Revista#4 - Amor en análisis | 28 mayo, 2019
El amor en la histeria
por Daniel Ustarroz

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Voy a comenzar, citando una observación clínica de Freud  acerca de que “solo existen neurosis mixtas.”

Al hablar de “Neurosis mixtas” Freud nos pone en alerta sobre el error de pensar que existen neurosis puras. Obsesión pura, histeria pura etc. El concepto de neurosis mixtas nos permite diferenciar la estructura del montaje que se juega en el síntoma. La palabra montaje se debe entender en este caso de la manera más simple como por ejemplo el hecho de tomar distintas escenas de una película y luego realizar con ello una composición. He decidido utilizar esta palabra montaje porque en estos casos me parece más apropiada que la de rasgo.

En cuanto a la noción de estructura debemos entender en esta ocasión la estructura del lenguaje, de la cual se sirve el inconsciente para sus formaciones. Chistes, lapsus, actos fallidos, sueños etc.

El concepto de estructura nos dice que el sujeto está sometido a la estructura del lenguaje y no a la inversa. Basta para demostrarlo tener en cuenta textos de Freud tales como “Psicopatología de la vida cotidiana” “El chiste y su relación con el inconsciente” “la interpretación de los sueños y otros que demuestran el entramado linguístico que sostiene a toda manifestación del inconsciente y donde podemos percibir que más que hablar somos seres hablados.

Si utilizamos el concepto de montaje como una herramienta más para favorecer a la clínica, nos podría ayudar a comprender mejor en un tratamiento psicoanalítico de un caso de histeria la irrupción de episodios melancólicos o delirios, que no hacen a la estructura sino que se encuentran montados sobre ella.

Por ejemplo en una estructura histérica pueden aparecer componentes homosexuales muy intensos, pero a través del tratamiento se lograron despejar esos fantasmas y se llegó a poder establecer que el deseo de la paciente era la heterosexualidad y la homosexualidad un montaje.

Freud en el historial de Dora nos habla de una escena en donde se produce un encuentro con el señor K que le provocó una “alucinación sensorial” que de tiempo en tiempo le sobrevenía. Se trataba de la presión del miembro eréctil del señor K sobre su vientre. Es decir que también podemos observar clínicamente “alucinaciones en la histeria.”

Y en el caso de Anna O. nos relata una escena en la cual la paciente encontrándose sentada junto al lecho del padre vio de repente como desde la pared una serpiente negra se acercaba al enfermo para morderlo. Quiso espantar al animal pero estaba paralizada, su brazo derecho se había dormido y cuando lo observó sus dedos se transformaron en pequeñas serpientes como calaveras en las uñas.” Es decir que también podemos observar en la clínica de la histeria fenómenos alucinatorios sin que por esto se trate de una psicosis si no de una estructura neurótica con montajes delirantes.

 

La estructura es lo determinante porque para nosotros psicoanalistas se juega allí la ley de la castración que es aquélla que determina los síntomas. Freud sin tener en su tiempo la formalización que adquirió después el concepto de estructura a través de los seminarios de lingüística de Ferdinand de Saussure ya la intuía y por eso pudo comparar la travesía analítica con el juego del ajedrez.

Pienso que la posibilidad de diferenciar estos dos conceptos nos puede ayudar a orientarnos en los diagnósticos cuando son necesarios y en la dirección de la cura y tal vez estaremos más cerca de no equivocarnos a la hora de pronunciar un juicio clínico.

Dicho esto comencemos con la histeria.

En el historial del caso Dora Freud dice lo siguiente:

“Yo llamaría histérica a toda persona, sea o no capaz de producir síntomas somáticos, en quien una ocasión de excitación sexual provoca predominante o exclusivamente sentimientos de displacer.”

Para entender la sexualidad en la histeria, incluida la condición del amor, debemos partir de lo siguiente: Para Freud no existe en el inconsciente ni femenino ni masculino si no solo una lógica del falo y la castración. La mujer se relaciona con la falta y el varón con su presencia.

En esta encrucijada la histérica se rebela contra la castración y se defiende de su falta fálica a través de la identificación con el hombre. Muchas de ellas sustituyen la satisfacción sexual por el saber, un saber de todo, un ser sabelotodo.

J. Lacan en las fórmulas de la sexuación dice que cada sujeto elegirá de que lado ubicarse, si del lado mujer o del lado hombre y depende de esta elección que se goce de una u otra manera. La histérica elige el lado masculino de la sexuación y avanza en su vida sostenida por una o varias identificaciones varoniles. Sin embargo debemos señalar también que encontramos histéricas cuya mascarada no tiene nada de viril ni masculino y no por eso dejan de ser histéricas.

Desde esa posición subjetiva la histérica vive en un estado de insatisfacción permanente, ya que no puede obtener ninguna satisfacción ni desde su ser mujer porque no lo ha alcanzado ni de su lado hombre. En el caso Dora podemos apreciar que ella se dirige y aborda a la otra mujer que supone detenta la solución de su enigma acerca de la feminidad, provista de una identificación fálica.

