Revista #3 - Desamparo | 5 octubre, 2018
A propósito de Pinocho: En la Frontera entre la madera y lo humano.
por Gabriela Pollak

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En el congreso “Desamparo” estuvimos compartiendo la película “Ojos de madera” que retoma el cuento clásico infantil “Pinocho”, recordé entonces estas anotaciones que intentan repasar algunos conceptos  que hacen a la clínica con pacientes graves. El intento no es interpretar la ficción, dado que su extensión y complejidad lo haría inabarcable, sino utilizar algunas de las imágenes propuestas para ilustrar ciertas nociones.

Todo el  cuento, relata los avatares de un monigote, para convertirse en un niño de verdad. Por lo tanto, también los momentos del tránsito madurativo, podrían ser pensados desde este relato, y eso no es descartable…  Pero aquí elijo algunos pasajes y personajes con el fin de ejemplificar. Por lo que  propongo, una de las miradas posibles, seguramente una de las muchas que podrían surgir en una discusión…

Eludo el cuento de Carlo Collodi (http://www.educando.edu.do/Userfiles/P0001/File/Aventuras_de_Pinocho.pdf), que seguro todos conocemos, para tomar a algunos de sus actores.

 

Pinocho de Pinocha… Indiscriminación

En la frontera entre lo inanimado y lo animado, entre la madera y lo humano, se encuentra esta marioneta, creación de un  pobre anciano solo.

Pinocho surge de un trozo de pino parlante. La madera de la cual proviene ya tenía esta  característica que la hacía particular, y es el carpintero el que da forma a Pinocho. En el momento de la creación, el deseo de Gepetto, apunta a alguien que lo cuide en su vejez, no a un niño que logre ser independiente, capaz de desear por sí mismo.

–¿Qué nombre le pondré? –se decía–. Le llamaré Pinocho. Ese nombre le traerá suerte. He conocido una familia entera de Pinochos: Pinocho el padre, Pinocha la madre, Pinochos los niños, y todos lo pasaban muy bien. El más rico de ellos pedía limosna.

Con un mandato de pobreza eterna, es escogido el nombre, que parece no discriminar lo suficiente al monigote como para convertirlo en algo-alguien separado de ese trozo de madera del cual proviene. En el correr del cuento, Pinocho dice, en alguna ocasión, no conocer a la madre, y es  cierto: no la conoce como diferente, ya que es ella misma. Esta indiferenciación podría dar cuenta de la importante cuota de narcisismo puesta en juego, en donde la madre habita al hijo y éste es parte de ella…

En la estructuración psíquica, las dificultades de separación entre el niño y su madre,  remiten a fallas en los límites entre  uno y  otro. Se hablaría, entonces, de un narcisismo primitivo en donde la diferencia yo – no yo, no estaría bien instalada. Este narcisismo arcaico,  no es aquel del que habla Freud, sino al que se refieren autores actuales remitiendo más al desamor, que al amor. Porque, “…el cuerpo propio sólo llega a ser propio en razón de que alguien, generosamente, ha cedido una propiedad sobre una parte de sí mismo, que deviene ajena”[1] (Bleichmar. Silvia. 1993).

En el caso de los pacientes graves, la existencia del otro como objeto separado, resulta intolerable. Se desmiente al otro como distinto; sabe que existe, pero actúa como si no existiera. Así, se estructura una escisión en donde dos formas de funcionamiento coexisten: una retiene lo fusional y se maneja con mecanismos que rememoran más a un funcionamiento próximo a lo psicótico, y otra que –con restricciones– se maneja en el orden de la represión, reconoce la existencia del otro como separado, y parece más neurótico. Esta escisión inaugurada por la desmentida de la alteridad, está sostenida por el discurso materno “…ubicada ella misma en una postura muy arcaica y estableciendo con su hijo una relación en la que se pierden parámetros de lo humano y que, en alguna medida, se vuelve siniestra.”[2] (Schkolnik, F; Svarcas, M. 1991).

El temprano conflicto con la alteridad, originaría un Yo mal formado, que no logra limitarse, que no cumple con la  función de continente de lo pulsional que agita y lleva más a actuar, que a procesar.

