de las aves. Como ejemplo cabe citar el aria “Habanera”, de la ópera “Carmen”, de Bizet: “El amor es un pájaro rebelde/ que nadie puede domar (…) El pájaro que pensaste sorprender al batir sus alas, se voló lejos…”

Si bien el ruiseñor ha resultado emblemático en la música, no lo es menos el cisne, personaje que ha penetrado con fuerza en diferentes campos. Lo tenemos en los cuentos infantiles, cuando aquel sufrido “Patito feo”, de Hans Christian Andersen, se transforma en una espléndida y etérea ave.

El cisne está rodeado de misterio y de metáforas. Los griegos se lo consagraban a Apolo, dios de la música, porque antes de morir cantaba una sensible y excepcional melodía. Pitágoras aseguraba que, esto sucedía por la alegría de liberarse de su cuerpo; puesto que el alma nunca muere, y Platón coincidía con este enunciado.

En el caso de Ovidio, lo vincula a Venus, por su naturaleza placentera. En algunas ilustraciones la carroza de esta diosa es tirada por cisnes.

Cisnes enamorados.

La metamorfosis de los cisnes en el amor, de acuerdo a los heterogéneos autores, admite variantes. En los mitos griegos, el gran manipulador Zeus, se transformó en un albo cisne para cautivar, engañar y seducir a Leda. Ella tuvo dos parejas de hijos, Helena y Pólux que serían inmortales por ser hijos de Zeus, más Castor y Clitemnestra, hijos de su esposo Tíndaro, rey de Esparta. Tanto la pintura, como la escultura y la poesía se ocuparon de este

tema desde diferentes sesgos.

La mejor alegoría que hoy existe en el ballet es, “El lago de los cisnes”. Esta pieza, a pedido del Bolshói, es el primer ballet cuya música escribe Chaikovski. El libreto está basado en un cuento alemán, “El velo robado” de Johann Karl August Musäus.

En esta tarea el requisito más importante era, que músico y coreógrafo trabajaran juntos, pero, esto no fue así y los desacuerdos técnicos resultaron muy evidentes. El día del estreno se convirtió en un gran fracaso. La obra no fue aceptada por el público, ni por la crítica, ni siquiera por Nina, la flamante esposa de Chaikovski, quién dentro de su tosquedad, manifestó que se había aburrido y no entendido nada. Sin embargo, diez años más tarde, con la llegada de Petipa a Rusia y pequeñas enmiendas musicales, se convirtió en éxito -en el Teatro Mariinski de San Petersburgo- con la nueva coreografía que aun disfrutamos. Así, como “El patito feo”, se transformó en el modelo de ballet reconocido universalmente.

Entre las famosas bailarinas rusas que interpretaron esta obra se encuentra Anna Pavlova, una figura que logró tener su propia compañía. Era una persona amante de los animales, tuvo un gato siamés, perros y aves de todo tipo. Se cumplió su sueño, cuando accedió a una casa en el norte de Londres, en Golders Green. Allí tenía un parque con un estanque, que lo pobló de cisnes, para estudiar y darle realismo a sus movimientos en los papeles que lo requería. De todas estas aves fue Jack su preferido.

Estas criaturas acuáticas han inspirado a una fecunda creación artística, es el caso de Delmira Agustini, con su poema El Cisne “…Flor del aire, flor de agua/alma del lago es un cisne/con dos pupilas humanas/grave y gentil como un príncipe/alas lirio, remos, rosa…Pico en fuego, cuello triste/y orgulloso, y la blancura/ y la suavidad de un cisne…”

La elegancia del cisne provoca diferentes composiciones, sensibles, poéticas, eróticas, a veces cándidas y cristalinas, otras lánguidas y silenciosas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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