Tanto Freud como Lacan pudieron observar la importancia de la otra mujer en la estructura histérica. A tal punto que podemos decir clínicamente que el síntoma de la histérica es la otra mujer, que el discurso de la histérica transcurre alrededor de esa otra mujer. Que no necesariamente tiene que ser real si no que también puede ser fantaseada.

Existe en la afección histérica un rechazo a ser mujer, porque este ser mujer ella lo vive en términos de maltrato y esclavitud.

Por otra parte debemos prestar atención a otro elemento que recorre toda la estructura de la histeria y que es difícil de desmontar en un tratamiento, se trata de un fantasma que la atormenta “la de sentirse siempre excluida” y como consecuencia de esta situación, demanda todo el tiempo ser el centro de atención para los demás, aunque si este anhelo  llegara a cumplirse tampoco se quedaría satisfecha.

Respecto del amor de la histérica debemos decir que al sostenerse en identificaciones masculinas se le hará más difícil amar. Ya que para amar es necesario como dice Lacan ser  mujer o más precisamente solo se puede amar desde una posición femenina, desde la experiencia de la falta y es por eso que el amor en la histeria  tomará la forma narcisista debido a que una identificación al falo impide que la falta tenga lugar.

¿De qué sufre la histérica? En principio de no poder gozar ni como hombre ni como mujer. Al mismo tiempo, ella sufre y goza del síntoma de la otra como si fuera propio. La histérica ama en silencio a su doble a su partenaire femenino allí encontró Freud la homosexualidad en la histeria jugada con la otra mujer.

En su lectura del caso Dora Lacan introduce una interpretación diferente a la que realiza Freud, al señalar como objeto del deseo de Dora a la señora K y no a su marido. Establece que el interés de Dora por la señora K se debía a que para ella, dicha señora poseía la clave de su acceso a la feminidad, la posible solución del enigma sexual para ella. Al pensarlo de esta forma Lacan da un paso más en la investigación de la histeria y la imposibilidad de alcanzar la feminidad. En este punto va a diferenciarse de Freud que investiga el ser mujer solo desde el atravesamiento de la castración, y establece como efecto tres resultados:  la indiferencia total hacia el sexo, la histeria y la feminidad. Pero en esta feminidad que sería la salida normal del Edipo, finalmente propone la realización de la mujer como madre, que obedeciendo a su deseo de falo, compensa esa falta teniendo hijos según la ecuación freudiana falo=niño. En esa ecuación de obtener el falo a través de los hijos, la mujer solo llega a ser mujer si es madre, madre y mujer en Freud no están diferenciados, porque solo puede pensar lo femenino con la lógica de la castración. Freud al investigar ¿Qué quiere una mujer? Termina respondiendo con la maternidad. Pero en este pensamiento queda afuera la mujer que es eclipsada y aplastada por el deseo de la madre, se queda sin resto. Por el contrario en su investigación Lacan va a proponer que la mujer no se agota en la satisfacción fálica que hay algo más y que se llama el goce femenino. Pero comprende que esa investigación no puede progresar si se continúan utilizando los referentes que utiliza Freud para resolver ese misterio y propone continuar la interrogación del enigma femenino desde otra lógica, una que ya no obedece a la ley de castración, porque desde allí la mujer devendría histérica o madre, sino que piensa a la mujer desde una lógica del todo y no todo que no pasa por la castración, rescata el goce femenino de la mujer que no solo quiere ser madre si no también ser mujer es decir ser deseada y amada por su hombre y al mismo tiempo instala la pregunta por un goce femenino que no tiene nada que ver con el masculino, y que resulta ser un enigma para sí misma. Desde esta posición Lacan declara que no existe el universal femenino, que se debe pensar a la mujer una por una y que su manera de gozar no tiene nada que ver con la manera de gozar del hombre, monótona y repetitiva. Lacan quiere rescatar a la mujer transformada en Freud en madre y lo hace a través de una frase contundente: “cuanto más madre menos mujer”, “cuanto más mujer menos madre”. Lacan impide que la mujer sea aplastada por su ser madre y la rescata como objeto del deseo del hombre, la vuelve a ubicar en ese lugar donde es deseada y amada por su partenaire.

Volvamos a la histeria. En la clínica de la histeria se trata de señalarle al sujeto, cuál es su lugar en la escena que pone en juego, en ese dar a ver, y a quién está dirigida su actuación. Recuerdo a una paciente histérica con síntoma bulímicos que luego de un intento de suicidio, felizmente fracasado, pudo confesar luego en sus sesiones que dicho acto estaba dirigido al novio…a sus padres…y a mí, transferencialmente.

En Psicología de las masas y análisis del yo Freud nos describe la identificación histérica como un proceso inmediato de identificación a la otra, casi sin mediación simbólica, ella es la otra y siente en su cuerpo todos los sentimientos y emociones que la otra, compañera del internado, experimenta al recibir una carta de su amado. Con la peculiaridad de que apenas conoce a esa otra persona. Lacan condensa en una frase la respuesta a esta observación y nos dice:  se trata de “la devoción de la histérica por identificarse con todos los dramas sentimentales.”

