Revista#7 El humor | 10 octubre, 2023
El chiste
por Alberto Pereda

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Se acumulan los vasos vacíos ya sin sed, en una reunión social que languidece. Grupos de participantes distraídos, mordisquean los últimos diálogos. De pronto un rincón estallan risas, alguien ha relatado un chiste, y por él, las pulsiones parciales perversas adquieren un estatuto social consentido. Y este hecho banal, común, en una escala muy menor, repite el fenómeno fundamental y característico de la especie. El hombre, el animal humano, transforma represión mediante, sus demandas pulsionales en cultura.

El descubrimiento freudiano del inconsciente, desde el estudio de los síntomas histéricos – voluntad contraria distorsionante – hasta la interpretación de los sueños – deseo infantil reprimido que demanda satisfacción – significó la formulación de la existencia de un psiquismo no consciente, presente en todos los actos humanos. Y estos como la resultante de un conflicto de fuerzas, que el aparato psíquico conceptualizó en sistemas separados, independientes e interactuantes.  Surge aquí lo esencial de ese descubrimiento, el ser humano es un individuo dividido, escindido por la barrera irreductible de la depresión. Es un sujeto que sabe y no sabe de sí mismo y sobre todo que sabe muy poco (o nada) de su deseo. Un sujeto condenado a la alienación.

Consecuencia ineludible de lo anterior, es el concepto del determinismo psíquico de nuestros actos, particularmente evidente en las llamadas formaciones del inconsciente, en donde el conflicto de instancias se despliega, resolviéndose en la transacción que disfraza y oculta, pero en la que estalla en la verdad. Nada es casual, nada puede ser dejar de ser entendido, todo puede ser explicado. Pero la explicación está en otro lado, no donde creemos que está. Y todo es misterioso y complejo. Nada es todo. Todo es nada.

Lo que soñamos, lo que recordamos, lo que olvidamos, nuestros actos de término erróneo (¿erróneo?), las peripecias de nuestra vida cotidiana, las palabras que elegimos para nuestro discurso comunicativo, nuestros chistes y hasta nuestras pasiones y las decisiones más significativas de nuestra vida, no dependen sólo de nuestra voluntad consciente, ni del azar, sino también de lo inconsciente y muchas de ellas se elaboran solamente en este último. Todo es nada. Nada es todo.

Volvamos a la reunión social y al chiste verbal festejado. Las risas daban cuenta del efecto del mismo. Se producía a la vez un fenómeno social y se satisfacían en esa descarga de deseos no conscientes, más allá de la naturaleza del chiste. La realización de deseos se efectúa contando con la guiñada cómplice del ingenio. Veamos entonces algunas características del chiste, que evidencian o facilitan el entendimiento de estos procesos.

En primer lugar, es de todas las formaciones del inconsciente, en la que se hace más evidente la división, la excentricidad del sujeto. En todos los otros casos, los hechos se presentan como involuntarios, como accidentales, casi como no nuestros. La defensa más común frente a ello, es aducir que no han sido “a propósito”, que fueron “ por accidente”, que son “ cosas del azar”, o que nos suceden sin que queramos. Y el psicoanálisis, empecinado demuestra que los síntomas, los sueños, los actos fallidos tienen sentido.

En cambio en el chiste, existe un propósito consciente, voluntario de “ hacer un chiste” y sin embargo, éste se hace, se elabora, se construye en otro lado, con otras leyes, y con una ingenua soberbia lo atribuimos a nuestras facultades intelectuales. Es cierto que para hacerlos, son necesarias condiciones o facultades especiales, que no todos poseemos, por esas, son otras. El sujeto del chiste es otro, que el intelectual. En segundo término, es el único de estos procesos que necesita para constituirse la presencia del otro, que es el que sanciona al chiste como tal. La confección del chiste no produce placer hasta que no es compartido con otro, que no es el objeto del chiste, sino el cómplice, el que con sus risas libera la descarga placentera del creador.

El placer, el goce producido, presenta dos vertientes. Por una el resultante del simple funcionamiento del aparato psíquico (con la economía concomitante) que asociamos con la satisfacción pulsional autoerótica, y el aparato psíquico mismo toma algo del status de la zona erógena. Se ha señalado su relación con el placer lúdico infantil del juego con las palabras.

A esto se une el proceso de descarga, cuando el chiste es sancionado, de las catexias fijadas en contracarga, ya innecesarias, desde que el chiste se erije como defensa y válvula de control, en el polo opuesto al de la represión. Esta es la vertiente económica, la otra depende de la dinámica del deseo y se da en la relación con el otro, ubicado en el lugar metonímico del objeto de nuestra demanda. Dice Lacan que le placer del chiste radica también, en que nuestra demanda, logra la satisfacción total imposible y anhelada, al ser entendidos más allá de lo que decimos. La nostalgia de la relación dual, se satisface fugazmente, de manera ilusoria, desde que somos reconocidos en nuestro deseo.

Es además la  “la realización de deseos” en el que el placer y el goce se aproximan más a sus verdaderas fuentes, evidente en el chiste tendencioso, procaz o agresivo. ¡Qué distancia, la existente entre el disfrute del chiste y el pálido placer del síntoma, del disfraz onírico y del vergonzante lapsus! De ahí que con frecuencia los sueños y lo lapsus produzcan el efecto del chiste.

En la técnica del chiste, en su juego verbal, reside el efecto del mismo y hace evidente toda la polivalencia creadora del sentido de las palabras, de las leyes del lenguaje y de las vinculaciones establecidas entre ellas, que exceden al individuo, que pertenecen a la pluralidad, no a la singularidad, que están allí dispuestas, esperando.

Finalmente, es también el único que se vincula con la creación intelectual, artística en este sentido ocupa un lugar distinto.  El fabricante de chistes (los hay incluso profesionales), utiliza no sólo su disponibilidad inconsciente sino también su capacidad intelectual consciente.  Es un paradigma de la actividad creativa humana, que surge como un resultante de la libido reprimida liberada, unida a la libido sublimada. Retorno de los reprimido buscando su satisfacción, indisolublemente unido a la vertiente de la sublimación, coincidiendo en el acto de la creación.

Y así el chiste ocupa un lugar importante en nuestra cultura, y la ocupa además, porque también es una transgresión, una forma de lucha y de protestas contra la coerción de las restricciones culturales que exigen el sometimiento.  Y el hombre es el único ser que puede burlarse (cuestionando), su cultura , sus hábitos, sus formas sociales, sus sistemas políticos, sus costumbres, pero sobre todo, y lo más importante, es el único que puede reírse de sí mismo.  Y no es poco lo que eso aporta a su salud psíquica.

Artículo publicado originalmente en Temas de Psicoanálisis,2, 1983.

 

 

 

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