Volviendo al cuento, podemos pensar que la madre no aparece más que representada en ese trozo de madera del cual proviene el muñeco, siendo Pinocho parte de ella; por lo tanto esto determina una las dificultades que surgen en la relación entre el “procreador” y “títere”. ¿Qué lugar puede entonces tener Gepetto?. ¿Existiría un posible acceso a la terceridad?. ¿Es posible el camino a una conflictiva edípica o habría que construirlo?

 

Actings, Pulsión de Muerte.  ¿…Y el pensamiento?

“La actuación…, es el genuino modelo anímico en estos casos, se dirija hacia adentro, con producción de síntomas psicosomáticos, o hacia afuera, por vía del pasaje al acto… La actuación llena el espacio y no permite la suspensión de la experiencia.”[3] (Green. 1990).

Resulta llamativa la cantidad de oportunidades en que Pinocho cae preso, está al borde de la muerte, es engañado por bribones, no logra razonar y con sus actuaciones suicidas, estropea, destruye, malogra lo que venía obteniendo… Las actuaciones con escasa cuota reflexiva, son las que imperan. Como si  aprender de la experiencia no fuera posible… Pero sobre todo, por esa sensación de quedar preso en un círculo vicioso del que no logra salir.

“Por desgracia, siempre había en la vida de aquel muñeco un pero, que todo lo echaba a perder.” Cap XXIX

Así, el acting aparece como un modo privilegiado de expulsar la tensión. El  tramitar  la angustia de modo simbólico, resulta muchas veces inviable por las fallas en la estructuración psíquica, entonces por medio de la actuación se busca desalojar la presión.

Podemos preguntarnos qué mecanismo está en la base de ésta modalidad de funcionamiento.

  1. Si fuese la represión, habría un inconsciente –reprimido– que buscaría expresarse a través de formaciones de compromiso que retornarían una y otra vez con diferentes disfraces. Allí, habría un puente entre lo inconsciente y lo consciente. Y en ciertos sectores del psiquismo de estos pacientes, esta es una forma de funcionamiento eficiente.
  2. Sin embargo, el mecanismo fundamental parece ser la escisión. Dos  pensamientos coexisten simultáneamente representando diferentes sectores del psiquismo. En una de sus formas, la escisión, alude al contenedor yoico, como aquello que separa el adentro y el afuera. Dado que los límites  no se encuentran  “bien delineados”, no funcionan operativamente para contener las angustias de intrusión o de separación. La otra forma de escisión, sería interna y refiere a sectores del psiquismo que no logran conectarse entre sí. Green ejemplifica esta característica, con la  metáfora de archipiélagos.

Estas grietas de la estructuración del psiquismo hacen pensar en fallas en el investimento materno, donde la madre en su función, no logró libidinizar a su hijo como diferente. Esto podría darse por un exceso tanto de presencia como de ausencia de la madre. En las dos situaciones, es el niño el que queda poco considerado y discriminado como otro con necesidades y deseos diversos. El vínculo con un otro que reciba, comprenda y actúe en consecuencia, falla. Hay un desencuentro entre la necesidad del niño y lo que  comprendería esa madre en su  función de decodificador. Esta debe entender y tornar disponibles en representaciones y pensamientos lo que le sucede al niño para actuar en consecuencia.[4] (Bion,Volviendo a pensar. Cap. 9). Ante desencuentros acumulativos, el sentimiento que se impone es el de la desesperanza. Los objetos, sólo existen en la medida que provocan displacer. Como se plantea en la bibliografía, estos pacientes se manejan en una lógica de la desesperanza porque no perdonan al objeto el haber estado ausente cuando más lo necesitaban, y en un intento de ocasionar daño al objeto, dada la indiscriminación, se la infligen a sí mismos.

“El abandono del objeto no conduce a la investidura de un espacio personal sino a una aspiración… que arrastra al sujeto a un vacío sin fondo… Esta tentación de la nada, es mucho más que la agresividad –que no es sino una consecuencia de ella–, la verdadera significación de la pulsión de muerte” (Green, A. 1990).

Y Pinocho es tratado como animal, como madera, usado por los demás y el encuentro con el objeto, confirma que “solo existen por el desengaño o el displacer que causan”[5](Green.).

