Pluritemática - 29 julio, 2021
Refracción literaria: muestra de odio
por Juan Carlos Capo

Onetti. Tranvías.uy

Los fragmentos del cuento de Onetti que ilustran esta nota, son testimonio de la fuerza pasional del odio, que el narrador dirige hacia otro y además ilustra la afirmación de Ricardo Piglia, crítico y novelista argentino, de que el novelista uruguayo es aún más faulkeriano que el mismo Faulkner.

“Es seguro que cada día estará más viejo, del tiempo en que se llamaba Bob, del pelo rubio colgando en la sien, la sonrisa y los lustrosos ojos de cuando entraba silencioso en la sala, murmurando un saludo o moviendo un poco la mano cerca de la oreja e iba a sentarse bajo  la lámpara (…)moviendo de vez en cuando los dedos para manejar el cigarrillo y limpiar de ceniza las solapas de sus trajes claros (…) su mirada azul deteniéndose incansablemente en mí, manteniendo sin esfuerzo el intenso desprecio y la burla, más suave. También con algún otro muchacho, los sábados, alguno tan rabiosamente joven como él, con quien conversaba de solos, de trompas, y coros y de la infinita ciudad que Bob construiría sobre la costa, cuando fuera arquitecto. (…)

            -“Usted no va a casarse con Inés-dijo después. (Inés era su hermana; en esos días hablábamos con miras a casarnos).

            -Si quiere explicarme que no me case con ella…

            -Usted no se va a casar con ella porque usted es vieja y ella es joven (…) usted es un hombre hecho, es decir, deshecho, como todos los hombres a su edad cuando no son extraordinarios”(…) –“Me puse a fumar de perfil a él, me molestaba, pero no le creía; me provocaba un tibio odio, pero yo estaba seguro de que nada me haría dudar de mi mismo después de haber conocido la necesidad de casarme con Inés. No; estábamos en la misma mesa y yo era tan limpio y tan joven como él” (…) Bob dijo: “Nada más” y se fue (…)

            “Si aquella noche el rostro de Inés se me mostró en las facciones de Bob, si en algún momento el fraternal parecido pudo aprovechar la trampa de un gesto para darme a Inés por Bob, fue aquella, entonces, la última vez que vi a la muchacha”.

            (…) “Las pequeñas y rápidas partes del rostro de Inés que me había mostrado aquella noche Bob, aunque dirigidas contra mí, unidas a la agresión, participaban del entusiasmo y el candor de la muchacha”. (…) “Yo la miraba y   era “no”, sabía que era “no” todo el aire que la estuvo rodeando” (…)

            “Nada más que esto hago, casi todas las tardes, frente a Roberto y las caras familiares del café. Mi odio se conservará cálido y nuevo mientras pueda seguir viendo y escuchando a Roberto; nadie sabe de mi venganza, pero la vivo gozosa y enfurecida, un día y otro”.

            (…) “Todo el día pensando en Bob, en su pureza, en su fe. En la audacia de sus pasados sueños. Pensando en el Bob que amaba la música, en el Bob que planeaba ennoblecer la vida de los hombres construyendo una ciudad de enceguecedora belleza, para cinco millones de habitantes, a lo largo de la costa del río, el Bob que no podía mentir nunca; el Bob que proclamaba la lucha de los jóvenes contra  viejos, el dueño del futuro y del mundo. Pensando minucioso y plácido en todo eso frente al hombre de dedos sucios de tabaco llamado Roberto, que lleva una vida grotesca trabajando en cualquier hedionda oficina, casado con una gorda mujer a quien nombra “mi señora”.

            “Nadie amó a mujer alguna con la fuerza con que yo amo su ruindad, su definitiva manera de estar hundido en la sucia vida de los hombres. Nadie se arrobó de amor como yo lo hago ante sus fugaces sobresaltos, los proyectos sin convicción que un distraído y lejano Bob le dicta algunas veces y que sólo sirven para que  mida con exactitud hasta dónde está emporcado para siempre”.

Cuento: Bienvenido Bob. Autor: Juan Carlos Onetti.

 

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