Revista #3 - Desamparo | 4 octubre, 2018
Donde los ángeles no se aventuran
por Juan Carlos Capo

LFDL_light_poster_es

Las jóvenes realizadoras, incursionaron a través de una indagación documental, en su primer opus cinematográfico, en el año 2008 con “Hit”. En él supieron dar cuenta del acervo  musical uruguayo (Aníbal Sampayo con “Río de los pájaros pintados”; Jaime Roos con “Brindis por Pierrot”; “Break it All”, de Los Shakers (los hermanos Fattoruso); “Príncipe azul”, por Eduardo Matteo y Horacio Buscaglia); “A redoblar”, de Mauricio Ubal y Rubén Olivera del grupo “Rumbo”.

Ahora reaparecen con este documental acerca de una muestra de población que tienen más de ochenta años para que nos digan de sus pequeñas historias tocantes y mínimas.

Un propósito pues de testimoniar— sin correrse del documental a la ficción: como si esos límites fueran tajantes, y cómo de todos modos, esos límites les son imprescindibles a las creadoras— acerca de la declinación rotunda y sin cortapisas, de seres vivientes, o aún vivientes, traspasado ese umbral temible de la vida, (“tiempo de masacre”, así lo caracterizó alguno),  cuando quien oye la palabra octogenario gira la cabeza para contemplar a la distancia el fenómeno que se le puso cerca. En fin; se ha descorrido el telón de la arpía Vejexia, como la llamara el burlón  Gracián, con su punzón crítico.

Un territorio “donde los ángeles no se aventuran”, a estar al título de la novela del escritor inglés E.M Forster.

Entrevistas con gente suficiente, exclusiva y excesivamente “mayor”, que son citados a hablar ante la cámara, en salas teatrales grandes, desiertas y silenciosas; lugar alegórico si los hay, metáfora de otro escenario, el de la vida. En el casting, aparecen generosas presencias y testimonios múltiples: uno, el de una pintora uruguaya, hija de inmigrantes judíos que  agradece  la generosidad de un Uruguay de “otros tiempos”: en él pudo asistir a la felicidad de ver sus hijos, sus nietos y bisnietos; otra da noticia de los avances del glaucoma, otra habla de la pizarra mágica del insomnio, donde todo se graba, donde todo se borra; también de la lentitud de la marcha; y aquella otra en nota de involuntario humor cuenta en brevísimo relato las tristes experiencias de maridos “desaparecidos en acción” en el frente conyugal, contada por un rostro de pujante mujer de semblante carioca que no desfallece en su lugar de viuda, ahora en busca de un quinto compañero.

Y entre los testimonios destaca sobremanera el de Aldo, un italiano, genovés, que pasó su juventud en Venezuela, donde puso su talento de ingeniero industrial y allí forjó su fortuna, se casó con Gabriella y tuvo sus hijos, vivió en Estados Unidos, se radicó en Uruguay. Aldo declara cómo enfrentó el desafío en ese recodo donde la calle de la vida cambia de nombre e irrumpe un clima y un aroma de muerte. Procedía entre tantas nuevas cosas,  maquillar las canas, “duras”, (dice su Fígaro conversador), lo único duro, que puede enfrentar o coexistir con flaccidez inocultable. Y Aldo hace su declaración con una exterioridad gozosa, una precisión verbal rica, no poética, no bufonesca, quizá algo átona, pero donde destaca su postura egocéntrica; y asoman en su prosa infaltables tintes verborrágicos, más el añadido de riqueza  de Aldo en la orfebrería, el dibujo, la escultura, y, a no dudarlo, una presencia actoral, viril, carismática, a lo Vittorio Gassman Aparecen citas a la soledad, a la rotura de un espíritu de alianza, quizá porque con la cincuentena llegó la inquietante hora de la demostración de que todo persiste igual y no se acepta que ya no es como era. Aparece un bastón, quizá no necesario, pero enriquece la apariencia. Junto a Aldo, su mujer, Gabriella, en actitud más reticente,  habla de una imposible evocación de las escenas felices de un pasado que ya fue, y sí asoma, en cambio, la reminiscencia dolorosa, como infaltable marea del recuerdo en infaltables y puntuales olas negras.

Excelencias de montaje de las directoras, más  fotografía de Jackie Bourdette y Fabio Berrutti, música de Lito Vitale (compositor y músico argentino; rock, jazz, tango) enmarcan esta experiencia original y hermosa en documental áspero y de retrogusto amargo, como añejado vino, que demora en bajar, después de golpear en la cabeza y en el corazón.

 

Suscripción

Suscríbase para recibir las últimas novedades de TEND directamente en su casilla de mail.

» Ir al formulario