Este accionar, convoca a pensar en la compulsión a la repetición de los actos con resonancia mortífera. Porque, “mientras expulse en actos, está inexorablemente destinado a repetirse, hasta que no se procese psíquicamente”[6] (Schkolnik, F.,1997).

A Pinocho parece pasarle mucho de esto. En un momento del cuento, cuando le pide ayuda al Hada Azul, esta le responde que allí no hay nadie, todos están muertos, y Pinocho es atrapado y colgado de una vieja encina…, y casi muere en ella –podríamos pensar en una fusión con su madre mortífera, muere en un árbol que es quien da la madera…– “…una atracción por la muerte que es buscada no solo como alivio para sus sufrimientos sino como manera de acceder a la unión con el objeto arcaico”[7] (Schkolnick; Svarcas. 1991).

Pero, Pinocho es “de buena madera”, el Hada se compadece y lo salva, y surge en el muñeco la consideración y deseo de reencontrar al padre. Pero es en  el actuar, que el títere, da cuenta de un inconsciente escindido, que irrumpe como accionar irreflexivo. El pensamiento parece no anticipar lo que puede suceder. Aún así, gérmenes de pensamiento y control de lo impulsivo, comienzan a gestarse junto a la sombra del grillo parlante…

 

El Grillo Parlante. El asunto del pensamiento

Freud, plantea que la función básica del aparato psíquico es la de disminuir la tensión. Sin embargo, Green agrega que es  la representación la que conectada como eslabones, va construyendo vías, cadenas asociativas que entonces habilitarán a disminuir la tensión.

Para que las representaciones puedan darse, es preciso que exista una persona que logre satisfacer las necesidades biológicas del niño, que funcione como resguardo contra las excitaciones, sean éstas externas o internas. Que se encuentre disponible en el momento que el niño lo requiera, y respete los ritmos necesarios de fusión y separación demandadas por el crío en una sintonía especial de encuentro. Ese ambiente de contención, irá incorporándose como experiencias pasibles de ser representadas y pensadas. Y más adelante, en otro momento del desarrollo, funcionarán desde adentro, como resguardo y cuidado internalizado. Si en líneas generales, el clima de encuentro no logra darse, el pensamiento es el que resulta menoscabado, ya que el objeto si está siempre presente, es intrusivo y no habilita a una inscripción psíquica; si está ausente una depresión primaria se apropia de la experiencia.

Y el Grillo Parlante aparece, tomando un lugar trascendente en el relato vinculado al Hada Azul. En su  misión reflexiva, intentará cuidar a Pinocho de actuaciones graves que ponen en riesgo su vida y su futuro. Este grillo, razona, capta, sugiere y aconseja –parecido al cuidado parental, indicio de un Super Yo que todavía no fue internalizado. En algunos momentos es apartado bruscamente y en más de una oportunidad se lo aplasta, se lo excluye y silencia. Cuando provoca angustia, es desechado, maltratado, expulsado.

“…Pinocho se levantó enfurecido, agarró del banco un martillo y lo arrojó contra el Grillo-parlante. […] Lo alcanzó en toda la cabeza, hasta el punto que el pobre Grillo casi no tuvo tiempo para hacer cri-cri-cri, y después se quedó en el sitio, tieso y aplastado contra la pared.»

Quizás el grillo parlante queda en el cuento demasiado conectado a lo punitivo únicamente, sin sostener desde lo cotidiano la experiencia. Queda demasiado lejos de Pinocho, y aparece en momentos puntuales “aconsejando”. Y en los momentos que busca intervenir, como no contiene,  es alejado en un intento de no pensar, dado que pensar angustia…

Hacerse cargo de la angustia de intrusión –separación tiene efectos sobre la formación del pensamiento. El paciente grave, debe enfrentarse a ese desafío  permanentemente y es así que relatan sentimientos de desvitalización, vacío, agujero. Porque habitualmente en la base de todo este cuadro  aparece una depresión profunda producto de la compulsión a la desinvestidura.