El gran amor que la histérica profesa por el padre la protege del encuentro con un hombre. Sin embargo y pese a ello algunas histéricas consiguen encontrar a su hombre para transformarlo en un objeto de descalificación permanente e insatisfacción sexual.

El amor y la idealización por la figura del padre en la histeria solo es posible si se cumple una condición, que ese padre sea sexualmente impotente.

Respecto de la función de la madre que ocupa poco lugar en el historial de Dora, la madre aparece como un personaje que no presta atención a su hija. Una madre que no aparece señalada como el objeto del deseo de su padre como lo será la señora K y es por esto que el deseo del padre por la señora K le indica a Dora el camino hacia la posible resolución de su enigma femenino.

Si nos detenemos ahora en la relación de la histérica con su deseo observamos que Freud pudo despejar en todos los casos “un deseo de mantener un deseo insatisfecho.” Tal como lo muestra de una manera admirable en el sueño de su paciente nombrada como la bella carnicera. Dicho esto no debemos olvidar que todo deseo podría llamarse histérico, en cuanto a que su satisfacción es imposible de alcanzar por el hecho de que apunta a un objeto inalcanzable. Sin embargo en mujeres que no son histéricas el deseo encuentra lugares de amarre, de satisfacción, aunque solo sea parcial, mientras que en la histeria insiste y persevera un deseo de mantener al deseo siempre insatisfecho.

Uno de los desafíos en el tratamiento de la histeria es la posibilidad de lograr que el sujeto rectifique su posición respecto de la queja y la insatisfacción, es decir que pueda cambiar su manera de gozar, que su goce no quede atrapado en la rivalidad fálica con el hombre, para que pueda abrirse la pregunta sobre ¿Qué significa ser una mujer?

Se trata de orientar el tratamiento de la histeria a que la insatisfacción no sea el único recurso para sostener el deseo. Y que no se encuentre obligada a elegir inconscientemente a un partenaire impotente para mantener su deseo insatisfecho.

Es cierto que la histérica al buscar un amo lo encuentra transferencialmente en la relación con el analista pero conviene que el analista no se identifique con ese lugar ni caiga en las redes de un amor que a veces puede presentarse como erotomaníaco, que no hace más que ocultar un deseo inconsciente de hacer fracasar al analista en su intento de curarla, es decir demostrarle a él que también es impotente.

El analista no deberá responder a la solicitud de ese sujeto supuesto saber sino que se posicionará como el objeto causa de su deseo y desde allí se negará a dar respuestas de saber y dejará vacante ese lugar para que la propia paciente mediante el trabajo analítico pueda resolver su enigma.

Freud en su trabajo sobre “Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad” sostiene que los síntomas histéricos están sostenidos por fantasías inconscientes y propone en ese texto una separación entre síntoma y fantasma. Es tal el entusiasmo de Freud por este descubrimiento que dice lo siguiente: “El interés de quien estudia la histeria abandona pronto los síntomas, para dirigirse a las fantasías de las cuales proceden.” Propone ir del síntoma a los fantasmas que lo causan. Sin embargo Freud agrega que existen casos de histeria que no se comportan de esta manera si no que se realizan de forma consciente fingiendo y poniendo en escena atentados, maltratos y agresiones sexuales, es lo que podríamos llamar “Las actuaciones o acting out de la histeria. El conflicto histérico estaría sostenido por el enfrentamiento de dos fantasías sexuales una de carácter masculino y la otra de carácter femenino, (homosexual). Esta interpretación se encuentra basada en la concepción acerca de la bisexualidad de los seres humanos.

Sin embargo en lugar de hablar de bisexualidad en la histeria, deberíamos considerarla existiendo en un territorio de no sexualidad, pero en el sentido de que no puede gozar ni como hombre ni como mujer. En la época de Freud la homosexualidad era considerada una perversión y hoy ya no podemos sostener esta apreciación ya que existen homosexualidades neuróticas, que no son perversiones. Por lo tanto debemos precisar que la palabra clave de este artículo es la de conflicto. Diciendo que solo se puede hablar de histeria en una persona que vive conflictivamente esas dos posiciones. Porque de no existir ese conflicto la histérica podría decidirse por una posición homosexual y contruir una pareja con otra mujer y sostener esa posición, sin embargo solo podemos hablar de histeria si esa paciente padece del conflicto de no poder tomar ni el camino de la feminidad ni asumir su masculinidad con otra mujer.

La histérica se propone como objeto del deseo del hombre, pero no como objeto de goce, porque se encuentra encerrada y dando vueltas alrededor de un eje que es el goce fálico, que la lleva a castrar al hombre negándole la satisfacción sexual y es desde allí que ejercerá su poder.

La histérica presta su cuerpo en la relación con el hombre a todo tipo de tocamientos y caricias, pero da a entender un mensaje que se traduce por “todo menos eso”, todo menos la penetración. En el discurso histérico el padre va a desempeñar un papel central, que junto con el síntoma será la dominante en sus asociaciones.

Freud señala que en el tratamiento analítico de la histeria, todo su recorrido le lleva siempre al mismo lugar a la envidia de pene, y que este es un punto irreductible de la misma manera que la angustia de castración en el varón.

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