 

El lugar del Hada Azul…

¡Qué seductor resulta el lugar del Hada Azul!. Aquella que es capaz de convertir un monigote de madera, en un niño de verdad…

¿Cómo podemos pensarla? ¿Sería como un personaje materno, constante, previsible, estable, capaz de sostener y decodificar los actos para que se conviertan en mensajes? ¿También como el espacio analítico cuando este funciona?

Porque la madre, debe cumplir con la función de sexualizar y narcisizar al niño. Es ella quién en la búsqueda de dar calma a lo pulsante biológico que clama por ser saciado, introduce otras tensiones que traen incorporado  lo sexual y que quedan inscriptas en el niño como motor del enriquecimiento psíquico: inviste.

La madre, ejerce  su función y cultiva de modo seductor y excitante la pulsión. Y esto se da cuando, quien tiene a su cargo el cuidado de las necesidades más tempranas –que tienen que ver siempre con la autoconservación–, instala un plus de sexualidad que la madre inconscientemente introduce en el cuidado de su hijo. Y con ese deseo, despunta el desarrollo y crecimiento del aparato psíquico. Este, es un plus traumático que no se logra volver al cero como la autoconservación al ser satisfecha. Y es lo que lleva a que se inaugure el procesamiento psíquico que permite una descarga o una ligazón.

A causa de cisuras en estos primerísimos tiempos, es que el psiquismo se configura fallante. Dice Fanny Schkolnik que la desmentida que opera en éstas patologías es en relación a la alteridad. Se sabe que el otro existe, pero se actúa como si no existiera. De alguna forma, la desmentida y escisión del Yo estructuran un psiquismo malformado en donde la simbolización no logra contrarrestar el efecto de las mociones negativas.

Siendo la escisión el mecanismo primordial, falla el conector, y hallar en el acting un intento comunicacional, es un desafío de construcción para quién analiza. La tarea apuntaría a construir procesos terciarios[8] de ligazón para comenzar a inscribir en el psiquismo formas de contención al exceso de angustia.

La sensación de no ser un niño de verdad, tan habitual en la clínica de  niños y jóvenes difíciles, da cuenta de la realidad de este sentimiento de “ser de madera”, “un muñeco”, “títere en manos de otros”. Perder  lo inanimado, acceder al deseo de ser un niño como los demás, es un trabajo arduo al que nos enfrentamos asiduamente. Es desde el encuentro con el  Hada Azul, que a Pinocho le surge el deseo de convertirse en un niño de verdad. Ésta, lo salva en más de una oportunidad, conoce sus “mentiras”, espera a su tiempo, capta el dolor y sufrimiento del monigote, y rescata sus buenas intenciones a pesar de sus acciones.

Porque el periplo de Pinocho, es un camino que él va logrando. “Pinocho simplemente anda a los tumbos, vive, y poco a poco toma conciencia de lo que puede llegar a ser”[9] El Hada Azul lo acompaña, cuando él permite ser acompañado, lo espera cuando Pinocho decide irse y se vuelve a encontrar con él en momentos de apuros. Y en determinado momento del cuento, la búsqueda del padre es la que guía las acciones de Pinocho.

Y es en el encuentro con el padre, al que  Pinocho salva, es que logra el acceso a ser un niño de verdad…

[1] Bleichmar. Silvia (1993). “La Fundación del inconsciente”. Cap 1.  Buenos Aires: Amorrortu.
[2] Schkolnik, F; Svarcas, M.(1991). “El dilema del paciente narcisista-fronterizo” Revista Uruguaya de Psicoanálisis, 74.
[3] Green.A. (1990). De Locuras privadas.  Cap 3
[4] Bion, W. Volviendo a Pensar. Cap 9
[5] Green, A. De Locuras Privadas Cap 1
[6] Schkolnik, Fanny,(1997). Aproximación psicopatológica a los trastornos de personalidad desde la perspectiva psicoanalítica. Trabajo presentado en el simposio Pre-XIX Congreso Latinoamericano de Psiquiatría APAL 4 y 5 de abril, 1997. Montevideo.
[7] Schkolnik; Svarcas (1991).El dilema del paciente narcisista-fronterizo. Revista Uruguaya de Psicoanálisis, 74.
[8] Green, A.(1990). De Locuras Privadas. Cap 3
[9] Auster. P.(1994). La invención de la Soledad. Compactos Anagrama.

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